dissabte, 20 de juny del 2015

ESPECIAL MES DE LA MÚSICA. UNA MÚSICO EN LA EDAD MEDIA....


Santa Hildegarda de Bingen O.S.B. (en alemán: Hildegard von Bingen; Bermersheim vor der Höhe, junto a Alzey, Rheinhessen, Renania-Palatinado, Alemania, 16 de septiembre de 1098 - Monasterio de Rupertsberg, Bingen, Rheinhessen, Renania-Palatinado, Alemania, 17 de septiembre de 1179) fue abadesa, líder monacal, mística, profetisa, médica, compositora y escritora alemana. Es conocida como la sibila del Rin y como la profetisa teutónica. El 7 de octubre de 2012 el papa Benedicto XVI le otorgó el título de doctora de la Iglesia junto a San Juan de Ávila durante la misa de apertura de la XIII Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos.
Considerada por los especialistas actuales como una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas del Occidente europeo, se la definió entre las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media, entre las figuras más ilustres del monacato femenino y quizá la que mejor ejemplificó el ideal benedictino, dotada de una cultura fuera de lo común, comprometida también en la reforma de la Iglesia, y una de las escritoras de mayor producción de su tiempo.5 En expresión de Victoria Cirlot:
«[...] atravesando el muro de los tiempos han quedado sus palabras, incluso su sonido, y las imágenes de sus visiones».




  

Biografía

 

Sus primeros años

 

Hildegarda nació en Bermersheim, en el valle del Rin (actualmente Renania-Palatinado, en Alemania), durante el verano del año 1098, en el seno de una familia noble alemana acomodada. Fue la menor de los diez hijos de Hildeberto de Bermersheim, caballero al servicio de Meginhard, conde de Spanheim, y de su esposa, Matilde de Merxheim-Nahet, y por eso fue considerada como el diezmo para Dios, entregada como oblata y consagrada desde su nacimiento a la actividad religiosa, según la mentalidad medieval. De esta manera, fue dedicada por sus padres a la vida religiosa y entregada para su educación a la condesa Judith de Spanheim (Jutta), hija del conde Esteban II de Spanheim y, por tanto, noble como ella, quien la instruyó en el rezo del salterio, en la lectura del latín —aunque no le enseñó a escribirlo o, cuando menos, no con pericia—,  en la lectura de la Sagrada Escritura y en el canto gregoriano.
Durante algunos años maestra y discípula vivieron en el castillo de Spanheim. Cuando Hildegarda cumplió catorce años, ambas se enclaustraron en el monasterio de Disibodenberg. Este monasterio era masculino, pero acogió a un pequeño grupo de reclusas en una celda anexa, bajo la dirección de Judith. La ceremonia de clausura solemne fue celebrada el 1 de noviembre de 1112 y en ella participaron Hildegarda, Judith y otra reclusa más, también infante. En 1114, la celda se transformó en un pequeño monasterio, a fin de poder albergar el creciente número de vocaciones. En ese mismo año, Hildegarda emitió la profesión religiosa bajo la regla benedictina, recibiendo el velo de manos del obispo Otón de Bamberg. De esta manera continuó su educación monástica rudimentaria dirigida por Judith.
Judith murió en 1136, con fama de santidad tras haber llevado una vida de mucha austeridad y ascesis, que incluyó largos ayunos y penitencias corporales. Hildegarda, a pesar de su juventud, fue elegida como abadesa (magistra) de manera unánime por la comunidad de monjas.



Visionaria y escritora

 

Desde niña, Hildegarda tuvo débil constitución física, sufría de constantes enfermedades y experimentaba visiones. En una hagiografía posterior escrita por el monje Teoderico de Echternach se consignó el testimonio de la propia Hildegarda, donde dejó constancia que desde los tres años tuvo la visión de «una luz tal que mi alma tembló». Estos hechos continuaron aún durante los años en que estuvo bajo la instrucción de Judith quien, al parecer, tuvo conocimiento de ellos. Vivía estos episodios conscientemente, es decir, sin perder los sentidos ni sufrir éxtasis. Ella los describió como una gran luz en la que se presentaban imágenes, formas y colores; además iban acompañados de una voz que le explicaba lo que veía y, en algunos casos, de música.
En 1141, a la edad de cuarenta y dos años, sobrevino un episodio de visiones más fuerte, durante el cual recibió la orden sobrenatural de escribir las visiones que en adelante tuviese. A partir de entonces, Hildegarda escribió sus experiencias, que dieron como resultado el primer libro, llamado Scivias (Conoce los caminos), que no concluyó hasta 1151. Para tal fin, tomó como secretario y amanuense a uno de los monjes de Disibodenberg llamado Volmar y, como colaboradora, a una de sus monjas, llamada Ricardis de Stade.
No obstante, siguió teniendo reticencias para hacer públicas sus revelaciones y los textos resultantes de ellos, por lo que para disipar sus dudas recurrió a uno de los hombres más prominentes y con mayor reputación espiritual de su tiempo: Bernardo de Claraval, a quien dirigió una sentida carta pidiéndole consejo sobre la naturaleza de sus visiones y la pertinencia de hacerlas de conocimiento general. En dicha misiva, enviada hacia 1146, confesaba al ilustre monje cisterciense que lo había visto en una visión «como un hombre que veía directo al sol audaz y sin miedo», y al mismo tiempo que se atribuía a sí misma «debilidad» solicitaba su consejo:
[...]
Padre, estoy profundamente perturbada por una visión que se me ha aparecido por medio de una revelación divina y que no he visto con mis ojos carnales, sino solamente en mi espíritu. Desdichada, y aún más desdichada en mi condición mujeril, desde mi infancia he visto grandes maravillas que mi lengua no puede expresar, pero que el Espíritu de Dios me ha enseñado que debo creer. [...]
Por medio de esta visión, que tocó mi corazón y mi alma como una llama quemante, me fueron mostradas cosas profundísimas. Sin embargo, no recibí estas enseñanzas en alemán, en el cual nunca he tenido instrucción. Sé leer en el nivel más elemental, pero no comprenderlo plenamente. Por favor, dame tu opinión sobre estas cosas, porque soy ignorante y sin experiencia en las cosas materiales y solamente se me ha instruido interiormente en mí espíritu. De ahí mi habla vacilante. [...]
Hildegarda a Bernardo, abad de Claraval.

 

Fundadora

 

Santa Hildegarda y su comunidad de monjas en una miniatura del siglo XIII.
 
 
También en 1148 y sin haber concluido la redacción del Scivias, una visión la hizo concebir la idea de partir de Disibodenberg y marchar a un lugar «donde no había agua y donde nada era placentero» inspirándola así para la fundación de un monasterio en la colina de san Ruperto (Rupertsberg), cerca de Bingen al oeste del río Rin en la desembocadura del Nahe, para trasladar a la crecida comunidad y emanciparla de los monjes de Disibodenberg.
Sin embargo, Kuno, entonces abad de Disibodenberg, se opuso a su salida, lo que contrarió a la monja en gran medida, al punto de ocasionarle trastornos físicos, que fueron atribuidos a causas divinas:
Decían que había sido engañada por la vanidad. Cuando lo oí, mi corazón se afligió, mi carne y mis venas se secaron, y durante muchos días yací en cama.
Vita II, V
Ante esta situación intervino la marquesa Ricardis de Stade (Richardis von Stade), madre de la monja que servía de secretaria a Hildegarda, quien logró convencer a Enrique I, arzobispo de Maguncia (1142—1153), de que diera la autorización para la salida de las religiosas y la fundación del nuevo monasterio. Hacia 1150, se trasladó a Rupertsberg con cerca de veinte de sus monjas, obtuvo el permiso del conde Bernardo de Hildesheim, propietario del terreno elegido y fundó el monasterio de Rupertsberg, del cual se convirtió en abadesa.
Por esa época, su asistente y secretaria Ricardis la abandonó para convertirse en abadesa del convento de Bassum en Sajonia. Ello causó la tristeza y oposición de Hildegarda, que luego reflejaría en serias cartas de protesta al arzobispo Hartwig de Bremen, hermano de Ricardis, quien había influido para conseguir el cargo abacial; llegó a apelar hasta al papa, sin conseguir que la monja volviera. Ricardis murió al año de la separación.

Última batalla

 

La última situación crítica a la que tuvo que enfrentarse Hildegarda aconteció en 1178, cuando su comunidad dio sepultura en el cementerio conventual a un noble supuestamente excomulgado. Por la imposición de esta pena eclesiástica, el derecho canónico prohibía su entierro en suelo sagrado. Se pidió a Hildegarda que exhumara el cadáver. Ella se negó e incluso hizo desaparecer cualquier rastro del enterramiento para que nadie pudiera buscarlo. Sostuvo que había sido reconciliado con la Iglesia antes de morir. Los prelados de Maguncia, en ausencia del arzobispo Christian, que estaba en Roma, pusieron en entredicho al monasterio. Por él se prohibió el uso de las campanas, los instrumentos y los cantos en la vida y liturgia de Rupertsberg. Hildegarda se defendió escribiendo una carta de rico contenido doctrinal, donde recogía el significado teológico de la música. Cuando regresó el arzobispo en marzo de 1179, se presentaron testigos que apoyaban la versión de Hildegarda y fue levantado el entredicho.


Muerte y veneración

 

Reliquias de Hildegarda de Bingen en la Iglesia de Eibingen.
 
 
A los pocos meses de ser levantado el entredicho, el 17 de septiembre de 1179, a los 81 años de edad murió Hildegarda. Las crónicas hagiográficas cuentan que a la hora de su muerte aparecieron dos arcos muy brillantes y de diferentes colores que formaban una cruz en el cielo.42
Entre 1180 y 1190 el monje Teoderico de Echternach escribió la Vita (Vida) de Hildegarda, recogiendo pasajes autobiográficos que la monja había dejado y contado. Gregorio IX abrió el proceso de canonización en 1227, aunque no se concluyó. Fue reabierto por Inocencio IV en 1244, sin que tampoco en esta ocasión se llegase a concluir. Sin embargo, debido a la difusión de su culto se la inscribió en el Martirologio romano, incluyéndose además su nombre en algunas letanías; se extrajeron reliquias de su sepulcro; se celebró su fiesta litúrgica; se le atribuyeron milagros y sus representaciones pictóricas y escultóricas comenzaron a ser objeto de veneración.
Sus reliquias fueron conservadas en el convento de Rupertsberg hasta la destrucción de éste en 1632, durante la Guerra de los Treinta Años. Entonces fueron llevadas a Colonia y después a Ebingen donde se depositaron en la iglesia parroquial donde aún reposan.
En 1940 se aprobó oficialmente su celebración para las iglesias locales. Con motivo del 800 aniversario de su muerte, Juan Pablo II se refirió a ella como profetisa y santa. De la misma manera, en 2006, el papa Benedicto XVI también se refirió a Hildegarda como santa y la encomió como una de las grandes mujeres de la cristiandad junto con Catalina de Siena, Teresa de Ávila y la madre Teresa de Calcuta.
En el año 2010 el papa Benedicto XVI dedicó a Hildegarda las Audiencias Generales del 1 y 8 de septiembre, dentro del marco de una serie de catequesis sobre escritores cristianos, siendo la primera mujer presentada en estas catequesis; recordó, entre otras cosas, que los contemporáneos de Hildegarda la consideraron con el título de "profetisa teutónica" y puntualizó el valor teológico de sus escritos y enseñanzas.
En diciembre de 2011, el papa Benedicto XVI anunció su decisión de otorgar a santa Hildegarda el título de "Doctora de la Iglesia". El 10 de mayo de 2012 procedió a inscribirla en el catálogo de los santos y extender su culto litúrgico a la Iglesia universal, en una "canonización equivalente". El 27 de mayo de 2012 durante el rezo del Regina Caeli del día de Pentecostés, el papa determinó la fecha para la proclamación como Doctora. El 7 de octubre de 2012, durante la misa de apertura del Sínodo de los obispos en la Basílica de San Pedro en Roma, se realizó la proclamación oficial por el cual se le concedió el título de Doctora para la Iglesia Universal junto con san Juan de Ávila por el papa Benedicto XVI.
Hildegarda también es venerada por algunas de las Iglesias que conforman la Comunión anglicana, entre ellas la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia episcopal escocesa. Tanto en la Iglesia católica como en la Comunión anglicana se la celebra el 17 de septiembre.
La iconografía religiosa de Hildegarda es escasa, probablemente porque su culto fue local por bastante tiempo. Se la retrata con los atributos propios de una abadesa de la orden de san Benito: báculo abacial y hábito benedictino con velo negro y blanco; sus representaciones más antiguas reproducen la manera en que aparece en las miniaturas de sus escritos: sentada con un estilo en la mano en actitud de escribir sobre un par de tablillas o dictando a un monje, con cinco flamas alrededor de la cabeza representando la visión divina. Más tarde se cambia el estilo por una pluma de ave, con algún pergamino o libro en la mano — comúnmente el Scivias — y algún instrumento musical.

Obras musicales

 

Vista parcial del folio 0466r del Códice de Wiesbaden (Riesencodex) con la notación del canto «O vis eternitatis» de Symphonia armonie celestium revelationum.
 
 
O frondens virga
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Del auto sacramental Ordo Virtutum, de Hildegarda de Bingen.
Su letra reza:
O frondens virga,/
In tua nobilitate stans,/
sicut aurora procedit./
Nunc gaude et laetare et nos debiles dignare/
a mala consuetudine liberare,/
atque manum tuam porrige ad erigendum nos.


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Lo prolífico de la obra musical de Hildegarda permite establecer la importancia que para la sibila del Rin tuvieron la música y el canto. Tal importancia se puso de manifiesto en la carta escrita a la curia de Maguncia, dictada tras el entredicho interpuesto con ocasión del conflicto derivado de que la abadesa diera sepultura a un hombre supuestamente excomulgado y por el cual se prohibió a su comunidad cantar el salterio y tener misa.
En dicha misiva, tras declararse dispuesta a obedecer las medidas impuestas y partiendo de una cita del salmo 150, Hildegarda explica que el canto es una manifestación del espíritu divino en el hombre, que con ello recuerda vagamente la bienaventuranza de Adán en el paraíso, quien participaba de la voz y el canto de los ángeles en alabanza a Dios. Los profetas, a quienes Dios les otorgaba una gracia extraordinaria habían compuesto cantos y creado instrumentos entreviendo el pasado beatífico de la humanidad. De hecho, los instrumentos musicales, al ser tocados con los dedos recordaban a Adán mismo creado por el «dedo de Dios».
La alabanza a Dios dentro de la Iglesia tiene su origen en el Espíritu Santo y es conforme a la armonía celeste:75
El cuerpo es verdadero vestido del espíritu, el cual posee una voz viviente, para que de esta manera el cuerpo con el alma, use su voz para cantar las alabanzas de Dios
Ep. XXIII, PL CXCVII, Migne, 1855.
Si bien emplea la técnica monofónica, el melisma y la notación propias de su época, la música hildegardiana se diferencia por el uso de amplios rangos tonales, que exigen a la cantante o al coro subir a agudos intensos estando en una nota intermedia o baja. Contrae frases melódicas que impulsan a la voz a ser más rápida para luego ralentizarse. Usa igualmente intervalos de cuarta y quinta, cuando el canto de su época rara vez pasaba de terceras.
La totalidad de las obras musicales de la profetisa teutona fueron creadas para las necesidades litúrgicas de su propia comunidad, así como para la didáctica teológico-moral en el caso del Ordo Virtutum.
Hildegarda compuso setenta y ocho obras musicales, agrupadas en Symphonia armonie celestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes): 43 antífonas, 18 responsorios, 4 himnos, 7 secuencias, 2 sinfonías (con el significado propio del siglo XII), 1 aleluya, 1 kyrie, 1 pieza libre y 1 oratorio (fascinante, pues el oratorio se inventó en el siglo XVII). Además, compuso un auto sacramental musicalizado llamado Ordo Virtutum ("Orden de las virtudes", en latín), sobre las virtudes.  



  • 1) Ave generosa
  • 2) Ave Maria
  • 3) Columba aspexit
  • 4) Cum erebuerint
  • 5) Cum processit factura
  • 6) Cum vox sanguinis
  • 7) Favus distillans
  • 8) Hodie aperuit
  • 9) In Matutinis laudibus (Aer enim volat)
  • 10) In Matutinis laudibus (De Patria etiam earum)
  • 11) In Matutinis laudibus (Deus enim)
  • 12) In Matutinis laudibus (Deus enim rorem)
  • 13) In Matutinis laudibus (Et ideo puelle iste)
  • 14) In Matutinis laudibus (Sed diabolus)
  • 15) In Matutinis laudibus (Studium divinitatis)
  • 16) In Matutinis laudibus (Unde quocumque venientes)
  • 17) Karitas habundat
  • 18) Kyrie
  • 19) Laus Trinitati
  • 20) Mathias sanctus
  • 21) Nunc gaudeant
  • 22) O beata infantia
  • 23) O beatissime Ruperte
  • 24) O Bonifaci
  • 25) O choruscans stellarum
  • 26) O clarissima mater
  • 27) O cohors milicie floris
  • 28) O cruor sanguinis
  • 29) O dulcis electe
  • 30) O dulcissime amator
  • 31) O Ecclesia
  • 32) O eterne Deus
  • 33) O Euchari columba
  • 34) O Euchari in leta via
  • 35) O felix anima
  • 36) O felix apparicio
  • 37) O frondens virga
  • 38) O gloriosissimi lux vivens angeli
  • 39) O Ierusalem
  • 40) O ignee Spiritus
  • 41) O ignis Spiritus Paracliti
  • 42) O lucidissima apostolorum turba
  • 43) O magne Pater
  • 44) O mirum admirandum
  • 45) O nobilissima viriditas
  • 46) O orzchis Ecclesia
  • 47) O pastor animarum
  • 48) O Pater omnium
  • 49) O presul vere civitatis
  • 50) O pulcre facies
  • 51) O quam magnum miraculum
  • 52) O quam mirabilis
  • 53) O quam preciosa
  • 54) O rubor sanguinis
  • 55) O spectabiles viri
  • 56) O speculum columbe
  • 57) O splendissima gemma
  • 58) O successores
  • 59) O tu illustrata
  • 60) O tu suavissima virga
  • 61) O victoriosissima triumphatores
  • 62) O virga ac diadema
  • 63) O virga mediatrix
  • 64) O virgo Ecclesia
  • 65) O viridissima virga
  • 66) O viriditas digiti Dei
  • 67) O virtus Sapientie
  • 68) O vis eternitatis
  • 69) O vos angeli
  • 70) O vos felices radices
  • 71) O vos imitatores
  • 72) Ordo Virtutum
  • 73) Quia ergo femina
  • 74) Quia felix puericia
  • 75) Rex noster promptus est
  • 76) Spiritui Sancto
  • 77) Spiritus sanctus vivificans vita
  • 78) Vos flores rosarum

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