Rosalía de Castro (Santiago de Compostela, 24 de febrero de 1837-Padrón, 15 de julio de 1885) fue una poetisa y novelista española que escribió tanto en gallego como castellano. Considerada entre los grandes poetas de la literatura española del siglo XIX, representa junto con Eduardo Pondal y Curros Enríquez una de las figuras emblemáticas del Rexurdimento gallego, no solo por su aportación literaria en general y por el hecho de que sus Cantares gallegos
sean entendidos como la primera gran obra de la literatura gallega
contemporánea, sino por el proceso de sacralización al que fue sometida y
que acabó por convertirla en encarnación y símbolo del pueblo gallego. Además, es considerada junto con Gustavo Adolfo Bécquer la precursora de la poesía española moderna.
Escribir en gallego en el siglo XIX, es decir, en la época en la que
vivió Rosalía, no resultaba nada fácil por un gran número de razones. La
mayor parte de ellas estaban ligadas al pensamiento y estructuración de
la sociedad del momento, en la que la lengua gallega estaba muy
desprestigiada y menospreciada, cada vez más distante de aquella época
en la que había sido el idioma vehicular de la creación de lírica galaicoportuguesa.
Toda la tradición escrita había sido perdida, por lo que se hacía
necesario comenzar desde cero rompiendo con el sentimiento de desprecio e
indiferencia hacia la lengua gallega, pero pocos eran los que se
planteaban la tarea, pues esta constituiría un motivo de desprestigio
social. En un ambiente en el que el castellano era la lengua de la
cultura y la lengua protegida de la clase minoritaria dominante, Rosalía
de Castro le otorgó prestigio al gallego al usarlo como vehículo de su
obra Cantares gallegos y afianzando el renacer cultural de la lengua.
Aunque fue una asidua cultivadora de la prosa, donde Rosalía
sobresalió fue en el campo de la poesía, a través de la creación de las
que pueden ser consideradas sus tres obras clave: Cantares gallegos, Follas novas y En las orillas del Sar.
La primera de ellas representa un canto colectivo, artísticamente
logrado, que sirvió de espejo dignificante a la comunidad gallega al
emplearse la lengua y tradiciones de ésta. También fue útil para
proseguir con la tendencia tímidamente iniciada por el pontevedrés Xoán Manuel Pintos con su obra titulada A Gaita Galega (1853).
En la segunda obra, la autora escribió una poesía de gran profundidad, que emplea el símbolo como método para expresar lo inefable y que revela la plurisignificación propia de la más elevada poesía. Junto con las obras Aires da miña terra (Curros Enríquez), Saudades Gallegas (Valentín Lamas Carvajal) y Maxina ou a filla espúrea (Marcial Valladares Núñez) completa el conjunto de obras publicadas en la década de 1880 que hicieron de estos años una etapa clave en el desarrollo de la literatura gallega, aunque la obra de Rosalía siempre mantuvo una posición predominante con respecto al resto.
Finalmente, en En las orillas del Sar se manifiesta un tono
trágico que encaja con las duras circunstancias que rodearon los últimos
años de la vida de Rosalía. Escrito en castellano, la obra ahonda en el
lirismo subjetivo propio de Follas novas al mismo tiempo que se
consolidan las formas métricas que allí apuntaban. Inicialmente
calificado de precursor y obviado por la crítica de su tiempo, hoy en
día existen diferentes estudiosos que lo consideran como la principal
creación poética de todo el siglo XIX.
En la actualidad, la figura de Rosalía de Castro y sus creaciones literarias continúan siendo objeto de una abundante bibliografía y recibiendo una constante atención crítica, tanto en España como en el extranjero.
Es tal la aceptación y el interés que las obras de esta escritora
despiertan en el mundo, que en las últimas décadas sus poemas han sido
traducidos a idiomas como el francés, el alemán, el ruso y el japonés.
Datos biográficos
Infancia
Nació en la madrugada del 24 de febrero de 1837 en una casa localizada en el margen derecho del Camiño Novo, la antigua vía de entrada a la ciudad de Santiago de Compostela para todos aquellos viajeros procedentes de Pontevedra. Hija natural del sacerdote José Martínez Viojo (1798-1871) y María Teresa de la Cruz Castro y Abadía (1804-1862), una hidalga soltera de escasos recursos económicos, fue bautizada a las pocas horas de su nacimiento en la Capilla del Hospital Real por el presbítero José Vicente Varela y Montero, con los nombres de María Rosalía Rita y figurando como hija de padres desconocidos. Con frecuencia los biógrafos
de la escritora gallega han ocultado la condición eclesiástica de su
padre, así como también trataron de obviar el hecho de que fue
registrada como hija de padres desconocidos y que se libró de entrar en
la Inclusa al hacerse cargo de ella su madrina María Francisca Martínez,
fiel sirviente de la madre de la recién nacida.
En veinte y cuatro de febrero de mil ochocientos treinta y seis, María Francisca Martínez, vecina de San Juan del Campo, fue madrina de una niña que bauticé solemnemente y puse los santos óleos, llamándole María Rosalía Rita, hija de padres incógnitos, cuya niña llevó la madrina, y va sin número por no haber pasado a la Inclusa; y para que así conste, lo firmo.
Acta del bautizo firmada por el presbítero José Vicente Varela y Montero.
Hasta cumplir los ocho años, Rosalía se encontró bajo la custodia de su tía paterna Teresa Martínez Viojo en la aldea de Castro de Ortoño, perteneciente al municipio coruñés de Ames.
Es en esta época cuando la escritora toma conciencia de la dureza de la
vida del labriego gallego, así como también será en esta parte de su
vida cuando tenga conocimiento y vivencia del mundo rural propio de
Galicia: la lengua, las costumbres, las creencias o las cantigas que
tanto influyeron en su obra titulada Cantares gallegos. Si bien
no se conoce con exactitud la fecha en que la madre de Rosalía decide
hacerse cargo de ella, se sabe que en torno al año 1850 la joven se
traslada a la ciudad de Santiago de Compostela donde vivió junto a esta,
aunque ya había convivido con anterioridad con ella en Padrón.
Es en esta localidad gallega donde Rosalía recibió la instrucción que
por aquel entonces era la más adecuada para una señorita (nociones
básicas de dibujo y música), asistiendo de forma habitual a las actividades culturales promovidas por el Liceo de la Juventud junto con personalidades destacadas de la mocedad intelectual compostelana como Manuel Murguía (se duda si fue en este momento cuando conoce a Murguía o posteriormente, en su traslado a Madrid), Eduardo Pondal y Aurelio Aguirre.
Todavía en la actualidad es motivo de discusión entre los diferentes
críticos la relación que Rosalía mantuvo con Aurelio Aguirre, puesto que
a pesar de que se desconoce si existió una relación sentimental entre
ambos, la obra del mencionado sí que dejó huella en ciertos poemas de la
escritora.
Madurez
En
abril de 1856, Rosalía se trasladó a Madrid junto con la familia de su
pariente María Josefa Carmen García-Lugín y Castro, en cuya compañía
habitó la planta baja de la casa número 13 de la calle Ballesta. No se conoce con exactitud cuál fue el motivo que llevó a mudarse a la
escritora, aunque Catherine Davis creyó posible que este hecho fuese
debido al escándalo desencadenado a raíz del Banquete de Conxo,
en el que desarrollaron un papel relevante varios miembros del Liceo,
como fueron Aguirre o Pondal. Un año después de llegar a Madrid, Rosalía
publicó un folleto de poesías escrito en lengua castellana que recibió
el título de La flor, siendo este acogido con simpatía por parte de Manuel Murguía, quien hizo referencia a él en La Iberia.
El lugar preciso en que Rosalía conoció a Manuel Murguía es motivo de debate. Rosalía y Manuel contrajeron matrimonio el 10 de octubre de 1858 en la iglesia parroquial de San Ildefonso.
Fue un amigo común el que posibilitó que ambos entablasen una relación
que finalmente acabó en boda. Respecto de la relación que existió entre
la pareja la crítica rosaliana sugiere diversas hipótesis, que van desde
idílicos cuadros conyugales hasta posturas más que matizadas, que
tomando como referencia escritos atribuidos a la poetisa, dibujan la
psicología de una mujer solitaria, carente de felicidad y escéptica ante
el amor. Sin embargo, Murguía fue la primera de las personas que animó a
Rosalía en su quehacer literario, siendo él responsable de la
publicación de Cantares gallegos. Tampoco le escatimó ni apoyo
social ni intelectual en una época en la que la condición femenina era
considerada como minusvalía. A los siete meses de casarse, Rosalía dio a
luz en Santiago de Compostela a su primera hija, llamada Alejandra (12
de mayo de 1859). A esta siguieron Aura (diciembre de 1868); los
mellizos Gala y Ovidio
(julio de 1871); Amara (julio de 1873); Adriano Honorato (marzo de
1875), quien falleció en noviembre de 1876 a consecuencia de una caída; y
Valentina (febrero de 1877), quien nació muerta. Todos los hijos de Rosalía de Castro nacieron en Galicia, ya fuese en Lestrove, La Coruña o Santiago de Compostela.
El matrimonio cambió de domicilio en múltiples ocasiones, a lo que se
añadió una separación del mismo a causa de las actividades
profesionales de Murguía y graves problemas económicos derivados tanto
de la inestabilidad laboral del marido como de la parca salud de Rosalía
de Castro. Todos estos factores configuran un panorama vital que
contribuye a explicar la hipersensibilidad y el pesimismo de la
escritora. En 1859, el matrimonio estaba residiendo en La Coruña. Luego
pasa a Madrid, de donde Rosalía regresa a Santiago (1861) para volver a
la capital española. Con posterioridad, existen referencias que permiten
afirmar la presencia de la poetisa en Lugo y Santiago, además de algunos viajes que realizó el matrimonio a Extremadura, Andalucía, Castilla La Mancha y Levante. En el mes de septiembre de 1868 se produjo el levantamiento revolucionario español, conocido como La Gloriosa, pasando Murguía de ser secretario de la Junta de Santiago a director del Archivo General de Simancas, cargo que ejerció durante dos años. A partir de este momento, la vida de Rosalía se desenvolvió entre Madrid y Simancas, siendo en la ciudad vallisoletana en la que escribió gran parte de las composiciones recogidas en Follas novas. A fines de 1869 o en 1870 se produjo el encuentro entre Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer. Desde 1871, Rosalía de Castro no salió de Galicia. Vivió a partir de
este año en las Torres de Lestrove (donde residían sus parientes los
Hermida de Castro), en Dodro (La Coruña), en Santiago de Compostela y Padrón, donde prácticamente se instaló en 1875.
Últimos años
Los últimos años de la vida de Rosalía transcurrieron en la comarca
de Padrón, lugar en el que había pasado su infancia, así como buena
parte de su juventud. La Casa grande de Arretén, nombre popular con que
el que se conocía al pazo
en el que había nacido su progenitora, ya no era de la propiedad de la
familia, factor que propició que la escritora tuviese que residir en las
Torres de Lestrove entre 1879 y 1882 mientras su marido se encargaba de
la dirección en Madrid de La Ilustración Gallega y Asturiana. Finalmente, se trasladó junto con su familia a la casa llamada de La Matanza, situada en la parroquia de Iria.
Rosalía nunca disfrutó de una buena salud, pareciendo predestinada
desde su juventud a una muerte temprana. Como detalle anecdótico cabe
señalar que a su médico principal, el catedrático Maximino Teijeiro, le
dedica un libro poniéndole: «De su eterna enferma». También fue
atendida, probablemente a requerimiento del anterior, por el cirujano y
también catedrático Timoteo Sánchez Freire. De hecho, en las pocas
cartas que se conservan y que ésta envió a su marido, con frecuencia se
alude a las continuas dolencias que la atenazaban. Poco tiempo antes de
fallecer, la escritora decidió pasar una temporada a las orillas del mar
y por ello se trasladó a Santiago de Carril.
Cierto tiempo después regresó al lugar de La Matanza, donde el cáncer
de útero que padecía se fue complicando progresivamente desde 1883,
mermando cada vez más a la ya de por sí débil salud de la escritora.
Tras tres días de agonía falleció al mediodía del miércoles 15 de julio
de 1885, en su casa de La Matanza, a consecuencia de una degeneración
cancerosa del útero. El cuerpo inánime recibió sepultura al día siguiente en el cementerio de Adina, localizado en Iria Flavia,
que curiosamente había sido cantado en una composición de Rosalía de
Castro. No obstante, su cadáver fue exhumado el 15 de mayo de 1891 para
ser llevado solemnemente a Santiago de Compostela, donde fue nuevamente
sepultado en el mausoleo creado específicamente para la escritora por el
escultor Jesús Landeira, situado en la capilla de la Visitación del
Convento de Santo Domingo de Bonaval, en el presente Panteón de Galegos Ilustres.
Resultan especialmente ilustrativas las fidedignas líneas escritas por González Besada
sobre los últimos momentos de Rosalía: «...recibió con fervor los
Santos Sacramentos, recitando en voz baja sus predilectas oraciones.
Encargó a sus hijos quemasen los trabajos literarios que, ordenados y
reunidos por ella misma, dejaba sin publicar. Dispuso se la enterrara en
el cementerio de Adina, y pidiendo un ramo de pensamientos, la flor de
su predilección, no bien se lo acercó a los labios sufrió un ahogo que
fue comienzo de su agonía. Delirante, y nublada la vista, dijo a su hija
Alejandra: "abre esa ventana que quiero ver el mar", y cerrando sus
ojos para siempre, expiró...». Sin embargo, desde Padrón es imposible
ver el mar. Por ello resultan enigmáticas estas palabras puestas en boca
de una persona para quién el mar fue una perenne tentación de suicidio.
Lengua literaria
El idioma que tenían a su disposición los iniciadores del
Renacimiento romántico, que eran unos completos desconocedores de los
textos medievales, era una lengua dialectal empobrecida, muy erosionada
por la lengua oficial y fragmentada en variedades comarcales.
No se puede afirmar que Rosalía de Castro escribiese en un dialecto
determinado, aunque su elástico sistema de normas lingüísticas tenga
como base geográfica las hablas de las comarcas bañadas por el Sar y el Ulla, con una clara tendencia al seseo.
Como consecuencia de la precaria situación en la que se encontraba la
lengua gallega escrita de la época, Rosalía solía emplear vulgarismos (probe en lugar de pobre, espranza en lugar de esperanza y dreito en lugar de dereito son algunos ejemplos), hipergalleguismos (concencia o pacencia son dos ejemplos) y castellanismos (dicha, Dios, conexo...). También son habituales en sus obras las variaciones léxicas (frores, frois, froles o dor, dore, delor) y morfológicas, mientras se adoptan diferentes soluciones para la formación del plural de las palabras agudas.
A pesar de todo, a Rosalía le interesa más la vivacidad que la pureza
de la lengua gallega que usa para expresarse, lo que deja patente en el
prólogo de Cantares gallegos. Es allí donde se dice que a pesar
de carecer de gramáticas y de reglas, lo que propicia la aparición de
errores ortográficos, la autora puso su mayor cuidado en reproducir el
verdadero espíritu del pueblo gallego.
Importancia y significado de su obra en gallego
Con la publicación de Cantares gallegos en el año 1863 se alcanzó el momento culmen del Rexurdimento
de las letras gallegas, así como se marcó un punto de inflexión en la
historia de la literatura gallega. Con un elevado ejercicio lingüístico y
literario, la escritora prestigió al gallego como lengua literaria (si
bien este idioma ya había sido utilizado para la creación literaria,
como sucede con la lírica galaicoportuguesa) y reivindicó su uso. Además, por medio de los temas tratados en Cantares gallegos,
Rosalía otorga a su obra un carácter sociopolítico reflejando las duras
y pésimas condiciones bajo las que se encontraba la sociedad rural
gallega, al mismo tiempo que reivindicaba al gallego frente al
castellano, y a Galicia frente al resto de España.
Se puede decir que Rosalía pretendió defender y redescubrir a la
cultura e identidad gallega, las cuales habían sido obviadas por la
ideología centralista estatal. La huella de Cantares gallegos
quedó reflejada tanto en la posterior producción literaria como en el
mismo pueblo gallego, que al verse reflejado en la obra rosaliana tomó
conciencia de su propia dignidad. El éxito del libro se debió a la
extraordinaria conexión que existió entra la escritora y las gentes de
su región, llegándose al extremo de que el pueblo llegó a asumir un gran
número de poemas y estrofas como versos comunitarios.
Con Follas novas Rosalía creó un universo nuevo y
extremadamente personal, en el que el puro lirismo intimista alcanza la
más alta realización artística, más allá de las vivencias estéticas, en
una continua y angustiada pregunta sobre el sentido de la existencia
humana. La poesía que se recoge en esta obra revela la conflictividad de
un mundo en el que no existen valores eternos y verdades absolutas, y
donde el ser humano se encuentra totalmente solo. Es la cosmovisión
pesimista y angustiada la que trasluce la crisis de valores de la
sociedad capitalista frente a la seguridad de la sociedad patriarcal,
que aparece en descomposición por la acción de aquella.
Las críticas e influencias posteriores
La valoración de la obra rosaliana y la mitificación de la escritora se produjeron tras el fallecimiento de la misma, puesto que a lo largo de su vida esta fue permanentemente menospreciada y marginada, quedando fuera de escritos tan relevantes como La literatura en 1881 de Leopoldo Alas y Armando Palacio Valdés. Fue necesario esperar hasta los modernistas y la generación del 98 para que reconocieran en Rosalía a una creadora afín a su espíritu.
Los mayores promotores de Rosalía de Castro fueron los escritores del 98, quienes la dieron a conocer a través de sus escritos en toda la geografía española y en la América hispanohablante, valiéndose de su gran reconocimiento social y de la reedición de muchas de las páginas que fueron escritas por ellos y que versaban sobre la escritora. Principalmente, fueron Azorín y Miguel de Unamuno los más acérrimos valedores de Rosalía, quienes le dedicaron entre 1911 y 1912 un total de seis artículos que versaban sobre la escritora gallega. El resto de literatos noventayochistas no se pronunciaron en favor de Rosalía de Castro, y si lo hicieron fue de una forma muy tenue, como hizo Antonio Machado con una lacónica y tardía observación sobre la poetisa. Destacó también Ramón María del Valle-Inclán, pero en este caso por las duras críticas y juicios negativos que le dedicó a la obra rosaliana, a pesar de ser amigo de su marido, Manuel Murguía, quien se había encargado de la redacción del prólogo de la obra titulada Femeninas, del mismo Valle Inclán.
El independiente Juan Ramón Jiménez también se hizo eco de la obra rosaliana, dedicándole todo tipo de elogios y considerándola como la predecesora de la revolución poética iniciada por Rubén Darío. Considerándola una poeta del litoral, al igual que hacía con Bécquer, Jiménez le otorga el calificativo de innovadora y precursora del modernismo español.
El 8 de marzo de 2017, la escritora María Reimóndez Meilán recibió el I Premio Xohana Torres de ensayo y creación audiovisual con su ensayo Rosalía de Castro, tradutora feminista, en diálogo con Erín Moure. En este ensayo se desataca el trabajo como traductora de Rosalía de Castro desde una óptica feminista para su tiempo.
Día de las Letras Gallegas
El 20 de marzo de 1963, tres miembros numerarios de la Real Academia Gallega, concretamente Francisco Fernández del Riego, Manuel Gómez Román y Xesús Ferro Couselo, enviaron una carta al que por aquel entonces ostentaba el cargo de presidente de la institución, Sebastián Martínez Risco, en la que se sometía a consideración de la Junta General la propuesta de celebrar el centenario de la publicación de la obra Cantares gallegos,
de Rosalía de Castro. El 28 de abril, a consecuencia de la propuesta
elevada al presidente, tiene lugar una Junta ordinaria en los salones
municipales cuyo resultado fue la declaración del Día das Letras Galegas el 17 de mayo de cada año, quedando reflejada tal decisión en el acta de la sesión.
Todos sabemos que o libro rosalián editado en 1863, ten sido a primeira obra maestra con que contóu a Literatura Galega Contemporánea. A súa aparición veu a lle dar prestixio universal á nosa fala como instrumento de creación literaria. Representa, pois, un fito decisivo na historia da renacencia cultural de Galicia.
Todos sabemos que el libro rosaliano editado en 1863, ha sido la primera obra maestra con la que contó la Literatura Gallega Contemporánea. Su aparición le proporcionó prestigio universal a nuestra habla como instrumento de creación literaria. Representa, pues, un hecho decisivo en la historia del renacimiento cultural de Galicia.
Punto primero de la carta.
Ninguén desconoce que o libro ten unha forza simbólica estraordinaria. Sendo a amosa máis reveladora do nivel cultural dos pobos, non é de estranar o afán de esparexelo e de lle abrir camiños pra ensanchar o ámpido dos seus leitores. No caso de Galicia, ningunha data máis axeitada pra enaltecer e difundir o libro eiquí producido, que a que conmemora a pubricación da obra coa que se encetóu o prestixio contemporáneo das Letras galegas.
Nadie desconoce que el libro tiene una fuerza simbólica extraordinaria. Siendo la muestra más reveladora del nivel cultural de los pueblos, no es de extrañar el afán de esparcirlo y de abrir caminos para ensanchar el ámbito de sus lectores. En el caso de Galicia, ninguna fecha es más ajustada para ensalzar y difundir el libro aquí producido, que la que conmemora la publicación de la obra con la que se formó el prestigio contemporáneo de la Letras Gallegas.
Punto quinto de la carta.
A los dos días de alcanzarse un acuerdo en el seno de la institución,
el presidente de la Real Academia Gallega procedió a la comunicación
del mismo al Ministerio de Información y Turismo solicitando su permiso
para poder llevar a buen término la iniciativa. El 14 de mayo, el
delegado provincial del Ministerio al que se había acudido respondió de
manera positiva a la propuesta. Así, aquel año de 1963 se honró lo
figura de Rosalía por medio de diversos actos que fueron promovidos por
la institución académica, teniendo esto como sede principal la ciudad de
La Coruña. No obstante, en otras ciudades de toda Galicia también se
promovieron distintos homenajes y actos con el objetivo de honrar tanto a
la autora como a su obra.
Reconocimientos
En la actualidad, son varias las instituciones, espacios públicos y bienes de consumo
designados con el nombre de Rosalía de Castro, poniendo esto de
manifiesto el arraigo social que tiene la figura de la poetisa. De este
modo, es posible encontrar centros de educación tanto en la Comunidad Autónoma de Galicia como en el resto de regiones de España, en Rusia, Venezuela (Teatro Rosalía de Castro) o Uruguay
llamados igual que la escritora, a lo que se debe añadir numerosos
parques, plazas y calles, asociaciones culturales, premios otorgados a
personas íntimamente vinculadas a la lengua gallega y española,
bibliotecas, agrupaciones folclóricas, coros musicales e incluso un vino
con Denominación de Origen Rías Baixas. Sin embargo, resulta curioso que un avión de la compañía Iberia, así como una aeronave perteneciente a Salvamento Marítimo,
hayan sido bautizados igual que la escritora. Obviamente, también son
varios los monumentos (placas conmemorativas y esculturas
principalmente) dedicados a su figura en diversos países del mundo.
Con la emisión del 23 de octubre de 1979 apareció el último de los billetes de 500 pesetas, puesto que este sería substituido en 1987 por monedas de igual valor.
El billete se distinguía por presentar en el anverso el retrato de
Rosalía de Castro, grabado por Pablo Sampedro Moledo, así como por
mostrar en el reverso la Casa-Museo de Rosalía sita en Padrón y unos
versos con la caligrafía de su autora, pertenecientes a la obra Follas novas. De esta forma, Rosalía de Castro se convirtió junto con Isabel la Católica, en el único personaje femenino no alegórico retratado en el anverso de un billete propiamente español.
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