dilluns, 18 de juny del 2018

UNA POETISA MALLORQUINA ...

Maria Antònia Salvà y Ripoll (Palma, Mallorca, 4 de noviembre de 1869 - Llucmajor, Mallorca, 29 de enero de 1958) fue una poetisa mallorquina, hermana de Francisco Salvà y de Antoni Salvà. Considerada la primera poeta moderna en lengua catalana, está vinculada a la Renaixença mallorquina. Escribió poemarios como Espigas en flor (1926), El regreso (1934) y Luneta del campesino (1952) y libros de prosa como Viaje a Oriente (1907) y Entre el recuerdo y la añoranza (1955).
 
Biografía


Huérfana de madre a los pocos meses de nacer, Maria Antònia Salvà y su hermano Antoni (1878-1949), quedaron a cargo de unas tías en Llucmajor, mientras su padre se instalaba en Palma con el hijo mayor, Francisco (1867-1950). Desde la cuna convive con la poesía popular de los glosadores. En el libro de memorias Entre el recuerdo y la añoranza escribe: "Mi afición a los versos y al cancionero, casi se podría decir que es innata en mí. Mi nodriza, Flauta de apodo, solía decir que, cuando me destetó , ya sabía una sarta de canciones. "
A la edad de seis años se reúne con su padre en Palma y es educada en el Colegio de la Pureza. A los 14 o 15 años ya escribe poemas en catalán. En los poemas autobiográficos, muestra la conciencia de excepcionalidad con que deberá vivir su escritura durante la juventud y la primera madurez por el hecho de ser mujer.  A los dieciséis años vuelve a Llucmajor, donde alterna su estancia entre la Posada de la Llapassa (en la calle Rey Jaime I de Llucmajor) y la posesión de la Llapassa. En Palma, sin embargo, puede dar alas a su vocación a través de las relaciones de su padre. Conoce los intelectuales de la Renaixença mallorquina y la poesía romántica. José María Quadrado, Pedro de Alcántara Peña y, sobre todo, las familias Costa y Llobera y Ferrà, que marcarán su trayectoria literaria. Miquel Costa i Llobera se convierte en su mentor. En 1893 la da a conocer a las revistas de Cataluña y sigue su proceso literario hasta la publicación del primer libro, Poesías, de 1910. Al mismo tiempo María Antonia Salvá entra en contacto con el Principado a través del joven Josep Carner y su nombre es reclamado en las revistas novecentistas. Salvá también escribe prosa -un dietario sobre el viaje a Tierra Santa que hace en 1907 junto con Miquel Costa y Llobera- y traduce. Su nombre invariablemente unido al de Frederic Mistral por sus magníficas traducciones del poeta provenzal, sobre todo por Mireia (1917), que la convierte en la primera traductora literaria de la época moderna. Después amplía las traducciones al francés y, sobre todo, al italiano. Incorpora el corpus literario catalán nombres clave como Francis Jammes, Alessandro Manzoni y Giovanni Pascoli.
En 1918 recibe un homenaje en Palma por parte de los escritores mallorquines. Presidido por Joan Alcover, se añaden los poetas de las otras tierras catalanas. En los años veinte encuentra su voz lírica más madura, en la línea postsimbolista, cercana a Marià Manent. La poesía de Salvà va ligada a la contemplación de la naturaleza de su paisaje nativo. En 1935 preside los Juegos Florales de Mallorca. En su discurso defiende la unidad de la lengua catalana por la que luchó siempre, aunque por un momento, en 1939, se manifestó a favor de la ideología franquista por mor de su religiosidad. Fue uno de los firmantes de la Respuesta a los Catalanes, en junio de 1936. Además de Josep Carner, que la consideró una poeta extraordinaria y trabajó para divulgar su obra, su interlocutor personal y literario más íntimo fue Miquel Ferrà "en quien tenía puesta una plena, ilimitada confianza ".
En 1948 la editorial Moll inicia la publicación de las Obras completas tras superar los obstáculos de la censura franquista. Esto ha hecho que algunas traducciones hayan permanecido inéditas durante décadas. Salvá fue un referente para las nuevas generaciones que en los años cuarenta y cincuenta la visitaban en Llucmajor. Murió a la edad de 88 años. 




Estilo
 

Josep Maria Llompart dice de ella: "Se ha dicho que no puede ser causal que la más alta figura de la escuela mallorquina haya sido una mujer. El gusto por los motivos, por el aseo, por el tono menor y delicado, unido a la sensibilidad enyorosa e inconcreta, suele considerarse como una calidad femenina. y esta calidad, típica de la escuela, define sustancialmente la poesía de María Antonia. "
Xesca Ensenyat dice: "No tiene ningún ideario estético ni pretensiones intelectuales. Es una poesía de la anécdota cotidiana que enlaza con el ruralismo, que es una constante dentro de la literatura catalana desde el renacimiento."
Carner dice: "Aseo angélico, complacencia íntima de cada cosa en su lugar, de cada emoción en una música avenida y oportuna. María Antonia nos hace más próxima o más sensibilizada aquella identificación con la belleza: splendor ordinis (el esplendor de el orden). Rezuma cielo. Cualquier indicio de pulcritud y de gracia hace vibrar la deliciosa gratitud de su corazón. María Antonia repliega botadura aquella especie de cata suprasensible que el amor nos hace encontrar en los ratos fugaces. Esto tempera de suavidad la su alegría y su pesar y da a su voz una especie de caricia y hace que su espontaneidad, nutrida de visiones selectos, se produzca en gracia, y sus estrofas, como diría el pueblo, no parezcan tocadas. "





 
Obra

Su obra se centra especialmente en el paisaje, pero en los poemas autobiográficos muestra la conciencia de que su escritura se verá condicionada por el hecho de ser mujer. En 1893 ya se habían hecho avances en cuanto a la condición femenina. Al principio de la era industrial se revaloriza la educación y se reconoce la labor de la mujer como educadora de los hijos. Se dignifica el papel de la madre pero a la vez se la coloca en una posición dependiente, conceptualizando-la como ser amoroso cuya tarea es amar y sacrificarse por su hombre y familia. Las mismas escritoras aceptan este rol doméstico, aceptan el hecho de que su escritura siempre ocupará una posición secundaria frente a las tareas del hogar. Con estas restricciones, el entorno admite la mujer poeta. Las escritoras catalanas buscan la consideración entre los patricios catalanes de la Renaixença y menudo defienden ellas mismas este modelo de mujer beata y dulce (Maria Josepa Massanés, a pesar de haber sido clave en la defensa de la emancipación intelectual de la mujer, limita los beneficios de la educación femenina en la domesticidad y describe peyorativamente aquellas que abandonan el hogar por la pluma en ejercicio de su independencia (perfil encarnado en la escritora Aurore Dupin, conocida como George Sand) en su poema a una literata . Agna Valldaura, Victoria Peña y Joaquina Santa María también son de esta opinión; compartirla suponía la aceptación del círculo cultural formado en mayoría por católicos cultos y conservadores, aunque a menudo suponen el ahogo de la propia obra. Se instaba a las mujeres a agradecer a Dios la capacidad de crear poesía ya no buscar vanidad personal ni a actuar en la esfera pública, puesto que su lugar es el hogar donde tendrán "el calor de amor que en la familia encuentra [la mujer]. Allí vive, cerca del esposo, rodeada de hijos ".
Así se creaban menudo contradicciones introspectivas en las escritoras, que debían reivindicarse como tales y a la hora incluirse en este papel pasivo. María Antonia admiraba la figura de Santa Teresa del Niño Jesús, personaje admirado por la fuerte personalidad y carga terrenal, para tener una vida atribulada, y abandona pronto una posición que podía haber hecho continuadora de la domesticidad. Carner decía de ella que "el mundo exterior le es dócil: es el alfabeto, el teclado - la seda de bordar, si voleu- de las propias emociones". (Publicó en 1957 una extensa Antología poética sobre la autora, precedida de un importante estudio crítico sobre su obra.) Salvà configura su modelo de poeta a partir de la aridez, de la fortaleza conseguida en saber amoldar su afán de libertad. Su obra se convierte en fuente de introspección. Las composiciones comienzan a cobrar vida propia alejadas de la mirada externa, ornamentalmente masculina, del intruso que les daba, hasta ahora, la razón de su existencia. Su temática floral no es una vía fácil de expresión si nos atenemos a la temática y el registro autoimpuesto de hacer hablar lo más nimio y pequeño, pero así consigue desligarse de lo intrínsecamente femenino (a menudo se ha querido interpretar en los poemas de María Antonia una doble lectura, un simbolismo) con respecto a la temática sin perder la apariencia en el estilo. A grandes rasgos, la voz poética de María Antonia hace una evolución clara hasta los años treinta y deviene progresivamente mirada al pasado y expresión de su biografía en las décadas sucesivas.
Sobresalen las composiciones escritas en los últimos años del siglo XIX en que se establece relación

entre el recuerdo de un hecho real y la plasmación de la naturaleza. Los poemas cantan un amor tierno, que tiene el poder de transformar las cosas habituales. Es la primera vez que una poeta habla sobre el mismo deseo, como síntoma y prueba del largo recorrido que se ha producido desde que Josepa Massanés daba a conocer su primer poemario sesenta años antes. Salvá aleja definitivamente de la expresión estereotipada de la belleza femenina; las flores se convierten en el correlato del deseo de una mujer, en una línea de interiorización que también revela, años más tarde, la obra de Rosa Leveroni. Son destacables los poemas inéditos, probablemente escritos en 1898 Sembrando un caballero y Desil·lusió.Obres propias Juegos de niños (1903) Viaje a Oriente (1907) Publicado en 1989 Poesías (1910) Espigas en flor (1926) La rosa en la nieve (1931) (Juegos Florales de Barcelona, ​​1º accésit a la Englantina de oro) Mistral (1932) (Juegos Florales de Barcelona)  de cara al porvenir. Mireio (1932) (Juegos Florales de Barcelona)  El regreso (1934) Golosinas y juguetes (1946) Cielo de tarde (1948) Luneta del campesino (1952) Entre el recuerdo y la añoranza (1955), prosa autobiográfica

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