dimecres, 15 d’abril del 2015

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En Montjuïc, en el contexto histórico de la dictadura de Primo de Rivera y en el marco de la Exposición Internacional de 1929, se decidió la construir un Pueblo Español (Poble Espanyol), que se convirtió en una síntesis de la arquitectura y del trabajo artesanal de España. Tenía que ser derribado al finalizar el acontecimiento, pero finalmente se decidió conservarlo, dado el impacto que tuvo y de las múltiples voces que se alzaron en contra de su destrucción. 

Se proyectó con la idea de que fuera un conjunto de edificaciones extraídas de la arquitectura popular española que se unirían formando una especie collage. Los constructores del recinto -los arquitectos Ramon Reventós y Francesc Folguera y los artistas Xavier Nogués y Miquel Utrillo- pretendieron hacer un pueblo donde estarían reproducidos edificios representativos de las diferentes regiones de España.


Los cuatro profesionales realizaron diferentes viajes por la península para recoger material iconográfico. Durante el recorrido, hicieron centenares de fotografías, anotaciones y dibujos que les permitieron escoger lo que mejor se adaptaba a la idea que querían plasmar. En total, los “turistas” visitaron mil seiscientas poblaciones.
En el Poble no se pretendía reunir una colección de obras maestras de la arquitectura española, sino que se trataba de construir un recinto que fuera una síntesis de la España monumental. Era una manera de tener España dentro de Cataluña.
En este sentido, el comentario, ya clásico, que interpreta el conjunto dándole una connotación política españolista, se fundamenta en la idea que sostiene que el Poble responde a la imagen extendida durante la Dictadura de Primo de Rivera según la cual se pretendía que Cataluña estuviera implicada en la historia de España.
Soledad Bengoechea
Historiadora


El Poble durante el franquismo

Mientras el franquismo persistía, la utilización del Poble en pro del discurso españolista (violentamente anticatalanista), llegó a su máxima expresión. En esta época, desde sectores cercanos al régimen, la unidad orgánica del Estado español que, en el terreno de la arquitectura el conjunto consigue alcanzar, trató de ser utilizado para esgrimir el lema de la “unidad de la Patria”.
Asimismo, en la gestación del recinto hay algunos aspectos que no acaban de cuadrar en esta afirmación que asegura que el conjunto fue una idea de la dictadura y que, como tal, responde a un proyecto de carácter españolista. Entre otras cosas, el proyecto estaba diseñado desde hacía tiempo y, además, la filosofía del Poble Espanyol no fue una invención muy original, pues la idea de recrear la arquitectura regional de un país en una exposición no era nueva. En diferentes países de Europa, así como en América del Norte y del Sur, a finales del siglo XIX apareció un movimiento neorromántico que supuso la valoración de las arquitecturas regionales o vernaculares, concretamente de la casa típica de cada región. Tal vez el mejor exponente y la culminación de esta tendencia en España sería el Poble Espanyol.


Durante la Guerra Civil

Durante los años de la Guerra Civil el Poble fue perdiendo su vocación festiva y dejó de recibir visitantes entusiastas y curiosos. La pátina de realidad idílica que lo rodeaba fue barrida por la realidad bélica, que convirtió al recinto en un escenario más de la conflagración. En el que, con toda seguridad, es el período más desconocido de su historia, el conjunto se convirtió en un campo de internamiento de prisioneros.
En estos trágicos años de la guerra, el Poble sirvió de musa para dos cineastas. Max Aub y André Malraux rodaron aquí la película Sierra de Teruel (L’Espoir), que versa sobre la Guerra Civil española. Sacaron un gran partido del recinto, donde rodaron diversas escenas ambientadas en pueblos.

El Poble hoy en día

El Poble no sólo no fue derribado cuando finalizó la Exposición, sino que ha sobrepasado los cincuenta años de vida que algunos observadores de la época le pronosticaron.
Actualmente, el recinto -considerado museo arquitectónico- es escenario de actos muy diversos, ofreciéndose como un espacio para la vida barcelonesa, además de mantener su vocación inicial de mostrar a través de una visita a un pueblo, la diversidad de la arquitectura española.

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