En Montjuïc, en el contexto histórico de la dictadura de Primo de Rivera y en el marco de la Exposición Internacional de 1929, se decidió la construir un Pueblo Español (Poble Espanyol), que se convirtió en una síntesis de la arquitectura y del trabajo artesanal de España. Tenía que ser derribado al finalizar el acontecimiento, pero finalmente se decidió conservarlo, dado el impacto que tuvo y de las múltiples voces que se alzaron en contra de su destrucción.
Se proyectó con la idea de que fuera un conjunto de edificaciones extraídas de la arquitectura popular española que se unirían formando una especie collage. Los constructores del recinto -los arquitectos Ramon Reventós y Francesc Folguera y los artistas Xavier Nogués y Miquel Utrillo- pretendieron hacer un pueblo donde estarían reproducidos edificios representativos de las diferentes regiones de España.
Los cuatro profesionales realizaron diferentes viajes por la
península para recoger material iconográfico. Durante el recorrido,
hicieron centenares de fotografías, anotaciones y dibujos que les
permitieron escoger lo que mejor se adaptaba a la idea que querían
plasmar. En total, los “turistas” visitaron mil seiscientas poblaciones.
En el Poble no se pretendía reunir una colección de obras maestras de
la arquitectura española, sino que se trataba de construir un recinto
que fuera una síntesis de la España monumental. Era una manera de tener
España dentro de Cataluña.
En este sentido, el comentario, ya clásico, que interpreta el
conjunto dándole una connotación política españolista, se fundamenta en
la idea que sostiene que el Poble responde a la imagen extendida durante
la Dictadura de Primo de Rivera según la cual se pretendía que Cataluña
estuviera implicada en la historia de España.
Soledad Bengoechea
Historiadora
Historiadora
El Poble durante el franquismo
Mientras el franquismo persistía, la utilización del Poble en pro del
discurso españolista (violentamente anticatalanista), llegó a su máxima
expresión. En esta época, desde sectores cercanos al régimen, la unidad
orgánica del Estado español que, en el terreno de la arquitectura el
conjunto consigue alcanzar, trató de ser utilizado para esgrimir el lema
de la “unidad de la Patria”.
Asimismo, en la gestación del recinto hay algunos aspectos que no
acaban de cuadrar en esta afirmación que asegura que el conjunto fue una
idea de la dictadura y que, como tal, responde a un proyecto de
carácter españolista. Entre otras cosas, el proyecto estaba diseñado
desde hacía tiempo y, además, la filosofía del Poble Espanyol no fue una
invención muy original, pues la idea de recrear la arquitectura
regional de un país en una exposición no era nueva. En diferentes países
de Europa, así como en América del Norte y del Sur, a finales del siglo
XIX apareció un movimiento neorromántico que supuso la valoración de
las arquitecturas regionales o vernaculares, concretamente de la casa
típica de cada región. Tal vez el mejor exponente y la culminación de
esta tendencia en España sería el Poble Espanyol.
Durante la Guerra Civil
Durante los años de la Guerra Civil el Poble fue perdiendo su
vocación festiva y dejó de recibir visitantes entusiastas y curiosos. La
pátina de realidad idílica que lo rodeaba fue barrida por la realidad
bélica, que convirtió al recinto en un escenario más de la
conflagración. En el que, con toda seguridad, es el período más
desconocido de su historia, el conjunto se convirtió en un campo de
internamiento de prisioneros.
En estos trágicos años de la guerra, el Poble sirvió de musa para dos
cineastas. Max Aub y André Malraux rodaron aquí la película Sierra de
Teruel (L’Espoir), que versa sobre la Guerra Civil española. Sacaron un
gran partido del recinto, donde rodaron diversas escenas ambientadas en
pueblos.
El Poble hoy en día
El Poble no sólo no fue derribado cuando finalizó la Exposición, sino
que ha sobrepasado los cincuenta años de vida que algunos observadores
de la época le pronosticaron.
Actualmente, el recinto -considerado museo arquitectónico- es
escenario de actos muy diversos, ofreciéndose como un espacio para la
vida barcelonesa, además de mantener su vocación inicial de mostrar a
través de una visita a un pueblo, la diversidad de la arquitectura
española.
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