La República Argentina, conocida simplemente como Argentina, es un país soberano de América del Sur, ubicado en el extremo sur y sudeste de dicho subcontinente. Adopta la forma de gobierno republicana, representativa y federal.
El Estado argentino es un Estado federal descentralizado, integrado por un Estado nacional y veintitrés estados provinciales autónomos que constituyen la federación, que jurídicamente son preexistentes y que se reservan todos los poderes no delegados. Los municipios son autónomos y la federación tiene como capital federal a la Ciudad de Buenos Aires, que posee un régimen especial de autonomía establecido en la Constitución. La Constitución reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas, garantizando sus derechos a la identidad, a una educación bilingüe e intercultural y la propiedad comunitaria de sus tierras. Integra el Mercosur -bloque del que fue fundador en 1991-, la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Organización de Estados Americanos (OEA).
Toponimia
El país tiene tres nombres oficiales establecidos desde 1860
por el artículo 35 la Constitución nacional, que pueden ser usados
indistintamente: «Provincias Unidas del Río de la Plata», «República
Argentina» y «Confederación Argentina». El más utilizado de los tres es
el segundo, «República Argentina». Por elipsis del sustantivo, suele
decirse correctamente «la Argentina». Sin embargo, está muy extendido el
uso sin el artículo.
El nombre «Argentina» proviene del latín argentum (‘plata’) y está asociado a la leyenda de la Sierra de la Plata, común entre los primeros exploradores europeos de la región, tanto españoles como portugueses. Fueron estos quienes denominaron Rio da Prata (‘Río de la Plata’) al gran estuario descubierto por la expedición portuguesa de 1502 en la que participaba Américo Vespucio, y al que luego llegó Juan Díaz de Solís en 1516, llamándolo Mar Dulce.
El nombre se menciona por primera vez en el poema publicado en 1602 por el español Martín del Barco Centenera titulado La Argentina y conquista del Río de la Plata, en el que se describe la región del Río de la Plata como también la fundación de la ciudad de Buenos Aires.
El topónimo aparece ratificado al publicarse en 1612 la obra La Argentina manuscrita, del criollo asunceno Ruy Díaz de Guzmán, obra de historia en la que, en medio de un relato épico,
se hace una descripción de la región. A finales del siglo XVIII, la
palabra era de uso común para denominar todo lo relacionado con el Río
de la Plata, su cuenca, su territorio y sus pobladores, pero el
virreinato creado en 1776, antecedente inmediato del país independizado
en 1816, llevó el nombre de «Virreinato del Río de la Plata».
La Primera Junta de Gobierno utilizó el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata, que fue también empleado por los gobiernos que le sucedieron hasta que, en 1816, el Congreso de Tucumán proclamó la independencia de las Provincias Unidas en Sud América, nombre que mantuvo en la Constitución de 1819.
Oficialmente, se utilizó por primera vez la denominación República Argentina en la Constitución de 1826. Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas (1835-1852) se utilizaron, entre otros, los nombres de Confederación Argentina, República de la Confederación Argentina, y Federación Argentina.
La Constitución Argentina de 1853 se sancionó en nombre del pueblo de la Confederación Argentina, pero al incorporarse el Estado de Buenos Aires, en 1860 se cambió por Nación Argentina y se incorporó el artículo 35:
Las denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber: Provincias Unidas del Río de la Plata; República Argentina, Confederación Argentina, serán en adelante nombres oficiales indistintamente para la designación del Gobierno y territorio de las provincias, empleándose las palabras «Nación Argentina» en la formación y sanción de las leyes.
El 8 de octubre de 1860, en la ciudad de Paraná, entonces capital de la Confederación Argentina, el presidente Santiago Derqui decretó que:
[...] siendo conveniente a este respecto establecer la uniformidad en los actos administrativos, el Gobierno ha venido a acordar que para todos estos actos se use la denominación República Argentina.
El nombre fue confirmado definitivamente en 1862 por Bartolomé Mitre, primer presidente del país reunificado, al utilizar el título de presidente de la Nación Argentina.
Historia
Prehistoria
Los primeros pobladores del actual territorio argentino se remontan al 12º o al 13er milenio AP, de acuerdo a los hallazgos de Los Toldos y Piedra Museo, en la provincia de Santa Cruz). Entre los pueblos originarios, los cazadores y recolectores habitaron la Patagonia, la Pampa y el Chaco; mientras que los agricultores se instalaron en el noroeste, Cuyo, las Sierras de Córdoba y, más tarde, en la Mesopotamia argentina. Tastil,
en el noroeste, fue la ciudad precolombina más grande ubicada en el
actual territorio argentino, con una población de 2000 habitantes.
Los primeros rastros de la vida humana en el territorio que luego será Argentina corresponden a pueblos de un nivel cultural paleolítico, incorporándose hace unos 3000 años los primeros aportes culturales mesolíticos y neolíticos.
Hasta la época de la conquista y colonización europea, el actual
territorio argentino estuvo ocupado por varios pueblos originarios con
diferentes organizaciones sociales, que se pueden dividir en tres grupos
principales:
- Cazadores y recolectores de alimentos básicos canoeros oceánicos, como los yagán o yámana y los haush en Tierra del Fuego y los canales fueguinos.
- Cazadores avanzados y recolectores de alimentos como los pámpidos, en el centro-este: hets en las praderas y estepas de la región pampeana y norpatagónica; y chonks en la Patagonia — invadidos desde el s. XVIII por los mapuches alfareros procedentes del centrosur del actual Chile — y los qom y wichi en la región chaqueña. También pertenecen a este grupo los pámpidos charrúas y minuanes, que habían incorporado la cerámica.
- Los agricultores con cerámica como los guaraníes y las culturas andinas y derivadas. A partir del segundo milenio, los avá (un pueblo amazónido conocido desde el siglo XVII por los españoles como «guaraníes») invadieron el NEA y el Litoral argentino; eran cultivadores de mandioca y avaty o maíz en forma de roza (tala y quema de florestas) y por ello semisedentarios. Las culturas centradas en la agricultura y ganadería del NOA eran puramente sedentarias, y habían desarrollado redes comerciales englobadas en el conjunto actualmente llamado «diaguita»; tras establecer un sistema cuasi-estatal en torno a señoríos locales, fueron sometidos por el imperio incaico hacia el año 1480. Influidos por estas culturas andinas, otros pueblos como los henia - kâmîare, tonocotés y huarpes desarrollaron una agricultura y ganadería de menor desarrollo, adaptada a las condiciones de las regiones llanas y serranas del centro de la actual Argentina y de Cuyo.
En los siglos XIV y XV, el Imperio incaico conquistó parte de las actuales provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, el extremo oeste de la provincia de Tucumán, parte oeste de las provincias de La Rioja y San Juan, el noroeste de la provincia de Mendoza y, probablemente, el norte de la de Santiago del Estero, incorporando sus territorios al Collasuyo, que era la parte sur del Tahuantinsuyo o regiones de tal imperio. Tradicionalmente, se atribuye la conquista al monarca inca Túpac Yupanqui. Varios señoríos de la región, como los omaguacas, los likanantai (atacamas), los huarpes, los diaguitas y otros, intentaron resistir, pero los incas lograron dominarlos, trasladando a sus territorios a los mitimaes o colonos deportados de las tribus de los chichas, que habitaban en lo que es el suroeste del actual territorio boliviano. Otros, como los sanavirones, los lule-tonocoté y los henia-kâmîare
(popularmente llamados «comechingones»), resistieron con éxito la
invasión incaica y se mantuvieron como señoríos independientes.
Conquista española
A partir de comienzos del siglo XVI el Imperio Español
conquistó aproximadamente un tercio del actual territorio argentino,
sometiendo a los pueblos originarios que lo habitaban. Como en todo el
continente la población indígena sufrió una gran mortandad que produjo
una catástrofe demográfica, razón por la cual los conquistadores europeos introdujeron esclavos secuestrados en el África subsahariana.
El fuerte Sancti Spiritu fue el primer asentamiento español, instalado en 1527 a orillas del río Paraná, a 40 km al norte de la actual ciudad de Rosario. La primera exploración del noroeste y centro del país fue la entrada de Diego de Rojas en 1543. Las ciudades de Asunción (1537), Santiago del Estero (1553), Córdoba (1573) y Buenos Aires
(1536/1580) fueron las bases del establecimiento colonial que se impuso
en la mitad norte del actual territorio argentino, sujeto a la
autoridad de la Corona Española (la Gobernación del Río de la Plata). Entre 1560 y 1667 los señoríos diaguitas mantuvieron una larga resistencia conocida como las guerras calchaquíes en el actual noroeste argentino.
En el siglo XVII se establecieron las misiones jesuíticas guaraníes. Fueron comunidades misionales fundados por la Compañía de Jesús entre los guaraníes y pueblos afines, que tenían como fin evangelizar y evitar la esclavización de los indígenas de las actuales provincias de Misiones, Corrientes, y parte del Paraguay y Brasil. Cumplieron con éxito su tarea, hasta que en el año 1768, el rey español Carlos III ordenó expulsar a los jesuitas.
Durante la mayor parte del período colonial, el territorio argentino fue parte del Virreinato del Perú, hasta que en 1776 el rey Carlos III de España creó con parte de su territorio el Virreinato del Río de la Plata.
La ciudad de Buenos Aires fue designada como su capital por su
creciente importancia como centro comercial, y con la idea de resistir
mejor a un eventual ataque portugués, así como también para tener un
acceso más fácil a España a través de la navegación atlántica.
En el siglo XVIII la multiplicación natural del ganado vacuno y equino cimarrón en las llanuras pampeana, de la Banda Oriental del Río de la Plata y del sur de Brasil, provocó la aparición de un tipo especial de campesino independiente a caballo llamado gaucho —en el caso de los varones— y china —en el caso de las mujeres. Los gauchos desarrollaron una cultura de características propias, adhirieron y lucharían en la guerra de la Independencia y enfrentaron a los estancieros
para garantizar su derecho al acceso al ganado y la tierra, hasta ser
vencidos en la segunda mitad del siglo XIX. Esta riqueza en ganado
salvaje también llevó a la aparición de indígenas de tradición ecuestre
en el Chaco, la Pampa y la Patagonia, que entablaron una dinámica de lucha intermitente por los recursos ganaderos con la población española y criolla.
Hasta mediados del siglo XIX, gran parte de la Patagonia y las Pampas
permanecieron bajo el control de diferentes pueblos indígenas:
principalmente, chonks y luego también los mapuches en la Patagonia y ranqueles
en la llanura pampeana hasta el último cuarto del siglo XIX. Asimismo,
los territorios de gran parte de la región chaqueña no fueron
colonizados por los europeos, sino que permanecieron habitados por
pueblos autóctonos como los qoms, moqoits (mocovís o, mocovíes), pilagás y wichis hasta principios del siglo XX.
La población indígena sedentaria fue sometida a relaciones de
dependencia permanente respecto de la población española. Aunque con el
paso de las generaciones fue absorbida dentro una población étnicamente
identificable como "criolla", este proceso de mestización no fue total,
como lo demuestra la participación de poblaciones del Noroeste del
actual territorio argentino en el gran levantamiento indígena de 1780
con epicentro en el Cuzco, dirigido por el inca Túpac Amaru II.
La Independencia
Hacia 1806 y 1807 tuvieron lugar las Invasiones Inglesas
al Río de la Plata, que fueron repelidas en dos oportunidades por las
guarniciones militares y por la población civil, que se organizó en
unidades de milicias
formadas por numerosos criollos —tanto porteños como provenientes del
Interior—, españoles, indígenas y hasta esclavos negros. El virrey Rafael de Sobremonte fue culpado de cobardía e impericia ante los iniciales triunfos de los invasores, y reemplazado por el cabildo de la capital, siendo reemplazado por Santiago de Liniers, héroe de la Reconquista y la Defensa.
Los principales líderes de estas milicias se convirtieron rápidamente
en una nueva élite de poder en la ciudad de Buenos Aires, ingresando
como miembros del Cabildo.
Aunque Liniers fue confirmado en su cargo por el Rey de España, la destitución de un virrey por presión popular fue un hecho inédito en la historia de América, que —junto a la victoria sobre los ejércitos británicos— dieron un gran prestigio a Buenos Aires, que ganó un carácter de «Hermana mayor» ante las demás provincias.
En mayo del año 1810, ante la noticia de la completa derrota española frente a Napoleón Bonaparte, el pueblo de Buenos Aires inició la Revolución de Mayo, que derrocó y expulsó al Virrey Cisneros, eligiendo en su lugar una junta de gobierno integrada mayoritariamente por criollos que dio origen a la prolongada Guerra de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata contra España (1810-1824).
Mientras se desarrollaba la guerra de independencia, también tuvo
lugar una compleja disputa por la forma de organización del nuevo
Estado, que generó en 1814 el inicio de una guerra civil que —con intermitencias— duraría más de medio siglo. El líder de la fracción federal, el oriental José Gervasio Artigas fue proclamado Protector de la Unión de los Pueblos Libres, una liga de provincias que se negaban a ser administrados por el gobierno unitario de Buenos Aires. La misma organizó el llamado Congreso de Oriente en Concepción del Uruguay, del cual aún se discute si alcanzó a proclamar —como se proponía— la independencia de España.
El 9 de julio de 1816, en la ciudad de San Miguel de Tucumán,
un congreso de diputados de las provincias del noroeste y centro-oeste
del país y de la de Buenos Aires, junto con algunos diputados exiliados
del Alto Perú, proclamó la independencia de las Provincias Unidas en Sud América, utilizando la siguiente fórmula:
[...] recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli [...]
En varios puntos de Sudamérica los nuevos gobiernos debieron enfrentar la resistencia contrarrevolucionaria
de los ejércitos realistas, que intentaban restaurar la autoridad de la
monarquía española en la región. Comenzaron las guerras por la
independencia. Algunos de los principales comandantes fueron Manuel Belgrano, al mando del Ejército del Norte, José de San Martín, creador del Ejército de los Andes, Martín Miguel de Güemes, organizador de la guerra gaucha y Juana Azurduy, comandante de la guerra de guerrillas en el Alto Perú. El Estado argentino considera a San Martín como el mayor héroe militar de su independencia y lo honra con el título de «Padre de la Patria». Junto a Simón Bolívar, fueron los máximos responsables de las gestas libertadoras que terminaron con la presencia española en el continente.
La formación del Estado federal
Las primeras décadas como país independiente fueron conflictivas: ante la hegemonía de los unitarios, los federales se alzaron repetidamente en defensa de la autonomía de las provincias, llevando —tras la llamada Anarquía del Año XX— a la división del país en provincias autónomas gobernadas generalmente por caudillos
militares, mientras que el país —excepto un breve intervalo entre 1825 y
1827— careció de un gobierno nacional hasta 1852. Cada provincia asumió
la plenitud del gobierno en el ámbito de su territorio.
La guerra de la independencia continuó hasta el año 1825, pero se luchó preferentemente en la frontera norte y en el Perú. Mientras tanto, la Provincia Oriental fue invadida por el reino de Portugal, de quien pasó al Imperio del Brasil. La consecuente Guerra del Brasil culminó con la Convención Preliminar de Paz de 1828, que declaró independiente al territorio en disputa, con el nombre de Estado Oriental del Uruguay. Poco antes, en 1825, el Alto Perú formó la República de Bolivia, y al año siguiente le fue agregada la ciudad de Tarija y su jurisdicción.
El territorio restante —que había logrado aumentar en algo su territorio con algunos territorios quitados a los indígenas— comenzó a usar el nombre de Argentina a mediados de los años 1820.
A principios de los años 1830, los federales lograron triunfar en todo el país, que adoptó el nombre de Confederación Argentina. Durante más de veinte años, el gobernador federal de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, asumió en los hechos la máxima autoridad nacional, aunque en teoría sólo era el depositario de la representación externa del conjunto de las provincias. Durante la época de su hegemonía combatió y derrotó sucesivos levantamientos de los unitarios, un bloqueo del Río de la Plata por parte de Francia y luego otro bloqueo conjunto por parte de Gran Bretaña y Francia. También mantuvo conflictos bélicos contra la Confederación Perú-Boliviana, y contra el llamado Gobierno de la Defensa de Montevideo, la capital uruguaya, debido a la injerencia de los dos partidos de ese país —blancos y colorados— en las guerras civiles argentinas.
Pese a la paz que fue capaz de imponer y el crecimiento económico —al
menos de las provincias del Litoral—, los enemigos de Rosas reclamaban
libertades individuales, políticas y de expresión, que eran férreamente
anuladas por el gobernador porteño; el núcleo de sus reclamos era la
sanción de una constitución política que organizara formalmente el
Estado nacional y garantizara los derechos de los ciudadanos.
La organización constitucional
En 1852, Rosas fue derrotado en la batalla de Caseros por el Ejército Grande, una alianza entre las provincias de Entre Ríos y Corrientes, las tropas coloradas de Uruguay y otras de Brasil. La alianza fue encabezada por el federal antirrosista Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, quien asumió la presidencia provisional.
Este período duró hasta la sanción de una Constitución en 1853, que con algunos cambios ha regido en el país hasta la actualidad. La misma adoptó un régimen federal, pero la provincia de Buenos Aires se separó de la Confederación Argentina, que debió establecer su capital en la ciudad de Paraná. En 1859, la Confederación derrotó a Buenos Aires en la batalla de Cepeda, forzándola a firmar el Pacto de San José de Flores,
por el cual Buenos Aires se reincorporaba a la que desde entonces pasó a
llamarse República Argentina. No obstante, la reunificación definitiva
fue lograda bajo la dirección de Buenos Aires tras la batalla de Pavón (1861), durante la presidencia de Bartolomé Mitre.
En 1865, la Argentina se involucró nuevamente en una guerra civil en Uruguay, a lo cual el Paraguay respondió ocupando la ciudad de Corrientes. Tras firmar una Triple Alianza con el Brasil y Uruguay, la Argentina tomó parte en la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, que duró cinco años y requirió la participación de diez mil soldados argentinos.
El Paraguay resultó finalmente derrotado en 1870, quedando totalmente
devastado y muerta una gran parte de su población masculina.
Pese a su enorme costo económico y en vidas humanas, y a que fue causa
de la continuación de las guerras civiles en la Argentina, este país
logró consolidar sus límites en el noreste, ya que se fijó la frontera
en los ríos Pilcomayo, Paraguay y Paraná.
Durante las presidencias de Mitre, y sobre todo de Sarmiento y Avellaneda, la Argentina se insertó en la economía mundial como un país agroexportador, sostenido por una amplia red ferroviaria y el avance del sistema educativo. Tras dos sangrientas revoluciones en 1874 y 1880, en este último año la ciudad de Buenos Aires fue fue federalizada, y se estableció un equilibrio durable entre las provincias y la capital.
Gobiernos conservadores y primeros gobiernos radicales
Entre 1878 y 1884 se produjeron las llamadas Conquista del Desierto y del Chaco,
con el objeto de dar por término a sus constantes ataques a las
estancias y poblados y, al mismo tiempo, incorporar a los esquemas
productivos los territorios conquistados. La primera, impulsada por Julio A. Roca,
consistió en una serie de incursiones militares a los territorios
pampeanos y patagónicos dominados por los pueblos originarios,
repartiéndolos entre los miembros de la Sociedad Rural, financiadores de las expediciones. La conquista del Chaco duró hasta fines del siglo,
dado que su incorporación plena al sistema económico nacional sólo tuvo
lugar cuando se reemplazó la mera extracción de maderas y tanino por la producción de algodón. El gobierno argentino consideró a los indígenas como seres inferiores, sin los mismos derechos que los criollos y europeos.
Entre 1880 y 1916, el Partido Autonomista Nacional (PAN) monopolizó el poder sobre la base de elecciones fraudulentas, propiciado por el sistema del voto cantado y durante 25 años, la figura excluyente fue el general Julio Argentino Roca. La llamada República Conservadora o República Oligárquica organizó un exitoso y moderno modelo agroexportador basado en la llamada división internacional del trabajo impuesta por el Imperio Británico,
orientado principalmente a la producción de carne y granos con destino
al mercado británico. En el relato tradicional el país fue visto en esa
época como "el granero del mundo".
Este modelo económico generó una fuerte concentración de la riqueza en pocas manos y la exclusión de las clases trabajadoras y de las poblaciones asentadas fuera de la región pampeana. La economía alcanzó altos niveles de crecimiento que atrajeron una gran corriente inmigratoria principalmente constituida por millones de italianos y españoles, y en menor medida de seguidos de europeos orientales y asiáticos occidentales. La población argentina, que representaba el 0,13 % de la población mundial en 1869, pasaría a representar el 0,55 % en 1930, proporción en la que, aproximadamente, se estabilizaría desde entonces.
La prosperidad de la economía impulsó el crecimiento de una considerable clase media,
integrada mayoritariamente por inmigrantes o sus descendientes. Los
inmigrantes europeos también introdujeron en el país ideas políticas
nuevas como el socialismo y el anarquismo, así como participaron junto a la población local, especialmente la afroargentina, en la creación de organizaciones de ayuda mutua y sindicatos. Surgieron partidos políticos modernos como la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Socialista (PS).
Después de más de dos décadas de conflictos políticos y sociales,
fraudes electorales, y graves actos de represión, en 1912 fue sancionada
la Ley Sáenz Peña, que estableció el sufragio secreto, obligatorio y universal para votantes masculinos. En la primera elección presidencial con sufragio secreto, los conservadores fueron desplazados del poder por los radicales dirigidos por Hipólito Yrigoyen,
que fue presidente entre 1916 y 1922, y entre 1928 y 1930. Durante su
primer gobierno se inició el movimiento estudiantil conocido como la reforma universitaria, que se extendió por toda América Latina y se produjeron las masacres obreras de la Semana Trágica y la Patagonia rebelde. Entre ambos gobiernos de Yrigoyen fue elegido presidente el también radical Marcelo T. de Alvear.
Alternancia de golpes de estado y regímenes democráticos
El 6 de septiembre de 1930 se produjo el primero de una serie de golpes de Estado en Argentina que llevó a un grupo cívico-militar a establecer una dictadura justificada por la Corte Suprema como "gobierno de facto", después de derrocar a Hipólito Yrigoyen. Este golpe de Estado inició una secuela de gobiernos fraudulentos conocidos como la Década Infame.
El modelo agroexportador argentino entró en crisis por el cierre de los mercados internacionales causado por la Crisis de 1929. El país impulsó un proceso de sustitución de importaciones que desarrolló un amplio sector industrial. La Década Infame fue derrocada por la Revolución del 43, un segundo golpe de estado
que instaló un gobierno militar en cuyo seno se produciría una alianza
entre sindicatos y algunos militares que dieron origen al peronismo. A pesar de la presión de Estados Unidos desde que este país entró a la guerra a fines de 1941 cuando fue atacado por Japón, la Argentina se mantuvo neutral durante la mayor parte del resto de la Segunda Guerra Mundial, uniéndose a los Aliados el 27 de marzo de 1945, durante el gobierno del general Edelmiro Farrell, poco antes de la terminación de la Guerra.
En 1946 fue electo presidente Juan Domingo Perón con apoyo de los sindicatos organizados en el Partido Laborista. Perón, acompañado por su esposa Evita, encabezó un nuevo movimiento que puso el acento en la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. Bajo su gobierno se estableció el sufragio femenino en 1947,
la igualdad de hombres y mujeres en el derecho familiar, la igualdad de
los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, la gratuidad de la
enseñanza universitaria, se erradicó el paludismo, etc.
A través de la Fundación Eva Perón,
se desarrolló una ayuda social sin precedentes en el país, brindando
apoyo económico a los sectores más vulnerables. También se
nacionalizaron los ferrocarriles y el comercio exterior, y se generó un
fuerte proceso de industrialización, promoviendo la industria pesada.
En 1951 Perón fue reelegido para un nuevo período presidencial con el 62,5 % de los votos en lo que constituyó la primera elección con sufragio universal de hombres y mujeres en la Argentina. En 1952 murió Evita. Casi 60 años después, sería declarada la Mujer del Bicentenario, como el símbolo del protagonismo de la mujer en la historia argentina. El peronismo
contó con una amplia adhesión de la población, pero también con un
fuerte rechazo de los sectores opositores, polarizándose la sociedad
argentina en peronistas y antiperonistas. Su política perjudicó a los intereses británicos, dominantes hasta entonces en la economía, que apoyaron a los opositores. El inicio de un conflicto con la Iglesia católica debilitó la lealtad al gobierno de vastos sectores y unificó a la oposición.
El 16 de junio de 1955 una conjura cívico-militar, utilizando unos treinta aviones de la Armada y de la Fuerza Aérea, bombardearon y ametrallaron a la población de Buenos Aires en la Plaza de Mayo y otros lugares.
Este ataque produjo 308 víctimas oficialmente identificadas -entre
ellas 111 activistas sindicales que incluyen a 23 mujeres-, un número de
muertos que no pudieron ser individualizados debido a las mutilaciones y
más de 700 heridos.
En septiembre Perón fue derrocado por un nuevo golpe autodenominado Revolución Libertadora,
que proscribió al peronismo, muchos de cuyos partidarios fueron
encarcelados o fusilados, lo que le valió al golpismo el mote de
«Revolución Fusiladora». Perón se vio obligado a exiliarse hasta el
final de la proscripción en 1973.
Durante la proscripción, el peronismo continuará teniendo influencia en la política y el sindicalismo
-ámbito en el que ganó la mayoría de las elecciones-, negando
legitimidad a las autoridades instaladas por medios no democráticos y
desarrollando una actividad opositora conocida por la Resistencia peronista.
En 1958 fue elegido presidente Arturo Frondizi (UCRI) en elecciones con el peronismo proscripto pero luego de realizar un pacto electoral con Perón, siendo derrocado por un nuevo golpe militar en 1962. El golpe esta vez tuvo la particularidad de que el poder fue asumido por el civil José María Guido, nombrado presidente por la Corte Suprema de Justicia ese mismo día tras el derrocamiento y arresto de Frondizi, alegando para su nombramiento un vacío de poder.
A pesar de que formalmente Guido ejercía la presidencia, el verdadero
poder material residía en la esfera militar. Durante su mandato se
agudizaron los enfrentamientos entre dos facciones del Ejército Argentino, conocidas como Azules y Colorados, llegándose a enfrentamientos armados. La victoria del sector «azul» permitió al general Juan Carlos Onganía reunificar al Ejército.
Con el peronismo todavía proscripto y el expresidente Frondizi detenido, en 1963 fue elegido como mandatario Arturo Umberto Illia (UCRP), quien también sería depuesto por un golpe militar en 1966, que llevaría al gobierno a Onganía.
Su dictadura, la primera de las tres que conformaron la autodenominada Revolución Argentina (1966-1973), fue también la primera dictadura permanente
instalada en el marco de los regímenes militares que se multiplicaron
en América Latina con apoyo activo de Estados Unidos a través de la Escuela de las Américas y la doctrina de la seguridad nacional en el marco global de la Guerra Fría. La abolición de la actividad política y el terrorismo de estado, provocó un estado insurreccional de la población que se manifestó en la aparición de varias organizaciones guerrilleras -como Montoneros, las FAR y el ERP- y gran cantidad de puebladas insurreccionales, como el Cordobazo, el Rosariazo y el Tucumanazo, entre otras. Acorralada por la insurrección popular, la dictadura organizó una
salida electoral con participación del peronismo (aunque impidiendo la
candidatura de Perón).
En 1973 el peronismo fue legalizado y triunfó en las elecciones presidenciales, dando inicio a lo que ha dado en llamarse el tercer peronismo. Tras la renuncia del presidente Héctor José Cámpora, ese mismo año, Juan Domingo Perón fue elegido presidente por tercera vez, precipitando así su muerte nueve meses después. Lo sucedió su vicepresidenta y esposa, María Estela Martínez de Perón. Este período se caracterizó por un acelerado deterioro de la situación interna, producto de la crisis del petróleo de 1973 y la generalizada violencia política, incluyendo la organización desde el gobierno de una fuerza parapolicial llamada la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) que junto a las fuerzas policiales y militares, asesinaron a cientos de opositores desde 1973 -varios de ellos "detenidos-desaparecidos"-, así como la instalación de centros clandestinos de detención en el marco de la represión ordenada por los llamados decretos de aniquilamiento.
El 24 de marzo de 1976 se produjo un nuevo golpe militar que instaló una nueva dictadura permanente autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, que duraría casi ocho años, y que estaría internacionalmente coordinada con las demás dictaduras sudamericanas mediante el Plan Cóndor, bajo el amparo de los Estados Unidos. Durante la misma se implantó un régimen de terrorismo de estado que llevó a cabo un plan sistemático de secuestro, tortura y eliminación de opositores, calificado por la justicia de genocidio, causando miles desaparecidos y cientos de niños que sufrieron la supresión de su identidad.
Como respuesta se formaron organizaciones de derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo y las Abuelas de Plaza de Mayo,
que desempeñarán un rol crucial en el «juicio y castigo a los
culpables» y en la recuperación de los bebés secuestrados cuya identidad
había sido suprimida. También el movimiento sindical
opuso una fuerte resistencia, llegando a declarar varias huelgas
generales, a pesar de las desapariciones que lo afectaron masivamente,
la disolución de la CGT y la intervención de los sindicatos.
La dictadura contó con apoyo activo de los principales grupos
empresariales, ocupando funciones claves del gobierno, así como del Fondo Monetario Internacional,
las empresas multinacionales, los principales medios de prensa, junto a
periodistas y comunicadores destacados. El plan económico siguió los
lineamientos de la Escuela de Chicago -frecuentemente identificada con el neoliberalismo-. Un sector importante de la población apoyó la dictadura, en tanto que otro sector la resistió mediante la acción guerrillera, la creación de organizaciones de derechos humanos como las Madres de Plaza de Mayo, o la acción sindical y las huelgas.
La deuda externa,
que condicionará a los gobiernos democráticos a partir de 1983, pasó de
7.700 millones en 1976 a 45.000 millones de dólares en 1983, en muchos
casos fruto de operaciones delictivas en beneficio de los grupos
económicos y las empresas multinacionales. En 1978, se produjo una grave crisis con Chile por los límites en la zona del canal Beagle, que llevó a ambos países al borde de la guerra. En el año 1982 se desarrolló la Guerra de las Malvinas con el Reino Unido;
la derrota argentina fue uno de los factores que llevó al colapso del
régimen militar y al llamado a elecciones generales para el año
siguiente.
Recuperación de la democracia
El gobierno democrático fue restablecida el 10 de diciembre de 1983. El nuevo presidente fue Raúl Alfonsín, de la Unión Cívica Radical, quien dispuso investigar los crímenes de lesa humanidad de la dictadura creando la Conadep, ente que produjo un decisivo informe titulado Nunca más. Las tres primeras juntas militares fueron enjuiciadas y algunos de sus miembros condenados, aunque también bajo su mandato y por presión militar comenzaron a sancionarse las leyes de impunidad. En 1984 se puso fin a la disputa limítrofe con Chile sobre el canal de Beagle. En 1985 acordó con el nuevo presidente democrático de Brasil José Sarney, iniciar el proceso de integración regional que se concretaría en 1991 con el nombre de Mercosur. Después de las elecciones presidenciales de 1989 y afectada la gobernabilidad del país por un proceso hiperinflacionario, Alfonsín se vio obligado a "resignar" la Presidencia y entregar el mando con seis meses de anticipación.
Asumió Carlos Menem del Partido Justicialista. Con un fuerte protagonismo del ministro Domingo Cavallo detuvo la inflación mediante un régimen de convertibilidad
y llevó adelante un amplio proceso de privatizaciones, desregulación,
apertura de la economía y endeudamiento externo, en consonancia con el Consenso de Washington
de 1989 y apoyo del FMI. Socialmente apareció la desocupación masiva y
la criminalidad se elevó bruscamente, convirtiéndose ambos en problemas
centrales de la agenda política. En 1991 la Argentina entró en guerra contra Irak sin autorización del Congreso Nacional, bajo las órdenes de Estados Unidos. En 1992 y 1994 sufrió dos grandes atentados terroristas, contra la embajada de Israel y contra la AMIA, con 23 y 85 muertos respectivamente, sin que se descubrieran los culpables, en investigaciones con muchas irregularidades. Se resolvió la disputa limítrofe con Chile por 481 km² ubicados en la zona del Lago del Desierto. En 1994 un pacto entre Alfonsín y Menem permitió la reforma de la Constitución y al año siguiente Ménem fue reelecto. Una operación de tráfico de armas a Ecuador y Croacia causó la voladura de la fábrica de armamentos de Río Tercero, dañando la ciudad, causando siete muertos y afectando seriamente las relaciones con el Perú. Los conflictos sociales y las huelgas aumentaron, estallando puebladas y cortes de ruta que dieron origen al movimiento piquetero. En 1998 comenzó un período de recesión que duró cuatro años y desembocó en la peor crisis de la historia argentina.
En diciembre de 1999 asumió la presidencia Fernando de la Rúa de la Unión Cívica Radical, que por entonces formaba parte de La Alianza. Tomó medidas para reducir el déficit público -entre ellas la reducción de las jubilaciones- y flexibilizar los derechos laborales, siguiendo las indicaciones del FMI.
La crisis económica y social se agravó y el gobierno designó al
exministro del presidente Menem, Domingo Cavallo, quien dispuso la
congelación de los depósitos bancarios (medida conocida como "el Corralito"), que culminó en una insurrección social generalizada,
con decenas de asesinatos causados por las fuerzas de represión, que
llevó a la renuncia del Presidente el 20 de diciembre de 2001. Durante dos semanas de incertidumbre se sucedieron varios presidentes, entre ellos el breve gobierno de Adolfo Rodríguez Saá, durante el cual el país entró en default al declarar la moratoria de la deuda externa.
El 2 de enero de 2002 la Asamblea Legislativa eligió a Eduardo Duhalde, del Partido Justicialista, como presidente provisional. Duhalde puso fin a la convertibilidad, estableciendo un régimen de pesificación asimétrica, conocido como "el corralón".
El peso se devaluó un 300 % y los bancos no devolvieron los depósitos
en dólares de sus clientes, provocando acciones en su contra de amplios
sectores de clase media. En este período la pobreza trepó al 56 % de la
población y la desocupación al 26 %, estableciéndose los subsidios
llamados Plan de Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, que alcanzó un pico
de dos millones de planes en mayo de 2003. La deuda externa llegó al
135% del PBI. Ese año la inflación fue del 41% y el aumento de los precios de los alimentos llegó al 74,9%.
En 2003 fue elegido presidente Néstor Kirchner del Partido Justicialista, fuerza principal del Frente para la Victoria. En este período el Congreso inició el procedimiento de juicio político contra cinco miembros de la Corte Suprema, motivando la renuncia de tres y la remoción de otros dos.
Se anularon las leyes de impunidad y se reabrieron los juicios por
crímenes de lesa humanidad durante la dictadura, en los que se
condenaron a varios cientos de represores. Se impulsó la desarticulación del ALCA. Se canceló la deuda con el FMI y se realizó una reestructuración de la deuda externa con una fuerte quita. El PBI creció de 97 mil millones de dólares en 2002 a 329 mil millones de dólares en 2007. El desempleo se redujo del 17,9% en 2002 al 8,5% en 2007.
La política laboral restableció las paritarias anuales (negociaciones
colectivas entre patronos y sindicatos), dispuso la fijación anual del
salario mínimo por acuerdo tripartito, reduciéndose el trabajo no
registrado de 50% en 2003 al 39% en 2007. La inflación fue moderada, aunque con tendencia al ascenso: pasó del 5,3% de 2004 a un estimado en torno al 15 o 20% para 2007, aunque las estadísticas oficiales informaban una tasa considerablemente menor debido a la injerencia del Poder Ejecutivo en el Instituto Nacional de Estadística.
En 2007 ganó nuevamente el Frente para la Victoria (FPV), convirtiéndose Cristina Fernández de Kirchner en la primera mujer elegida para ese cargo en el país. Algunas de las medidas de este período fueron la constitución de la UNASUR y la CELAC, la reestatización del sistema de seguridad social, la creación de la Asignación Universal por Hijo, la renacionalización de Aerolíneas Argentinas, la ley de matrimonio igualitario, la derogación de la Ley de Radiodifusión de la dictadura y la sanción de una nueva ley de medios. A poco de iniciar su período enfrentó un extenso paro patronal agropecuario apoyado por manifestaciones masivas, debido a la política oficial de retenciones a las exportaciones.
En 2011 el FPV ganó por tercera vez las elecciones presidenciales,
resultando reelecta Cristina Kirchner. Durante su segundo mandato se
reestatizó el 51 % de las acciones de la petrolera YPF, se sancionó la ley de identidad de género, se entregaron millones de netbooks a chicos de escuelas públicas (Conectar Igualdad), se aprobó un nuevo Código Civil y Comercial
y se impulsó el desarrollo del sector industrial, destacándose la
puesta en órbita del primer satélite argentino por parte de la empresa
estatal ARSAT. Hubo una fuerte confrontación judicial y mediática con el Grupo Clarín.
Durante los dos períodos de Cristina Kirchner, se redujo la pobreza, la
desocupación y el trabajo no registrado y se duplicó la clase media. En 2012 comenzó un largo período dificultades económicas y deterioro de los indicadores sociales, en el marco de la Gran Recesión
mundial y especialmente de la crisis económica de Brasil, con una
inflación cercana al 30%, aunque los datos oficiales continuaron
indicando tasas menores.
El gobierno tomó medidas cuestionadas por la oposición, como el
establecimiento de regulaciones para la compra de dólares, el aumento de
gasto público y diversos tipos de subsidios a la industria y los
servicios públicos. Durante sus dos períodos el PBI creció de 329 mil
millones a 548 mil millones de dólares en 2014.
En las elecciones de 2015 triunfó Mauricio Macri, de Propuesta Republicana (PRO), con la alianza electoral Cambiemos,
iniciando una etapa de cambio completo de la orientación que habían
tenido hasta ese momento las políticas de los gobiernos kirchneristas.
El nuevo gobierno liberalizó la adquisición de moneda extranjera, aplicó considerables rebajas a las retenciones a las exportaciones,
y realizó un acuerdo con los tenedores de deuda pública quienes se
encontraban en litigio con la Argentina por lo cual se hacía difícil
levantar el default.
Cultura
La cultura argentina está marcada por el carácter multiétnico y multicultural de su población, el fuerte sincretismo de sus formas de expresión, y una positiva valoración del progreso y la modernidad, en la que se conjugan, no sin conflictos, un sentido de pertenencia a las culturas europeas y latinoamericanas, con fuertes aportes asiáticos y africanos. El escritor argentino Ernesto Sabato ha reflexionado sobre la naturaleza de la cultura argentina del siguiente modo:Fracturada la primitiva realidad hispanoamericana en esta cuenca del Plata por la inmigración, sus habitantes venimos a ser algo dual, con todos los peligros pero asimismo con todas las ventajas de esa condición: por nuestras raíces europeas vinculamos de modo entrañable el interior de la nación con los perdurables valores del Viejo Mundo; por nuestra condición de americanos, a través del folklore interior y el viejo castellano que nos unifica, nos vinculamos al resto del continente, sintiendo de algún modo la vocación de aquella Patria Grande que imaginaron San Martín y Bolívar.
Ernesto Sabato.
Literatura
La literatura argentina ocupa un lugar destacado dentro de la literatura en español, con exponentes de finales del siglo XIX como José Hernández (autor de Martín Fierro, traducido a más de 70 idiomas), o del siglo XX, como Jorge Luis Borges, quien es considerado uno de los veintiséis autores centrales del canon de la literatura occidental de todos los tiempos por el crítico literario Harold Bloom; Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sabato y Juan Gelman (salvo Cortázar, todos ellos ganaron el Premio Miguel de Cervantes).Música
El «rock nacional» argentino ha tenido un amplio desarrollo desde finales de los años 1960 y una fuerte influencia en el rock iberoamericano cantado en español ampliamente conocido en todo el continente. Posee exponentes destacados como las bandas fundacionales Los Gatos, Almendra, Manal y Sui Generis, además de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Soda Stereo o los músicos como Litto Nebbia y Luis Alberto Spinetta, además de Charly García, Fito Páez, Andrés Calamaro y el Indio Solari. Los recitales multitudinarios suelen celebrarse en estadios, siendo el de mayor capacidad el Estadio Monumental Antonio Vespucio Liberti. Los festivales más exitosos de la actualidad son el Cosquín Rock y el Quilmes Rock, celebrados anualmente.
Buenos Aires es la principal elegida para los conciertos de artistas extranjeros al realizar sus giras, y suele ser escenario de la música electrónica en América Latina, con importantes fiestas como la South American Music Conference, la Creamfields que con su convocatoria de más de 60 000 personas, se convirtió en una de las más importantes del mundo y el Ultra Music Festival Buenos Aires. La ciudad, junto con Mar del Plata y Bariloche, tienen también su propio estilo de música electrónica.
Con base en el Conservatorio Nacional de Música y el Teatro Colón, se ha desarrollado una sólida escuela de música y danza clásicas. En la música clásica, destacan compositores como Alberto Ginastera, intérpretes como Martha Argerich y directores como Daniel Barenboim. En danza clásica, destacan Jorge Donn, Maximiliano Guerra, Paloma Herrera, Marianela Núñez, Iñaki Urlezaga y Julio Bocca; este último, director también del Ballet Argentino.
Entre las creaciones inclasificables de la música argentina se encuentra la obra de María Elena Walsh —orientada en gran medida pero no exclusivamente al público infantil— y los espectáculos humorísticos-musicales del conjunto Les Luthiers.
Cine
De la época del cine clásico argentino, en las décadas de 1930 y 1940 se destaca La guerra gaucha (1942) de Lucas Demare y las películas cómicas protagonizadas por Niní Marshall. En el cine erótico se destacaron por su popularidad en toda América Latina, las películas del Armando Bo protagonizadas por Isabel Sarli.
Teatros
En otras ciudades del país existen importantes teatros, como el Teatro Argentino en La Plata, el Teatro El Circulo en Rosario, el Teatro del Libertador General San Martín (ex Rivera Indarte) de Córdoba, el Teatro 3 de Febrero en Paraná y el Teatro Vera en la ciudad de Corrientes, el Teatro San Martín de San Miguel de Tucumán, el Auditorio Juan Victoria de la ciudad de San Juan, entre otros.
Artes plásticas
La pintura y la escultura de la Argentina se nutren de estilos novedosos con influencias europeas e indoamericanas. La tercera década del siglo XX representó una etapa fundamental para el desarrollo de la pintura, realizándose grandes acontecimientos relacionados con nuevas orientaciones estéticas. Es por este motivo que el lapso comprendido entre 1920 y 1930 es considerado como el de formación de la pintura moderna argentina, teniendo exponentes como Antonio Berni, Gyula Kosice ―fundador del Movimiento Madí, el movimiento de la Nueva Figuración Argentina―, Raúl Soldi y León Ferrari; y exponentes de pintura popular como Florencio Molina Campos y Benito Quinquela Martín.La historieta argentina también tiene importantes representantes de fama internacional; al menos durante todo el siglo XX, el humor gráfico argentino ha ocupado un lugar preeminente en el género, gracias a artistas como Quino, con su famoso personaje de Mafalda, Guillermo Mordillo y Roberto Fontanarrosa. En la historieta de ficción se destacan Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López con la obra El eternauta. En la historieta infantil es relevante la obra de Manuel García Ferré, con personajes como Hijitus y Anteojito, así como revistas y películas de dibujos animados.
También es de destacar la importante tradición de publicaciones de revistas de historietas que han sido muy importantes dentro del mundo de la historieta en español, como es el caso de Fierro.
Idioma
El idioma español es el único idioma de uso en la administración pública a nivel nacional, sin que ninguna norma legal lo haya declarado como oficial. La provincia de Corrientes declaró en 2004 la cooficialidad del idioma guaraní para la enseñanza y los actos de gobierno, aunque no se encuentra reglamentada. La provincia del Chaco estableció por ley 6.604 de 2010 (reglamentada por Decreto 257/2010) la cooficialidad de los idiomas qom, wichí y mocoví.
La amplitud del país, la existencia de distintos sustratos lingüísticos producidos por la variedad de lenguas amerindias y las diferentes aportaciones de las lenguas vernáculas de los inmigrantes europeos de finales del siglo XIX y comienzos del XX, han dado lugar a varias modalidades dialectales diferentes.
El dialecto rioplatense es el dialecto de prestigio en todo el territorio y el más reconocido como variante argentina fuera del país; está fuertemente influido por el italiano, y presenta la particularidad de ser voseante incluso en los registros más formales de la lengua.
La región patagónica ―poblada mayoritariamente por inmigrantes provenientes de la región central del país― adoptó también el uso de esta variante, con ligeras variantes fonológicas, probablemente por influjo de la inmigración chilena del siglo XX.
En el noroeste del país, por un lado, y en el Nordeste argentino, por otro, la influencia del quechua y del guaraní, respectivamente, ha dado origen a dialectos algo distintos, que a su vez presentan variaciones subdialectales regionales.
Cuyo, por su antigua dependencia y vecindad geográfica con Chile, posee un limitado número de voces que señala esos contactos; también se incorporaron voces mapuches en el caudal de los chilenismos. Hay zonas de Cuyo que denotan mayor cercanía a Chile (Malargüe, Calingasta), otras más influidas desde el Río de la Plata, sea en la entonación o en algunas pronunciaciones. Esta influencia se remonta al lunfardo porteño, que cabalgando en el flujo cultural rioplatense, asentó en la sociedad cuyana improntas más seguras, desde las clases altas (por los estudiantes y el tango), y que luego se perpetra hasta hoy con los medios de comunicación. Son manifestaciones que integran los capítulos de una dialectología regional, pero de ninguna manera la gramática.
En el noroeste argentino, el español andino se fusiona con el dialecto de rioplatense. La provincia de Córdoba y en especial su capital provincial, posee una curva de la entonación singular, distintiva primera oída.
Otros rasgos significativos del español hablado en la Argentina, aparte de los lexicales (en los que abundan italianismos, quechuismos, guaranismos, y araucanismos), son el yeísmo con rehilamiento y el uso de vocablos del guaraní como en la expresión che. El yeísmo con rehilamiento, pronunciación de la ll y de la y como una fricativa postalveolar, se encuentra muy extendido en el habla culta, con la excepción más notable del Nordeste argentino.
El idioma guaraní (avañe'ë) cuenta con hablantes en todo el Nordeste y, especialmente, en el interior de la provincia de Corrientes, donde comparte el estatus oficial junto con el idioma español.
El idioma quechua cuenta con un llamativo número de hablantes en la provincia de Santiago del Estero, donde se habla un dialecto muy diferenciado denominado quichua, y también en zonas de la provincia de Jujuy donde se usa una variedad de este idioma más similar a la que se habla en el suroeste de Bolivia.
El idioma mapudungun, la lengua de los mapuches, cuenta con hablantes en las provincias de la Patagonia, reflejando la larga y fuerte influencia de los mapuches, o araucanización, sobre los nativos argentinos de las áreas patagónicas y la llanura pampeana.
En la periferia de las grandes aglomeraciones urbanas, producto de constantes migraciones del noreste argentino, de Paraguay, Bolivia y Perú, hay hablantes del guaraní, quechua y aimara.
En algunas zonas limítrofes con el Brasil, es habitual el uso del portuñol, hibridación del español de la Argentina con el portugués de Brasil, dado sobre todo en la provincia de Misiones, y en menor medida en Corrientes y Entre Ríos.
Diversas comunidades de inmigrantes e hijos de inmigrantes todavía mantienen las lenguas de su región de origen, aunque este uso se pierde a medida que avanzan las generaciones. El más destacable por la cantidad de hablantes es el italiano, siendo otros destacables el alemán, japonés, portugués, yiddish en las comunidades judías argentinas, galés en Chubut, polaco y más recientemente el chino mandarín.
Algunas jergas se han extendido tanto que han merecido tratamientos especiales, como el lunfardo y el rosarigasino. El primero se halla muy difundido por su uso en las letras del tango, pero ha perdido buena parte de su influencia en el habla corriente, por el cambio generacional.
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