diumenge, 14 de desembre del 2014

INFORMACIÓN SALIDA MES DE ENERO. VIAJE A LA PREHISTORIA







El Museo está ubicado en una zona de interés arqueológico y alto valor histórico, y está incluido en el Plan especial de protección arquitectónico histórico de la ciudad de Barcelona. Destaca la galería gótica construida en la segunda mitad del S. XIII y primera del S. XIV con piedra de Montjuïc. Es el único edificio no religioso de Barcelona que tiene arcos góticos en su planta baja.


En los siglos XIV, XV y XVI la calle Montcada, dónde se ubica el Museo, adquirió el rango de calle noble de la ciudad y en ella habitaron familias de clases reconocidas. Parece ser que la familia Massanet fue la primera que vivió en el edificio (inicios del S. XIV), aunque la primera prueba que da constancia de quien habitó es la de la familia Romeu a partir del año 1.344. De la familia destacó Pere Romeu, que fue Conseller y cónsul de La Lonja. Desde entonces han habitado diversas familias. En este caso destacamos a Joan Puiguriguer (que fue “Conseller de la ciutat”), que en 1.715 adquirió el edificio y en 1.722 lo remodeló. Su hijo y heredero Josep Puiguriguer, en 1.753 realizó una nueva campaña reconstructiva que viene reflejada en la fecha que aparece en el arco del Patio Central.


Siendo Josep Puiguriguer propietario, se produjo el hecho más relevante de la finca: Se trata del refugio que se dio a la custodia del Santísimo durante la Procesión del año 1.762 a causa de la lluvia torrencial. En el vestíbulo, una lápida de época recuerda este hecho que ha dado nombre de “Casa de la Custodia” al edificio.


La evolución de la Tierra
La historia de la Tierra, que cuenta con unos 6 mil millones de años, y de la propia vida ella que existe desde hace ya unos 4 mil millones de años, se parece a una espiral donde cada vuelta, de algún modo, repite la anterior. Después de las épocas de clima cálido vienen los períodos glaciares; el océano cubre casi toda la tierra firme sólo para retroceder después; los continentes se unen en un supercontinente que a su vez se divide en partes. La evolución de los seres vivos sigue ininterrumpida: hace 3 mil millones de años sólo las bacterias habitaban la Tierra, con el tiempo aparecieron las algas y las plantas, después, los animales unicelulares y pluricelulares. Los bosques y la vegetación cubrieron la tierra. Los dinosaurios sustituyeron a los anfibios y a su vez fueron sustituidos por los mamíferos. Y ya en la última época glaciar llegó el tiempo del mamut y del homo sapiens. Los seres humanos nosotros debemos en mucho el éxito de nuestra evolución al mamut y a otros grandes mamíferos de la época – la historia que nos cuenta la exposición del museo.



La Edad de Hielo

La Tierra ha experimentado un enfriamiento progresivo durante los dos últimos dos mil millones de años. Su superficie ha pasado por épocas más cálidas y otras más frías, sucediéndose de manera cíclica aunque las “cálidas” lo son cada vez menos. Este proceso se ha acelerado durante los últimos 30 millones de años a medida que el contenido de dióxido de carbono ha ido descendiendo. Gracias a esto, animales como los mamíferos y aves, que son capaces de mantener su temperatura corporal constante a pesar de las condiciones exteriores, han tenido una gran ventaja. Y entre las plantas comenzaron a dominar aquellas que no dependieron del volumen de dióxido de carbono en la atmósfera como las hierbas, cactus y algunos arbustos. Este grupo de animales y plantas formaron el más perfecto de los ecosistemas terrestres, el de las estepas (sabanas, praderas, pampas y “tundro-estepas”.
Con el inicio de la última glaciación hace unos 3,5 millones de años (y que de hecho todavía no ha finalizado), las nuevas especies de mamíferos se adaptaron a períodos más largos con la tierra cubierta de nieve, que limita el desplazamiento en busca de comida como hierba dura y fibrosa. Los mamuts utilizaban los colmillos defensas como pala de nieve, los rinocerontes lanudos los cuernos delanteros, y los caballos y bueyes las pezuñas.
De esta manera se formó una sorprendente “fauna de mamut” que pobló el hemisferio norte. Curiosamente el noreste de Siberia (de donde provienen en una mayoría las muestras del Museo) y la Península Ibérica, fueron similares ya que ambos se libraron de la capa de hielo sólido, pero los glaciares de montaña ocuparon vastas zonas separadas por profundos valles fluviales.
Si gracias al permafrost, el noreste de Siberia conserva los restos de una gran variedad de animales incluyendo momias y esqueletos completos, la Península Ibérica es famosa principalmente por las magníficas pinturas rupestres de esos mismos animales. Recientemente, aquí ha aumentado considerablemente la lista de interesantes hallazgos de esqueletos.

Cataluña, tierra de mamuts

España está entre los países donde están los científicos encuentran más los restos de la fauna de mamuts (es decir, de los mismos mamuts y de los animales que vivían al mismo tiempo que ellos). El punto más sureño de tales descubrimientos se ubica cerca de la ciudad de El Padul (provincia de Granada): aquí los paleontólogos encontraron los restos de cuatro mamuts adultos (32–36 miles de años de edad).
Este descubrimiento demostró que en aquella época los mamuts habían llegado hasta las cimas de Sierra Nevada cubiertas de nieve. En el año 2008, cerca de la ciudad de Viladecans, en los alrededores de Barcelona, se encontraron otros 400 restos de animales pertenecientes a la fauna de mamuts. Lo interesante es que estos animales no llegaron a estos lugares salvándose del glaciar, sino que habitaban allí de un modo permanente.

Las Cuevas de España: El tesoro del Mundo

Cuando el naturalista español Marcelino Sanz de Sautuola junto con su hija de 8 años María encontró las famosas imágenes de la cueva cantábrica de Altamira, los arqueólogos experimentados no les dieron mucho crédito. Sólo 14 años después de la muerte del descubridor, uno de sus detractores, Emile Cartailhac pidió perdón públicamente en el artículo «La grotte d’Altamira, Espagne».
Mea culpa d’un sceptique, publicado en la revista L’Anthropologie. Más tarde Cartailhac llegó a ser un experto en el arte rupestre. Las menciones más antiguas de la pintura rupestre – las de Miguel de Cervantes en “Don Quijote” (1615) y de Lope de Vega en “Las Batuecas Del Duque De Alba” – simplemente fueron ignoradas: los escritores– fantaseadores no parecían ser una fuente segura. Hoy día se han descubierto más de 300 cuevas con “lienzos” rupestres, principalmente en el Norte de España y en el Sur de Francia. Y es curioso que todos los dibujos paleolíticos desde los Montes Urales hasta la Cordillera Cantábrica pertenezcan a la misma “escuela artística”. Lo interesante no es la coincidencia de sujetos e imágenes de animales particulares – mamuts, rinocerontes lanudos, bisontes, caballos, ciervos (con el fin de parecer animales reales), sino las cosas abstractas: trapecios, rombos, rejillas. Las imágenes de los animales no son una simple pintura o grabado.

Estos dibujos son normalmente tridimensionales y volumétricos: hechos conforme al relieve natural de la superficie. Las grietas i suras, salientes, forman las partes importantes de la imagen y los múltiples contornos que se repiten en los escorzos diferentes crean la ilusión del movimiento de un animal. Con el fuego vivo – fuego de hoguera o de antorcha – todo el lienzo grande, que a menudo ocupaba no sólo las paredes sino también el techo de la cueva, revivía adquiriendo la cuarta dimensión – el tiempo. Por i n en las imágenes rupestres casi no aparece la imagen humana, a pesar de que los animales eran pintados con una precisión sorprendente: en la actualidad estas imágenes se usan para la reconstrucción científica de las especies extinguidas. La disposición de las pinturas estaba muy vinculada a la acústica de la sala cavernaria: los lienzos siempre se ubican en los lugares donde nace el eco y el ruido de los pasos de un hombre se transforma en el pataleo del rebaño entero.
Además las cuevas de España son las crónicas detalladas de la historia de la humanidad, que nos permiten observar como las especies sustituían una a otra (muchas de estas especies transitorias fueron descubiertas en España).


El Hombre prehistórico
Los seres humanos llegaron a la península Ibérica hace 500 mil de años. España es la cuna de la humanidad en el continente Europeo. Los campamentos de los hombres de Neandertal en Gibraltar aparecieron hace 35 mil de años. Las huellas más antiguas de sus actividades fueron encontradas en el campamento de Torralba (provincia de Soria): calaveras de mamuts, huesos de rinocerontes, caballos antiguos y otros animales de la época. Hace 15 mil años, en el territorio de la Cataluña actual, existía la cultura Magdaleniense. Los cazadores de esta cultura dejaron en las paredes de las cuevas imágenes de los animales que cazaban: bisontes, mamuts, rinocerontes, caballos, osos. Éstos grababan las imágenes con piedras aisladas y las pintaban con tintes minerales. Los más conocidas son las imágenes de la cueva de Altamira cerca de Santander: en esta cueva las obras maestras del arte prehistórico se encontraron por primera vez.


El mamut y el hombre
La discusión científica acerca de lo que exterminó a los mamuts (el cambio climático o la gente) dura muchas décadas. Matemáticos españoles lograron discriminar estos factores. Según sus estudios, los humanos interpretaron el papel de la paja que rompió la espalda de los gigantes peludos. Hace mucho tiempo los paleontólogos demostraron que los mamuts sobrevivieron a más de una época de calentamiento, cada vez que las condiciones del ambiente donde podían vivir empeoraban considerablemente, pero su población se recuperaba después de miles o decenas de miles de años. El único factor que destaca en el último episodio es la aparición del ser humano. 126 mil de años atrás los mamuts pasaron un tiempo muy difícil: en aquel entonces el calentamiento les hizo trasladarse a las áreas subárticas, pero los animales sobrevivieron al calor desconocido. Pero hace 6 mil años – con un calentamiento bastante moderado – los mamuts se encontraron no sólo con la falta del territorio, sino también con cazadores despiadados a la vez que ingeniosos del género Homo, especie Sapiens. Los cálculos de los científicos españoles demostraron que bastaba con que cada persona comiera un mamut cada tres años para que la especie se extinguiera. De todas maneras los humanos cumplieron su tarea.


 

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