Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 29 de septiembre de 1547-Madrid, 22 de abril de 1616) fue un soldado, novelista, poeta y dramaturgo español.
Es considerado una de las máximas figuras de la literatura española y universalmente conocido por haber escrito Don Quijote de la Mancha, que muchos críticos han descrito como la primera novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal, además de ser el libro más editado y traducido de la historia, sólo superado por la Biblia. Se le ha dado el sobrenombre de «Príncipe de los Ingenios».
Vida
Infancia y juventud
Desde el siglo XVIII está admitido que el lugar de nacimiento de Miguel de Cervantes fue Alcalá de Henares, dado que allí fue bautizado, según su acta bautismal, y que de allí manifestó ser natural en la llamada Información de Argel (1580). El día exacto de su nacimiento es menos seguro, aunque lo normal es que naciera el 29 de septiembre, fecha en que se celebra la fiesta del arcángel San Miguel, dada la tradición de recibir el nombre del santoral del día del nacimiento. Miguel de Cervantes fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la parroquia de Santa María la Mayor. El acta del bautizo reza:
Domingo, nueve días del mes de octubre, año del Señor de mill e quinientos e quarenta e siete años, fue baptizado Miguel, hijo de Rodrigo Cervantes e su mujer doña Leonor. Baptizóle el reverendo señor Bartolomé Serrano, cura de Nuestra Señora. Testigos, Baltasar Vázquez, Sacristán, e yo, que le bapticé e firme de mi nombre. Bachiller Serrano.
Sus abuelos paternos fueron el licenciado en leyes Juan de Cervantes y doña Leonor de Torreblanca, hija de Juan Luis de Torreblanca, un médico cordobés; su padre se llamaba Rodrigo de Cervantes (1509-1585) y nació en Alcalá de Henares
porque su padre tenía entonces trabajo allí; fue cirujano, oficio más
parecido al actual practicante que a nuestra idea de médico, y padecía
desde niño una extrema sordera, por lo que sus hijos solían acompañarlo a
menudo para actuar como intérpretes; Krzysztof Sliwa
aporta un documento por el que se sabe que Miguel de Cervantes hizo al
menos una vez de intérprete de su padre; don Rodrigo no pudo seguir
estudios continuados a causa de su sordera y el carácter inquieto,
movedizo e itinerante de su familia, que llegó a moverse entre Córdoba,
Sevilla, Toledo, Cuenca, Alcalá de Henares, Guadalajara y Valladolid,
que sepamos; sin embargo aprendió cirugía de su abuelo materno cordobés y
el padrastro, también médico, que lo sucedió, sin contar con un título
oficial. Según Américo Castro, Daniel Eisenberg y otros cervantistas, Cervantes posee ascendencia conversa por ambas líneas familiares. Por el contrario, Jean Canavaggio afirma que no está probado, y lo compara con los documentos que apoyan esta ascendencia sin lugar a dudas para Mateo Alemán;
en todo caso, la familia Cervantes estaba muy bien considerada en
Córdoba y ostentaba allí y en sus cercanías cargos importantes. Rodrigo
casó con Leonor de Cortinas, de la cual apenas se sabe nada, excepto que era natural de Arganda del Rey.Sus hermanos fueron Andrés (1543), Andrea (1544), Luisa (1546), que llegó a ser priora de un convento carmelita; Rodrigo (1550), también soldado, que le acompañó en el cautiverio argelino; Magdalena (1554) y Juan, sólo conocido porque su padre lo menciona en el testamento.
Hacia 1551, Rodrigo de Cervantes se trasladó con su familia a Valladolid. Por deudas, estuvo preso varios meses y sus bienes fueron embargados. En 1556 se dirigió a Córdoba para recoger la herencia de Juan de Cervantes, abuelo del escritor, y huir de los acreedores.
No existen datos precisos sobre los primeros estudios de Miguel de
Cervantes, que, sin duda, no llegaron a ser universitarios. Parece ser
que pudo haber estudiado en Valladolid, Córdoba o Sevilla. También es posible que estudiara en la Compañía de Jesús, ya que en la novela El coloquio de los perros elabora una descripción de un colegio de jesuitas que parece una alusión a su vida estudiantil.
En 1566 se establece en Madrid. Asiste al Estudio de la Villa, regentado por el catedrático de gramática Juan López de Hoyos, quien en 1569 publicó un libro sobre la enfermedad y muerte de la reina doña Isabel de Valois, la tercera esposa de Felipe II. López de Hoyos incluye en ese libro dos poesías de Cervantes, nuestro caro y amado discípulo.
Esas son sus primeras manifestaciones literarias. En estos años
Cervantes se aficionó al teatro viendo las representaciones de Lope de Rueda y, según declara en la segunda parte del Quijote, al parecer por boca del personaje principal, «se le iban los ojos tras la farándula».
Viaje a Italia y la batalla de Lepanto
Se ha conservado una providencia de Felipe II que data de 1569,
donde manda prender a Miguel de Cervantes, acusado de herir en un duelo
a un tal Antonio Sigura, maestro de obras. Si se tratara realmente de
Cervantes, ése podría ser el motivo que le hizo pasar a Italia. Llegó a Roma en diciembre del mismo año. Allí leyó los poemas caballerescos de Ludovico Ariosto y los Diálogos de amor del judío sefardita León Hebreo
(Yehuda Abrabanel), de inspiración neoplatónica, que influirán sobre su
idea del amor. Cervantes se imbuye del estilo y del arte italianos, y
guardará siempre un gratísimo recuerdo de aquellos estados, que aparece,
por ejemplo, en El licenciado Vidriera, una de sus Novelas ejemplares, y se deja sentir en diversas alusiones de sus otras obras.
Se pone al servicio de Giulio Acquaviva, que será cardenal en 1570, y a quien, probablemente, conoció en Madrid. Le siguió por Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara. Pronto lo dejará para ocupar la plaza de soldado en la compañía del capitán Diego de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada. Embarcó en la galera Marquesa. El 7 de octubre de 1571 participó en la batalla de Lepanto,
«la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni
esperan ver los venideros», formando parte de la armada cristiana,
dirigida por don Juan de Austria, «hijo del rayo de la guerra Carlos V, de felice memoria», y hermanastro del rey, y donde participaba uno de los más famosos marinos de la época, el marqués de Santa Cruz, que residía en La Mancha, en Viso del Marqués. En una información legal elaborada ocho años más tarde se dice:
Cuando se reconosció el armada del Turco, en la dicha batalla naval, el dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura, y el dicho capitán... y otros muchos amigos suyos le dijeron que, pues estaba enfermo y con calentura, que estuviese quedó abajo en la cámara de la galera; y el dicho Miguel de Cervantes respondió que qué dirían de él, y que no hacía lo que debía, y que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so cubierta, y que con su salud... Y peleó como valente soldado con los dichos turcos en la dicha batalla en el lugar del esquife, como su capitán lo mandó y le dio orden, con otros soldados. Y acabada la batalla, como el señor don Juan supo y entendió cuán bien lo había hecho y peleado el dicho Miguel de Cervantes, le acrescentó y le dio cuatro ducados más de su paga... De la dicha batalla naval salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, de que quedó estropeado de la dicha mano.
De ahí procede el apodo de Manco de Lepanto. La mano izquierda
no le fue cortada, sino que se le anquilosó al perder el movimiento de
la misma cuando un trozo de plomo le seccionó un nervio. Aquellas
heridas no debieron ser demasiado graves, pues, tras seis meses de
permanencia en un hospital de Messina, Cervantes reanudó su vida militar, en 1572. Tomó parte en las expediciones navales de Navarino (1572), Corfú, Bizerta y Túnez (1573). En todas ellas bajo el mando del capitán Manuel Ponce de León y en el tercio de Lope de Figueroa, que aparece en El alcalde de Zalamea, de Pedro Calderón de la Barca.
Después, recorrería las principales ciudades de Sicilia, Cerdeña, Génova y la Lombardía. Permaneció finalmente dos años en Nápoles, hasta 1575.
Cervantes siempre se mostró muy orgulloso de haber luchado en la
batalla de Lepanto, que para él fue, como escribió en el prólogo de la
segunda parte del Quijote, la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.
Cautiverio en Argel
Durante su regreso desde Nápoles a España, a bordo de la galera Sol, una flotilla turca comandada por Mami Arnaute hizo presos a Miguel y a su hermano Rodrigo, el 26 de septiembre de 1575. Fueron capturados a la altura de Cadaqués de Rosas o Palamós, en la actualidad llamada Costa Brava, y llevados a Argel. Cervantes es adjudicado como esclavo al renegado griego Dali Mamí. El hecho de habérsele encontrado en su poder las cartas de recomendación que llevaba de don Juan de Austria y del Duque de Sessa,
hizo pensar a sus captores que Cervantes era una persona muy
importante, y por quien podrían conseguir un buen rescate. Pidieron
quinientos escudos de oro por su libertad.
En los cinco años de aprisionamiento, Cervantes, un hombre con un
fuerte espíritu y motivación, trató de escapar en cuatro ocasiones. Para
evitar represalias en sus compañeros de cautiverio, se hizo responsable
de todo ante sus enemigos. Prefirió la tortura a la delación. Gracias a
la información oficial y al libro de fray Diego de Haedo Topografía e historia general de Argel (1612), tenemos posesión de noticias importantes sobre el cautiverio. Tales notas se complementan con sus comedias Los tratos de Argel; Los baños de Argel y el relato de la historia del Cautivo, que se incluye en la primera parte del Quijote,
entre los capítulos 39 y 41. Sin embargo, desde hace tiempo se sabe que
la obra publicada por Haedo no era suya, algo que él mismo ya reconoce.
Según Emilio Sola, su autor fue Antonio de Sosa, benedictino compañero
de cautiverio de Cervantes y dialoguista de la misma obra. Daniel
Eisenberg ha propuesto que la obra no es de Sosa, quien no era escritor,
sino del gran escritor cautivo en Argel, con cuyos escritos la obra de
Haedo muestra muy extensas semejanzas. A ser cierto, la obra de Haedo
deja de ser confirmación independiente de la conducta cervantina en
Argel, sino uno más de los escritos del mismo Cervantes que ensalzan su
heroísmo.
El primer intento de fuga fracasó, porque el moro que tenía que conducir a Cervantes y a sus compañeros a Orán
los abandonó en la primera jornada. Los presos tuvieron que regresar a
Argel, donde fueron encadenados y vigilados más que antes. Mientras
tanto, la madre de Cervantes había conseguido reunir cierta cantidad de
ducados, con la esperanza de poder rescatar a sus dos hijos. En 1577
se concertaron los tratos, pero la cantidad no era suficiente para
rescatar a los dos. Miguel prefirió que fuera puesto en libertad su
hermano Rodrigo, quien regresó a España. Rodrigo llevaba un plan
elaborado por su hermano para liberarlo a él y a sus catorce o quince
compañeros más. Cervantes se reunió con los otros presos en una cueva oculta,
en espera de una galera española que vendría a recogerlos. La galera,
efectivamente, llegó e intentó acercarse por dos veces a la playa; pero,
finalmente, fue apresada. Los cristianos escondidos en la cueva también
fueron descubiertos, debido a la delación de un cómplice traidor,
apodado El Dorador. Cervantes se declaró como único responsable de organizar la evasión e inducir a sus compañeros. El bey (gobernador turco) de Argel, Azán Bajá,
lo encerró en su «baño» o presidio, cargado de cadenas, donde
permaneció durante cinco meses. El tercer intento lo trazó Cervantes con
la finalidad de llegar por tierra hasta Orán. Envió allí a un moro fiel
con cartas para Martín de Córdoba,
general de aquella plaza, explicándole el plan y pidiéndole guías. Sin
embargo, el mensajero fue preso y las cartas descubiertas. En ellas se
demostraba que era el propio Miguel de Cervantes quien lo había tramado
todo. Fue condenado a recibir dos mil palos, sentencia que no se cumplió
porque muchos fueron los que intercedieron por él. El último intento de
escapar se produjo gracias a una importante suma de dinero que le
entregó un mercader valenciano que estaba en Argel. Cervantes adquirió
una fragata capaz de transportar a sesenta cautivos cristianos. Cuando
todo estaba a punto de solucionarse, uno de los que debían ser
liberados, el ex dominico doctor Juan Blanco de Paz,
reveló todo el plan a Azán Bajá. Como recompensa el traidor recibió un
escudo y una jarra de manteca. Azán Bajá trasladó a Cervantes a una
prisión más segura, en su mismo palacio. Después, decidió llevarlo a Constantinopla, donde la fuga resultaría una empresa casi imposible de realizar. De nuevo, Cervantes asumió toda la responsabilidad.
En mayo de 1580, llegaron a Argel los padres trinitarios (esa orden se ocupaba en tratar de liberar cautivos, incluso se cambiaban por ellos) fray Antonio de la Bella y fray Juan Gil.
Fray Antonio partió con una expedición de rescatados. Fray Juan Gil,
que únicamente disponía de trescientos escudos, trató de rescatar a
Cervantes, por el cual se exigían quinientos. El fraile se ocupó de
recolectar entre los mercaderes cristianos la cantidad que faltaba. La
reunió cuando Cervantes estaba ya en una de las galeras en que Azán Bajá
zarparía rumbo a Constantinopla, atado con «dos cadenas y un grillo».
Gracias a los 500 escudos tan arduamente reunidos, Cervantes es liberado
el 19 de septiembre de 1580. El 24 de octubre regresó, al fin, a España con otros cautivos también rescatados. Llegó a Denia, desde donde se trasladó a Valencia. En noviembre o diciembre regresa con su familia a Madrid.
Regreso a España
En mayo de 1581 Cervantes se trasladó a Portugal, donde se hallaba entonces la corte de Felipe II,
con el propósito de encontrar algo con lo que rehacer su vida y pagar
las deudas que había hecho su familia para rescatarle de Argel. Le
encomendaron una comisión secreta en Orán, puesto que él tenía muchos
conocimientos de la cultura y costumbres del norte de África. Por ese
trabajo recibió 50 escudos. Regresó a Lisboa y a finales de año volvió a Madrid. En febrero de 1582,
solicita un puesto de trabajo vacante en las Indias, sin conseguirlo.
En estos años, el escritor tiene relaciones amorosas con Ana Villafranca
(o Franca) de Rojas, la mujer de Alonso Rodríguez, un tabernero. De la
relación nació una hija que se llamó Isabel de Saavedra, que él
reconoció.
El 12 de diciembre de 1584, contrae matrimonio con Catalina de Salazar y Palacios en el pueblo toledano de Esquivias.
Catalina era una joven que no llegaba a los veinte años y que aportó
una pequeña dote. Se supone que el matrimonio no sólo fue estéril, sino
un fracaso. A los dos años de casados, Cervantes comienza sus extensos
viajes por Andalucía.
Es muy probable que entre los años 1581 y 1583 Cervantes escribiera La Galatea, su primera obra literaria en volumen y trascendencia. Se publicó en Alcalá de Henares en 1585.
Hasta entonces sólo había publicado algunas composiciones en libros
ajenos, en romanceros y cancioneros, que reunían producciones de
diversos poetas.
La Galatea apareció dividida en seis libros, aunque sólo
escribió la «primera parte». Cervantes prometió continuar la obra; sin
embargo, jamás llegó a imprimirse. En el prólogo la obra es calificada
como «égloga»
y se insiste en la afición que Cervantes ha tenido siempre a la poesía.
Se trata de una novela pastoril, género que había establecido en España
la Diana, de Jorge de Montemayor. Aún se pueden observar las lecturas que realizó cuando fue soldado en Italia.
El matrimonio con su esposa no resultó. Se separó de la misma a los
dos años, sin haber llegado a tener hijos. Cervantes nunca habla de su
esposa en sus muchos textos autobiográficos, a pesar de ser él quien
estrenó en la literatura española el tema del divorcio, entonces
imposible en un país católico, con el entremés El juez de los divorcios. Se supone que el matrimonio fue infeliz, aunque en ese entremés sostiene que «más vale el peor concierto / que no el divorcio mejor».
Últimos años
En 1587, viaja a Andalucía como comisario de provisiones de la Armada Invencible. Durante los años como comisario, recorre una y otra vez el camino que va de Madrid a Andalucía, pasando por Toledo y La Mancha (actual Ciudad Real). Ese es el itinerario de Rinconete y Cortadillo.
Se establece en la ciudad de Sevilla el 10 de enero de 1588, desde donde recorrerá pueblos como Estepa, Arahal, Marchena y La Puebla de Cazalla recogiendo productos como aceituna, trigo y cebada como comisario de abastos
de los barcos reales y, a partir de 1594, será recaudador de impuestos
atrasados (tercias y alcabalas), empleo que le acarreará numerosos
problemas y disputas, puesto que era el encargado de ir casa por casa
recaudando impuestos, que en su mayoría iban destinados a cubrir las
guerras en las que estaba inmiscuida España. Es encarcelado en 1597 en la Cárcel Real de Sevilla, entre septiembre y diciembre de ese año,
tras la quiebra del banco donde depositaba la recaudación.
Supuestamente Cervantes se había apropiado de dinero público y sería
descubierto tras ser encontradas varias irregularidades en las cuentas
que llevaba. En la cárcel «engendra» Don Quijote de la Mancha,
según el prólogo a esta obra. No se sabe si con ese término quiso decir
que comenzó a escribirlo mientras estaba preso o, simplemente, que se
le ocurrió la idea allí.
El otro encarcelamiento documentado de Cervantes fue muy breve, en Castro del Río (Córdoba) en 1592. No consta que haya estado nunca en la cueva de Medrano, en Argamasilla de Alba. En 1604 se instala en Valladolid (por aquel entonces Corte Real —desde 1601— de Felipe III), y en 1605 publica la primera parte de la que será su principal obra: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Ello marcó el comienzo del realismo como estética literaria y creó el género literario de la novela moderna, la novela polifónica,
de amplísimo influjo posterior, mediante el cultivo de lo que llamó
«una escritura desatada» en la que el artista podía mostrarse «épico,
lírico, trágico, cómico» en el crisol genuino de la parodia de todos los géneros. La segunda parte no aparece hasta 1615: El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.
Ambas obras le ganan un puesto en la historia de la literatura universal y convierten a su autor, junto con Dante Alighieri, William Shakespeare, Michel de Montaigne y Goethe en un autor canónico de la literatura occidental. Un año antes, aparece publicada una apócrifa continuación de Alonso Fernández de Avellaneda. Una novela escrita, al parecer, por un discípulo y amigo de Lope de Vega de origen aragonés o por un grupo de amigos de Lope.
Entre las dos partes del Quijote aparecen en 1613 las Novelas ejemplares,
un conjunto de doce narraciones breves, compuestas algunas de ellas
muchos años antes. Su fuente es propia y original. En ellas explora
distintas fórmulas narrativas como la sátira lucianesca (El coloquio de los perros), la novela picaresca (Rinconete y Cortadillo), la miscelánea (El licenciado vidriera), la novela bizantina (La española inglesa, El amante liberal) o, incluso, la novela policíaca (La fuerza de la sangre). De algunas de ellas, como por ejemplo El celoso extremeño,
se conserva una segunda redacción testimoniada por el manuscrito
llamado de Porras de la Cámara, descubierto en el siglo XIX. Sólo esta
colección de novelas habría podido en sí misma haberle creado un puesto
muy destacado en la historia de la literatura castellana.
La crítica literaria fue una constante en su obra. Aparece en la Galatea, en el Quijote y a ella le consagró el Viaje del Parnaso (1614), extenso poema en tercetos encadenados. En 1615, publica Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados, pero su drama más popular hoy, La Numancia, además de El trato de Argel, quedó inédito hasta el siglo XVIII.
Un año después de su muerte, aparece la novela Los trabajos de Persiles y Sigismunda, cuya dedicatoria a Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII Conde de Lemos, su mecenas durante años, y a quien están también dedicadas la segunda parte del Quijote y las Novelas ejemplares, y que firmó apenas dos días antes de morir, resulta una de las páginas más conmovedoras de la literatura española:
Señor; aquellas coplas antiguas que fueron en su tiempo celebradas, que comienzan: «Puesto ya el pie en el estribo», quisiera yo no vinieran tan a pelo en esta mi epístola, porque casi con las mismas palabras las puedo comenzar diciendo:
Puesto ya el pie en el estribo,
con las ansias de la muerte,
gran señor, ésta te escribo.
Ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies de V. E., que podría ser fuese tanto el contento de ver a V. E. bueno en España, que me volviese a dar la vida. Pero, si está decretado que la haya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos y, por lo menos, sepa V. E. este mi deseo y sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle, que quiso pasar aún más allá de la muerte mostrando su intención. Con todo esto, como en profecía, me alegro de la llegada de V. E.; regocíjome de verle señalar con el dedo y realégrome de que salieron verdaderas mis esperanzas dilatadas en la fama de las bondades de V. E. Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias y asomos de las Semanas del Jardín y del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena ventura mía (que ya no sería sino milagro), me diere el cielo vida, las verá, y, con ellas, el fin de la Galatea, de quien sé está aficionado V. E., y con estas obras continuado mi deseo; guarde Dios a V. E. como puede, Miguel de Cervantes.
Persiles es una novela bizantina que, según el autor, pretendía competir con el modelo clásico griego de Heliodoro; tuvo éxito, pues conoció algunas ediciones más en su época, pero fue olvidada y oscurecida por el triunfo indiscutible de su Don Quijote. Cervantes utiliza un grupo de personajes como hilo conductor de la obra, en vez de dos. Anticipa, además, el llamado realismo mágico dando entrada a algunos elementos fantásticos. En cierto modo, cristianiza el modelo original utilizando el tópico del homo viator, alcanzándose el clímax al final de la obra con la anagnórisis de los dos enamorados principales, llamados hasta entonces Periandro y Auristela, en la ciudad santa de Roma:
Nuestras almas, como tú bien sabes y como aquí me han enseñado, siempre están en continuo movimiento y no pueden parar sino en Dios, como en su centro. En esta vida los deseos son infinitos y unos se encadenan de otros y se eslabonan y van formando una cadena que tal vez llega al cielo y tal se sume en el infierno.
En realidad, Persiles es una novela de estructura e intenciones muy complejas que aguarda todavía una interpretación satisfactoria.
La influencia de Cervantes en la literatura universal ha sido tal, que la misma lengua española suele ser llamada la lengua de Cervantes.
Muerte y tumba de Cervantes
Cervantes muere en Madrid a la edad de 68 años de diabetes, en la conocida Casa de Cervantes, situada en la esquina entre la calle León y la calle Francos, en el ya citado barrio de las Letras o barrio de las Musas, en el entorno del conocido Madrid de los Austrias. Cervantes deseó ser enterrado en la Iglesia del Convento de las Trinitarias Descalzas,
en el mismo barrio, ya que cuando fue llevado preso en Argel, la
congregación de los Trinitarios ayudó, hicieron de intermediarios y
recogieron fondos para que él y su hermano Rodrigo fueran liberados.
El Convento actual fue construido en distintas fases. En el momento
en que Cervantes fue enterrado allí, el Convento tenía una capilla
pequeña con acceso por la calle Huertas,
pero posteriormente fue edificada una iglesia mayor en el mismo sitio y
se trasladó a este nuevo templo a las personas que se encontraban
enterradas en el anterior. El cuerpo de Cervantes también fue trasladado
pero se desconoce el lugar exacto en el que se encuentra.
En julio de 2011 una serie de investigadores españoles se propusieron
encontrar los restos de Cervantes explorando las diferentes partes del
Convento, de 3 000 metros cuadrados, para investigar mejor su aspecto
físico y las causas de su muerte.
Aspecto físico
Cervantes fue retratado en su tiempo por el pintor Juan de Jáuregui. Sin embargo, ningún retrato existente puede identificarse con el de Jáuregui. Si bien pasada la fecha de su muerte pueden encontrarse multitud de retratos del escritor, ninguno es auténtico.
El único "retrato" auténtico, y la única alusión al perdido retrato
de Jáuregui, se encuentran en la autodescripción que el autor colocó al
principio de sus Novelas ejemplares, que se publicaron en 1613, cuando Cervantes tenía ya 66 años. Dicha descripción dice así:
...El cual amigo bien pudiera, como es uso y costumbre, grabarme y esculpirme en la primera hoja deste libro, pues le diera mi retrato el famoso don Juan de Jáurigui, y con esto quedara mi ambición satisfecha, y el deseo de algunos que querrían saber qué rostro y talle tiene quien se atreve a salir con tantas invenciones en la plaza del mundo, a los ojos de las gentes, poniendo debajo del retrato: Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies. Este digo, que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso,... y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria.
Alcances artísticos
Cervantes es sumamente original. Parodiando un género que empezaba a periclitar, como el de los libros de caballerías,
creó otro género sumamente vivaz, la novela polifónica, donde se
superponen las cosmovisiones y los puntos de vista hasta confundirse en
complejidad con la misma realidad, recurriendo incluso a juegos
metaficcionales. En la época la épica podía escribirse también en prosa,
y con el precedente en el teatro del poco respeto a los modelos
clásicos de Lope de Vega, le cupo a él en suma fraguar la fórmula del realismo en la narrativa tal y como había sido preanunciada en España por toda una tradición literaria desde el Cantar del Mío Cid,
ofreciéndosela a Europa, donde Cervantes tuvo más discípulos que en
España. La novela realista entera del siglo XIX está marcada por este
magisterio. Por otra parte, otra gran obra maestra de Cervantes, las Novelas ejemplares,
demuestra la amplitud de miras de su espíritu y su deseo de
experimentar con las estructuras narrativas. En esta colección de
novelas el autor experimenta con la novela bizantina (La española inglesa), la novela policíaca o criminal (La fuerza de la sangre, El celoso extremeño), el diálogo lucianesco (El coloquio de los perros), la miscelánea de sentencias y donaires (El licenciado Vidriera), la novela picaresca (Rinconete y Cortadillo), la narración constituida sobre una anagnórisis (La gitanilla), etc.
Obra de Cervantes
Novelas
Miguel de Cervantes cultivó, pero a su original modo, los géneros narrativos habituales en la segunda mitad del siglo XVI: la novela bizantina, la novela pastoril, la novela picaresca, la novela morisca, la sátira lucianesca, la miscelánea. Renovó un género, la novella, que se entendía entonces a la italiana como relato breve, exento de retórica y de mayor trascendencia.
Orden cronológico:
- La Galatea (1585)
- El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
- Novelas ejemplares (1613)
- El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615)
- Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617)
La Galatea
La Galatea fue la primera novela de Cervantes, en 1585. Forma parte del subgénero pastoril (una «égloga en prosa» como define el autor), triunfante en el Renacimiento. Su primera publicación apareció cuando tenía 38 años con el título de Primera parte de La Galatea. Como en otras novelas del género (similar al de La Diana de Jorge de Montemayor), los personajes son pastores idealizados que relatan sus cuitas y expresan sus sentimientos en una naturaleza idílica (locus amoenus).
La Galatea se divide en seis libros en los cuales se
desarrollan una historia principal y cuatro secundarias que comienzan en
el amanecer y finalizan al anochecer, como en las églogas tradicionales, pero de la misma manera que en los poemas bucólicos de Virgilio cada pastor es en realidad una máscara que representa a un personaje verdadero.
Don Quijote de la Mancha
Es la novela cumbre de la literatura en lengua española. Su primera parte apareció en 1605
y obtuvo una gran acogida pública. Pronto se tradujo a las principales
lenguas europeas y es una de las obras con más traducciones del mundo.
En un principio, la pretensión de Cervantes fue combatir el auge que
habían alcanzado los libros de caballerías, satirizándolos con la
historia de un hidalgo manchego que perdió la cordura por leerlos,
creyéndose caballero andante. Para Cervantes, el estilo de las novelas
de caballerías era pésimo, y las historias que contaba eran
disparatadas. A pesar de ello, a medida que iba avanzando el propósito
inicial fue superado, y llegó a construir una obra que reflejaba la
sociedad de su tiempo y el comportamiento humano.
Es probable que Cervantes se inspirara en el Entremés de los romances, en el que un labrador pierde el juicio por su afición a los héroes del Romancero viejo.
Novelas ejemplares
Entre 1590 y 1612 Cervantes escribió una serie de novelas cortas (pues el término novela se usaba en la época en el mismo sentido que su étimo, el italiano novella, esto es, lo que hoy llamamos novela corta o relato largo) que después acabaría reuniendo en 1613 en la colección de las Novelas ejemplares, dada la gran acogida que obtuvo con la primera parte del Quijote. En un principio recibieron el nombre de Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento.
Dado que existen dos versiones de Rinconete y Cortadillo y de El celoso extremeño,
se piensa que Cervantes introdujo en estas novelas algunas variaciones
con propósitos morales, sociales y estéticos (de ahí el nombre de
«ejemplares»). La versión más primitiva se encuentra en el llamado
manuscrito de Porras de la Cámara, una colección miscelánea de diversas
obras literarias entre las cuales se encuentra una novela habitualmente
atribuida también a Cervantes, La tía fingida. Por otra parte, algunas novelas cortas se hallan también insertas en el Quijote, como «El curioso impertinente» o una «Historia del cautivo» que cuenta con elementos autobiográficos. Además, se alude a otra novela ya compuesta, Rinconete y Cortadillo.
- La gitanilla
- El amante liberal
- Rinconete y Cortadillo
- La española inglesa
- El licenciado Vidriera
- La fuerza de la sangre
- El celoso extremeño
- La ilustre fregona
- Las dos doncellas
- La señora Cornelia
- El casamiento engañoso
- El coloquio de los perros
La gitanilla es la más larga de las novelas ejemplares,
y puede tener elementos autobiográficos en una historia amorosa que
tuvo un pariente lejano de Cervantes. Como muchas otras de estas tramas,
se centra en el artificio de la agnición
o reconocimiento de una persona al final de la obra. Se trata de una
muchacha de origen noble raptada por unos gitanos y educada por ellos, y
un noble que se enamora y decide llevar vida gitanil tras ella, hasta
que al fin se descubre todo y la historia termina felizmente,
posibilitándose el matrimonio de la pareja.
El amante liberal es una novela morisca
donde también aparece el tema del rapto, con la historia de un joven
siciliano llamado Ricardo que es raptado al igual que a la bellísima
Leonisa que es vendida a dos moros por un judío para regalársela al gran
turco, entramada con líos amorosos, y aventuras.
En Rinconete y Cortadillo dos muchachos «se desgarran» (se fugan de la casa familiar) y emprenden una vida picaresca
con ayuda de la baraja y del hurto, hasta que van a parar a Sevilla,
donde mientras trabajan de esportilleros son captados por una asociación
mafiosa de malhechores, una especie de sindicato del crimen sevillano
gobernado como una cofradía por el hermano mayor, Monipodio. Se suceden
diversas escenas de género propias de un entremés o una jácara
donde se presentan alguaciles corruptos, ladrones, matones, chulos y
prostitutas; acabado este desfile de tipos, los pillos muchachos deciden
regenerarse.
En La española inglesa el rapto vuelve a aparecer en la
persona de una muchacha arrebatada en la invasión inglesa de Cádiz y
que se educa en Londres como dama de compañía de la reina Isabel I de Inglaterra, que aparece descrita sin animadversión. Pierde el cabello por un bebedizo pero todo se arregla al final.
En El licenciado Vidriera el estudiante pobre Tomás
Rodaja marcha a Salamanca a estudiar acompañando a un noble y allí se
licencia con honores; viaja por diversas ciudades de Italia, pero pierde
la razón a causa de un filtro de amor que le han suministrado en
secreto y cree tener el cuerpo de vidrio y ser sumamente frágil. Sin
embargo, su agudeza es sorprendente y todos le consultan. La novela es
en realidad una colección de las agudezas en prosa del protagonista, al
estilo de una de las misceláneas tan frecuentes en el Siglo de Oro. Finalmente recobra el juicio, pero ya nadie le contrata ni va a verle.
En La fuerza de la sangre se construye un relato casi
policíaco, en el que una doncella violada con los ojos tapados logra
reconstruir intelectualmente el crimen hasta dar con el culpable y
forzar de él que se case con ella restituyendo su honor.
El celoso extremeño narra los celos patológicos de un
viejo indiano que vuelve a España enriquecido y encierra a su
jovencísima esposa en una casa herméticamente, sin permitirle que salga
ni que nada masculino pase la puerta, en la cual ha instalado como
vigilante a un esclavo negro con orden de no dejar pasar a nadie. El
seductor Loaysa lo logra engatusando al negro, al que le encanta la
música, con una vihuela, y se acuesta con la moza. Sin embargo, no hacen
nada, aunque en el manuscrito de Porras de la Cámara sí se consuman los
cuernos. El viejo, humillado, se muere de pena.
En La ilustre fregona dos jóvenes de buena familia, Carriazo y Avendaño, deciden lanzarse a la vida picaresca. En un mesón de Toledo
Avendaño se enamora de Constanza, una fregona o sirvienta, lo que hará
que los dos jóvenes decidan detener allí su viaje. Finalmente se
descubrirá que Constanza es de noble nacimiento, hija natural del padre
de Carriazo, por lo que nada impedirá su boda con Avendaño.
El casamiento engañoso narra el timo que hace una
señorita aparentemente honesta a un militar casándose con él; éste
ignora que ha sido una meretriz y esta lo abandona dejándole una
enfermedad venérea que debe purgar con sudores en el hospital de Atocha,
donde transcurre la próxima novela.
En El coloquio de los perros el militar, que está
purgando su enfermedad en medio de fuertes fiebres, asiste de noche a la
conversación entre dos perros, Cipión y Berganza; uno cuenta al otro la
historia de su vida y sus muchos (y muy sinvergüenzas) amos y dejan
para el día siguiente la relación del otro. Se trata de una fantasía al
estilo de las de Luciano de Samosata y el desfile entremesil de tipos, entre ellos unos pastores y una bruja, recuerda al de una novela picaresca o un entremés.
Los trabajos de Persiles y Sigismunda
Es la última obra de Cervantes. Pertenece al subgénero de la novela bizantina. En ella escribió la dedicatoria a Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII Conde de Lemos, el 19 de abril de 1616, cuatro días antes de fallecer, donde se despide de la vida citando estos versos:
Puesto ya el pie en el estribo,
con ansias de la muerte,
gran señor, esta te escribo.
El autor ve claramente que le queda poca vida y se despide de sus
amigos, no se hace ilusiones. Sin embargo, desea vivir y terminar obras
que tiene en el magín, cuyo título escribe: Las semanas del jardín, El famoso Bernardo y una segunda parte de La Galatea. En el género de la novela bizantina, cuenta Cervantes, se atreve a competir con el modelo del género, Heliodoro.
La novela, inspirada en la crónica de Saxo Gramático y Olao Magno y en las fantasías del Jardín de flores curiosas de Antonio de Torquemada,
cuenta la peregrinación llevada a cabo por Persiles y Sigismunda, dos
príncipes nórdicos enamorados que se hacen pasar por hermanos
cambiándose los nombres por Periandro y Auristela. Separados por todo
tipo de peripecias, emprenden un viaje desde el norte de Europa hasta Roma,
pasando por España, con finalidad expiatoria antes de contraer
matrimonio. La obra es importante porque supone en el autor un cierto
distanciamiento de las fórmulas realistas que hasta el momento ha
cultivado, pues aparecen hechos tan peregrinos como que una mujer salte
de un campanario librándose de estrellarse gracias al paracaídas que
forman sus faldas o que haya personajes que adivinen el futuro. Los
personajes principales aparecen algo desvaídos y en realidad la obra
está protagonizada por un grupo, en el que se integran dos españoles
abandonados en una isla desierta, Antonio y su hijo, criado en la isla
como una especie de bárbaro arquero en contacto con la naturaleza. Los
últimos pasajes del libro están poco limados, ya que el autor falleció
antes de corregirlos. La obra tuvo cierto éxito y se reimprimió varias
veces, pero fue olvidada en el siglo siguiente.
Poesía
Cervantes se afanó en ser poeta, aunque llegó a dudar de su capacidad, como él mismo dijo antes de su muerte en Viaje del Parnaso:
Yo que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo
Se han perdido o no se han identificado casi todos los versos que no
estaban incluidos en sus novelas o en sus obras teatrales; aunque se le
suele llamar inventor de los versos de cabo roto, en realidad no fue él.
Cervantes declara haber compuesto gran número de romances, entre los cuales estimaba especialmente uno sobre los celos. En efecto, hacia 1580 participó con otros grandes poetas contemporáneos como Lope de Vega, Góngora o Quevedo en la imitación de los romances antiguos que dio origen al Romancero nuevo, llamado así frente al tradicional Romancero viejo del siglo XV, el cual era anónimo.
Inicia su obra poética con las cuatro composiciones dedicadas a Exequias de la reina Isabel de Valois. Otros poemas fueron: A Pedro Padilla, A la muerte de Fernando de Herrera, A la Austriada de Juan Rufo. Como poeta sin embargo destaca en el tono cómico y satírico, y sus obras maestras son los sonetos Un valentón de espátula y greguesco y Al túmulo del rey Felipe II, del cual se hizo famoso los últimos versos:
Caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
La Epístola a Mateo Vázquez es una falsificación escrita por el erudito decimonónico Adolfo de Castro, como asimismo lo es el folleto en prosa El buscapié, una vindicación del Quijote escrita también por este erudito. Asentó algunas innovaciones en la métrica, como la invención de la estrofa denominada ovillejo y el uso del soneto con estrambote.
Viaje del Parnaso
El único poema narrativo extenso de Cervantes es El viaje del Parnaso (1614).
Está formado por tercetos encadenados, donde el autor critica a algunos
poetas españoles, satirizando a algunos y elogiando a otros. Escrito,
como dice el propio Miguel, a imagen y semejanza del Viaggio di Parnaso (1578) de Cesare Caporali di Perugia. Narra de forma autobiográfica en ocho capítulos un viaje al monte Parnaso,
a bordo de una galera dirigida por Mercurio, en la que algunos poetas
elogiados tratan de defenderlo frente a los poetastros o malos poetas.
Reunidos en el monte con Apolo, salen airosos de la batalla y el protagonista regresa de nuevo a su hogar. La obra se completa con la Adjunta al Parnaso, donde Pancracio de Roncesvalles entrega a Cervantes dos epístolas de Apolo.
Teatro
Dadas sus penurias económicas, el teatro
fue la gran vocación de Cervantes. Escribe que cuando era mozo «se le
iban los ojos» tras el carro de los comediantes y que asistió a las
austeras representaciones de Lope de Rueda. Sin embargo, su éxito, que lo tuvo, pues sus obras se representaron «sin ofrenda de pepinos», como dice en el prólogo a sus Ocho comedias y ocho entremeses nunca representados, fue efímero ante el exitazo de la nueva fórmula dramática de Lope de Vega,
más audaz y moderna que la suya, que hizo a los empresarios desestimar
las comedias cervantinas y preferir las de su rival. El teatro de
Cervantes poseía un fin moral, incluía personajes alegóricos y procuraba
someterse a las tres unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar,
mientras que el de Lope rompía con esas unidades y era moralmente más
desvergonzado y desenvuelto, así como mejor y más variadamente
versificado. Cervantes nunca pudo sobrellevar este fracaso y se mostró
disgustado con el nuevo teatro lopesco en la primera parte del Quijote,
cuyo carácter teatral aparece bien asentado a causa de la abundancia de
diálogos y de situaciones de tipo entremesil que entreverán la trama. Y
es, en efecto, el entremés el género dramático donde luce en todo su esplendor el genio dramático de Cervantes, de forma que puede decirse que junto a Luis Quiñones de Benavente y Francisco de Quevedo
es Cervantes uno de los mejores autores del género, al que aportó una
mayor profundidad en los personajes, un humor inimitable y un mayor
calado y trascendencia en la temática. Que existía interconexión entre
el mundo teatral y el narrativo de Cervantes lo demuestra que, por
ejemplo, el tema del entremés de El viejo celoso aparezca en la novela ejemplar de El celoso extremeño. Otras veces aparecen personajes sanchopancescos, como en el entremés de la Elección de los alcaldes de Daganzo,
donde el protagonista es tan buen catador o «mojón» de vinos como
Sancho. El barroco tema de la apariencia y la realidad se muestra en El retablo de las maravillas, donde se adapta el cuento medieval de Don Juan Manuel (que Cervantes conocía y había leído en una edición contemporánea) del rey desnudo y se le da un contenido social. El juez de los divorcios
tocaba también biográficamente a Cervantes, y en él se llega a la
conclusión de que «más vale el peor concierto / que no el divorcio
mejor». También poseen interés los entremeses de El rufián viudo, La cueva de Salamanca, El vizcaíno fingido y La guarda cuidadosa. Para sus entremeses adopta Cervantes tanto la prosa como el verso y se le atribuyen algunos otros, como el de Los habladores.
En sus piezas mayores el teatro de Cervantes ha sido injustamente
poco apreciado y representado, a excepción de la que representa el
ejemplo más acabado de imitación de las tragedias clásicas: El cerco de Numancia, también titulada La destrucción de Numancia, donde se escenifica el tema patriótico del sacrificio colectivo ante el asedio del general Escipión
y donde el hambre toma la forma de sufrimiento existencial, añadiéndose
figuras alegóricas que profetizan un futuro glorioso para España. Se
trata de una obra donde la Providencia parece tener el mismo cometido que tenía para el Eneas escapado de la Troya incendiada en Virgilio. Parecida inspiración patriótica poseen otras comedias, como La conquista de Jerusalén,
descubierta recientemente. Otras comedias suyas tratan el tema, que tan
directamente padeció el autor y al que incluso se hace alusión en un
pasaje de su última obra, el Persiles, del cautiverio en Argel, como Los baños de Argel, Los tratos de Argel, La gran sultana y El gallardo español,
donde se ha querido también encontrar la denuncia de la situación de
los antiguos soldados como el propio Cervantes. De tema más novelesco
son La casa de los celos y selvas de Ardenia, El laberinto de amor, La entretenida. Carácter picaresco tienen Pedro de Urdemalas y El rufián dichoso.
Cervantes reunió sus obras no representadas en Ocho comedias y ocho entremeses nunca representados; además, se conservan otras obras en manuscrito: Los tratos de Argel, El gallardo español, La gran sultana y Los baños de Argel.
Obras perdidas y atribuidas
Cervantes mencionó en algunas oportunidades otras obras que estaba
escribiendo o pensaba escribir, así como varias comedias suyas que
habían sido representadas con éxito y cuyos textos se han perdido.
Entre las obras no escritas o inacabadas cabe mencionar la segunda parte de La Galatea, El famoso Bernardo (quizá un libro de caballerías referido a Bernardo del Carpio) y Las semanas del jardín. También es posible que haya pensado en escribir una continuación del libro de caballerías Belianís de Grecia.
Las obras de teatro perdidas que Cervantes enumera son La gran Turquesca, La batalla naval, La Jerusalem [ sic ], La Amaranta o la del mayo, El bosque amoroso, La única, La bizarra Arsinda y La confusa, que figuraba en el repertorio del autor Juan Acacio aún en 1627. También fue obra suya una comedia llamada El trato de Constantinopla y muerte de Selim.
Hay diversas obras que se han atribuido a Cervantes, con variado fundamento. Entre las más conocidas cabe mencionar:
- La tía fingida, narración del estilo de las Novelas Ejemplares.
- Diálogo entre Cilenia y Selanio sobre la vida en el campo, que se supone que es un fragmento de la obra perdida de Cervantes Las semanas del jardín.
- Auto de la soberana Virgen de Guadalupe, auto sacramental relativo al hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
- La Topografía e historia general de Argel, obra editada y publicada en Valladolid, en 1612, por fray Diego de Haedo, abad de Frómista, que se sabe que no es obra de éste. La obra fue realmente escrita por el clérigo portugués y amigo de Cervantes, el doctor Antonio de Sosa, mientras éste estuvo cautivo en Argel entre 1577 y 1581. El erudito Sosa fue muy amigo del joven Cervantes durante el cautiverio de ambos en Berbería en los 1570. Sosa fue asimismo el primer biógrafo de Cervantes; su relato sobre el "episodio de la cueva", en el que describe el segundo intento de escape de Cervantes de su prisión argelina, aparece en su Diálogo de los mártires de Argel.
En 1992, el hispanista italiano Stefano Arata publicó el texto de un manuscrito de la obra teatral La conquista de Jerusalén por Godofre de Bullón. Un artículo precede el drama, en el cual Arata pretende haber encontrado La Jerusalén perdida cervantina.
Siguió el estudio otro artículo en 1997. Desde entonces, se ha
publicado virtualmente como obra atribuida, y en 2009 apareció una
edición crítica impresa por Cátedra Letras Hispanas. En 2010, el Dr.
Aaron M. Kahn publicó una teoría de atribución que demuestra que, de
todos los candidatos a la autoría del drama, Cervantes es el más
probable. Sin prueba definitiva, esta obra sigue siendo "atribuida" a Cervantes.
Relación con otras personalidades
Se suele decir que Miguel de Cervantes y William Shakespeare
fallecieron el mismo día, aunque el primero murió el 22 de abril y el
segundo el 23. Sin embargo, aunque los dos hubieran fallecido el 23 en
sus respectivos países, las muertes no habrían coincidido en el tiempo,
ya que, aunque la fecha fuese la misma, en Gran Bretaña se usaba el calendario juliano, mientras que en España ya se había adoptado el calendario gregoriano, y cuando Shakespeare murió, en España era 3 de mayo. Este día, el 23 de abril, ha sido nombrado Día Internacional del Libro por la Unesco en 1995.
Lo que sí se sabe con exactitud es que Shakespeare leyó la primera parte del Quijote y escribió una obra de teatro donde retoma al personaje de Cardenio, que aparece en la novela.
Cervantes no solamente conoció a los ilustres escritores Francisco Quevedo y Lope de Vega, sino que fueron vecinos en las mismas calles del Barrio de las Letras de Madrid.
El Quijote es un libro que ha marcado a muchas personalidades. Orson Welles, que pasó temporadas en España, tuvo gran interés en realizar una película titulada Don Quijote, y aunque la comenzó, no pudo completarla, por lo que se exhibe desde 1992 montada y finalizada por el director y guionista Jesús Franco.
El primer ministro israelí David Ben-Gurión aprendió español para poder leer Don Quijote de la Mancha en su idioma original, al igual que el poeta, dramaturgo y novelista ruso Alexandr Pushkin.
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