divendres, 3 de juliol del 2015

LA VAL DE LOIRE, FRANCE.




El valle del Loira (en francés, Val de Loire) es el valle del río Loira, en el centro de Francia, y es conocido como el «jardín de Francia».
Es significativo por la calidad de su herencia arquitectónica, con ciudades históricas tales como Amboise, Blois, Chinon, Nantes, Orléans, Saumur, con numerosos castillos como el de Amboise, el de Villandry y el Chenonceau. El paisaje del valle del Loira, y más particularmente de sus muchos monumentos culturales, ilustra a un grado excepcional los ideales del Renacimiento y la edad de la Ilustración en pensamiento y diseño de Europa occidental. Se trata de un paisaje cultural excepcional de gran belleza, con ciudades y las aldeas históricas, grandes monumentos arquitectónicos y muchos châteaux.
El Valle del Loira es famoso además por sus bodegas y por ser zona de cultivo de algunos de los mejores vinos blancos del mundo, como el Sauvignon Blanc, Sancerre y Muscadet.
El 2 de diciembre de 2000, la Unesco declaró gran parte de este valle como Patrimonio de la Humanidad.



Historia del Valle del Loira

El Loira es la espina dorsal de la historia de Francia. Así lo atestiguan los más de cincuenta castillos que se erigen a la orilla de la suave curva que el río traza entre Angers y Orleans. Bosques, viñedos y colinas componen un entorno acogedor que fue elegido por nobles y monarcas como segunda residencia. Porque, contra lo que sucede en otras regiones francesas, los castillos del Loira no tenían finalidad bélica o defensiva, sino que eran suntuosas mansiones para uso y disfrute de sus moradores.
Remontando el curso del río en dirección a Orleans, Saumur es un buen punto de partida para iniciarse en las excelencias arquitectónicas, gastronómicas y naturales de la zona. Ubicado a las afueras de la ciudad homónima, su airosa silueta, posiblemente la más medieval de los castillos del Loira, se divisa en varios kilómetros a la redonda. Residencia de los duques de Anjou, se construyó en el siglo XIV sobre los restos de una fortaleza anterior. Hoy bajo sus torres octogonales y sus almenas decoradas con flores de lis alberga una valiosa colección de artes decorativas francesas, un contrapunto intimista a la vista que ofrecen sus elevados miradores.
Desde Saumur vale la pena desviarse unos quince kilómetros para llegar a la abadía de Fontevrault, mausoleo de la dinastía Plantagenet y, por tanto, de la célebre Leonor de Aquitania, madre de Ricardo Corazón de León, inmortalizada en el cine por Katherine Hepburn en El león en invierno (Anthony Harvey, 1968). Sus sepulcros policromados son un prodigio de la estatuaria del siglo xii, pero además el recorrido permite disfrutar del parque regional Loire-Anjou-Touraine, uno de los espacios más privilegiados de Francia ya que aúna patrimonio natural y arquitectónico.



Legado renacentista

Retomando la ruta hacia Tours, aparecen al poco rato una serie de castillos que sí tuvieron una función defensiva e incluso de vigilancia y peaje en algunos casos: Montsereau, Montreuil-Bellay, Breze y Ussé. El viajero vuelve a sumirse en el lujo aristocrático al llegar a Villandry. Por sus pabellones de planta cuadrada en lugar de torres esquineras y sus preciosos jardines dispuestos en terraza, Villandry constituye un caso particular. En 1906, el español Joaquín Carvallo recuperó su aspecto renacentista y fundó la asociación de propietarios de castillos del Valle del Loira, una entidad definitiva en la conservación de este patrimonio.
Siempre remontando el Loira por la carretera que corre prácticamente paralela y tras recorrer poco más de quince kilómetros, se llega a Tours. En verano las terrazas de cafés y restaurantes de la plaza Plumereau son una agradable excusa para degustar los vinos elaborados en la comarca de la Turena y contemplar un espacio de típico corte medieval. Esta ciudad fundada en el siglo I tuvo un papel fundamental en el siglo xv como centro de peregrinaje y como sede de la corte de Luis XI. La catedral de Saint Gatien, el castillo y los palacetes próximos a la plaza Plumereau muestran la cara más esplendorosa de aquellos años, cuando la seda de Tours era un preciado objeto de exportación.
Chenonceau, conocido como Castillo de las Damas, aguarda a media hora de Tours por una carretera que se adentra entre bosques hasta la orilla del río Cher, afluente del Loira. El rasgo más llamativo de este palacio es la galería cubierta que, sobre el llamado Puente de Diana, cruza el río. Debe el sobrenombre al gobierno que a lo largo de cinco siglos ejercieron sobre él seis mujeres. Albergó los amores de Diana de Poitiers (1499-1566) con el rey Enrique II de Francia (1519-1559); a la muerte del monarca, su viuda, Catalina de Médicis (1519-1589), tomó posesión del castillo y mandó construir la galería con tal de que se olvidara la denominación del puente que añadió Diana. A la reina Catalina le sucedieron como señoras del castillo Gabrielle d’Estrées, favorita de Enrique IV, Luisa de Lorena, esposa del príncipe de Chimay, la señora Dupin que en siglo XVIII organizó recepciones con filósofos y artistas, y madame Pelouze, quien costeó su restauración en 1865.




Las plazas de Amboise

De nuevo a orillas del Loira, la siguiente etapa es el castillo real de Amboise, a 60 kilómetros de Villandry. Sus estancias no solo albergaron a algunos de los monarcas más insignes de Francia, sino que contaron con la presencia del genio renacentista Leonardo da Vinci, quien por gentileza del rey Francisco I (1494-1547) residió en la cercana villa de Clos-Lucé hasta su muerte.
Amboise tiene un valor añadido. A su carga arquitectónica se añade su ubicación junto al casco urbano de una población con tiendas artesanales, flores en las ventanas y plazas diminutas ocupadas por las mesas de cafés y bistrots que sirven andouillettes, la salchicha especiada típica de la región, y queso de cabra acompañado de vino autóctono. El toque exótico lo pone, en las afueras, la curiosa Pagode de Chanteloup, una pagoda china de 44 metros de alto y siete pisos, erigida en 1775 por el duque de Choiseul.
Apenas transcurren quince minutos que ya aparece la silueta de otro castillo excepcional: Chaumont-sur-Loire, aupado sobre una colina que domina la curva que traza el río antes de llegar a la ciudad de Blois, que a su vez alberga uno de los castillos más eclécticos del valle. Compuesto por cuatro edificios de épocas distintas, el castillo de Blois fue residencia de los reyes Luis XII, Francisco I y Enrique III, que legaron al palacio interiores de paredes bellamente decoradas y una colección real de pinturas. Monumental y solemne, su sala del Consejo es el recinto civil gótico más antiguo de Francia. La ciudad de Blois fue, además, escenario de uno de los sucesos capitales en la historia de Francia: el asesinato del duque de Guisa, que desencadenó las Guerras de Religión que asolaron el país en el siglo XVI.



El sueño de Francisco I

Bordeando el Loira menos de veinte kilómetros se llega a Chambord. Una amplia avenida arbolada conduce a las puertas de un castillo que es el sueño en piedra de un rey culto y renacentista, Francisco I (1494-1547). Gran aficionado a la caza, el monarca decidió dar rienda suelta a su imaginación y crear el que posiblemente sea el pabellón de caza más fabuloso del mundo. Coronado por seis inmensas torres, sus 440 habitaciones, 365 chimeneas y 84 escaleras conforman un conjunto armónico. Se dice que en su construcción intervinieron 1.800 obreros y que el propio da Vinci –suposición nunca probada– intervino en el diseño de su escalera helicoidal, dos espirales imbricadas en un único hueco por las que dos personas pueden subir y bajar sin cruzarse.
Orleans aparece al poco rato, en el punto en que el río Loira recibe las aguas de dos afluentes. Durante la Edad Media y el Renacimiento fue el puerto fluvial más importante de la región, además de centro intelectual gracias a su universidad. El núcleo más antiguo se localiza entre la catedral y el Loira, cuajado de edificios con entramados de madera en la fachada, palacetes renacentistas, dos colegiatas y una torre de origen galorromano. Hay que seguir la Rue Royal hasta el puente Royal, de nueve arcos y 35 metros, para imaginar la Orleans que Juana de Arco liberó en 1429 de los ingleses. Con la vista puesta en el discurrir del Loira, el viajero posiblemente piense que los 200 kilómetros recorridos desde Saumur han acortado la distancia que lo separaba de la historia.




Desde su nacimiento en el Macizo Central hasta que desemboca junto a Nantes, el Loira ha sido testigo privilegiado de momentos decisivos en la historia de Francia. Su tramo intermedio, cuando parece más apacible, es el que más belleza concentra. Corresponde a la curva que traza entre las ciudades de Blois y Saumur. Un territorio acogedor de bosques, viñedos y colinas que fue elegido por nobles y monarcas como segunda residencia. Muchos de sus palacios habían sido viejas fortalezas medievales que adquirieron su forma actual a lo largo del siglo XVI, durante el exquisito Renacimiento francés.
Este tramo majestuoso empieza en Blois, que fue capital de Francia durante el siglo XVI. El gran atractivo de esta ciudad asentada a la orilla del Loira es el trazado medieval de su casco antiguo. Calles empinadas, casas de madera y palacetes con medallones nobiliarios en la fachada acompañan a lo largo del paseo que conduce hasta el ecléctico castillo de Blois, el mejor ejemplo del apogeo arquitectónico que alcanzó la ciudad durante el Renacimiento. Entre sus muros tuvo lugar el episodio histórico más notable de aquel siglo: el asesinato del duque de Guisa ordenado por el rey Enrique III, detonador de las Guerras de Religión que devastaron el país.
Únicamente hay que alejarse 15 kilómetros de Blois para acceder al imponente palacio de Chambord, capricho del impetuoso rey Francisco I (1494-1547). Sus 440 estancias, 365 chimeneas y 14 escaleras dan una idea de las dimensiones de un sueño que resultó carísimo, si se tiene en cuenta que inicialmente había de ser un pabellón de caza y que el monarca solo vivió en él 42 días en sus 32 años de reinado. La mayor curiosidad arquitectónica es la escalera helicoidal –cuya autoría se atribuye sin demasiadas pruebas a Leonardo da Vinci–, donde dos espirales imbricadas en un único hueco permiten que dos personas puedan subir y bajar sin cruzarse.






La mansión de Tintín

El cercano castillo de Cheverny despierta la misma emoción en el viajero que Chambord. Aunque de dimensiones más modestas, Cheverny disputa el título de ser uno de los palacios más elegantes del valle gracias a su mobiliario del siglo XVII y a sus jardines surcados por canales y ornados con cedros. A los admiradores de Tintín les encantará saber que Cheverny es Moulinsart, la residencia del capitán Haddock, pues el dibujante Hergé era amigo de la familia propietaria del palacio.
Si se continúa el viaje por la margen derecha del Loira siguiendo la carretera D-952, se divisa en la ribera opuesta las laderas de Candé-sur-Beuvron, la villa de los cinco puentes y los tres riachuelos que la delimitan. A partir de ahí, hay que recorrer 20 kilómetros hasta Chaumont-sur-Loire, un castillo que domina el río desde una colina y que ilustra el carácter defensivo de la época gótica así como la arquitectura ornamental del Renacimiento.
Un recorrido de 17 kilómetros a través de bosques de ribera separa Chaumont-sur-Loire de Amboise, una población de plazas diminutas con tejados de pizarra y flores en las ventanas. Su castillo tiene como mayor virtud haber introducido el estilo italiano en el Valle del Loira y haber alojado a huéspedes ilustres. El más relevante fue Leonardo da Vinci, quien por gentileza de Francisco I residió hasta su muerte en la cercana villa de Clos-Lucé. Sus restos reposan ahora en la capilla de Saint Hubert, en el castillo de Amboise.
La siguiente parada aguarda a quince minutos de Amboise, después de recorrer un paisaje de colinas regadas de viñedos que conectan con el valle del Cher. Este afluente del Loira fluye apacible a través de prados y bosques de frondosos abedules y castaños. Y si en esta tierra todo río aporta un regalo, el Cher ofrece el que está considerado como el más bello de todos los castillos franceses, Chenonceau. Un paseo bordeado de enormes plátanos conduce hasta la lámina de agua sobre la que reposa el edificio. El palacio sobrevuela, literalmente, el río con una galería cubierta que va de una orilla a otra sobre una delicada sucesión de arcos.
La carga romántica de Chenonceau es que fue un regalo del joven Enrique II a su amante, la bella aunque bastante mayor que él Diana de Poitiers. Fue un nido de amor un tanto excesivo hasta que el monarca murió en un torneo y la viuda, la reina Catalina de Médicis, despechada, recuperó Chenonceau para la corona. Aunque es justo reconocer que, a cambio, la soberana ofreció a Diana el castillo de Chaumont-sur-Loire.



La ciudad de Balzac

Poco después de abandonar Chenonceau, las aguas del Cher se adentran entre bosques buscando con cierta mansedumbre el curso del Loira. El punto donde ambos ríos se unen es Tours. Esta ciudad tuvo un papel relevante en la Edad Media, cuando congregaba a los peregrinos que se dirigían hacia Santiago de Compostela y a los que llegaban a venerar el sepulcro de san Martín.
A finales del siglo XV el rey Luis XI trasladó a Tours la corte del reino y convirtió la ciudad en un importante centro de manufacturas de seda. La prosperidad de aquellos años queda reflejada en la fachada de la catedral de Saint Gatien, el castillo, la abadía de Saint Julien y los palacetes próximos a la plaza Plumereau. Las terrazas de esta última, situados bajo edificios de madera entramada, son un lugar perfecto para degustar los vinos de la Turena y pensar en el gran novelista Honoré de Balzac (1799-1850), que nació en Tours y residió durante años en la cercana población de Saché.
Desde Tours la carretera avanza casi en paralelo al Loira hasta la abadía de Fontevraud, a 70 kilómetros y poco antes de que las aguas del río Vienne se viertan en el Loira. Este monasterio benedictino del siglo XII estaba reservado a un clero compuesto por hombres y mujeres de sangre azul. Duquesas y sobrinos o hijos de reyes se retiraban a esta abadía y hacían donaciones sustanciosas, como demuestran los detalles del claustro y el tejado cubierto con escamas de pez, de inspiración bizantina. Fontevraud es también la necrópolis de los Plantagenet. Aquí terminó sus días su más insigne representante, la reina Leonor de Aquitania (1122-1204), quien reposa junto a su marido Enrique II y su temperamental hijo Ricardo Corazón de León.
Antes de la abadía de Fontevraud, sin embargo, hay media docena de paradas indispensables. La primera es el castillo de Villandry, a solo 15 kilómetros de Tours. El principal valor de este palacio son sus jardines, sensacionales gracias a Joaquín Carvallo, un médico español casado con una rica norteamericana que, en 1906, quiso recuperar la antigua exuberancia del recinto. El resultado es un jardín donde el agua es protagonista en la parte superior, mientras que las plantas aromáticas y medicinales ocupan la zona intermedia, y el nivel inferior es un huerto decorativo con hortalizas y frutas, al estilo de los jardines monásticos de Italia.



Por la orilla del Indre

Al poco rato de dejar Villandry aparecen una serie de castillos con funciones bélicas, pero resulta más interesante desviarse para buscar otro de los afluentes del gran río: el Indre. Este cauce tranquilo parece diseñado para reflejar los lirios y sauces que crecen a sus orillas e inspirar a escritores como Balzac, que cuenta en Saché con una casa-museo. El paisaje alcanza un equilibrio único en el tramo del camino que conduce a Azay-le-Rideau, cuyo castillo combina un estilo que integra las novedades italianas con el austero estilo francés.
Quizá el trayecto que mejor resume de forma plástica la esencia de este viaje es el que lleva de Azay-le-Rideau hasta la localidad de Chinon. Discurre a través de una larga carretera que atraviesa el verdor del bosque dejando a la derecha el imponente castillo de Rigny-Ussé, en el que se inspiró Charles Perrault (1628-1703) para crear su deliciosa bella durmiente.
A continuación nuestra ruta topa con el curso del río Vienne con sus aguas deslizándose bajo las murallas de Chinon, una ciudad en la fueron escritos varios capítulos de la historia de Francia. La Edad Media resucita en su castillo y en los entramados de madera del casco antiguo. El impacto de aquella época se percibe en la Grand Carroi y en las calles Voltaire y Jean-Jacques Rousseau. Dos autores que poco tienen que ver con François Rabelais, el hijo más célebre de la ciudad y genial padre de dos figuras fantásticas: Gargantúa y Pantagruel, encargados de recordar que el Valle del Loira es una tierra tan propensa a la glotonería como a la sed de conocimiento.
Unos 33 kilómetros al oeste de Chinon aparece la ciudad de Saumur, denominada la Perla de Anjou, que cuenta con el privilegio de ser la puerta que abre y cierra el Valle del Loira. Desde lejos ya se divisa su castillo gótico, de torres octogonales y almenas decoradas con flores de lis. Una silueta imponente que se erige sobre un pedestal, como observando el discurrir imparable del Loira hacia el Atlántico.




Museos en el Valle del Loira 

El Valle del Loira, en la Región Centro francesa, no es sólo la tierra de los mil castillos y de bellos parques y jardines. Este destino esconde museos de todo tipo que completan la oferta turística de la región. Con la llegada del otoño y el descenso de las temperaturas, los viajeros prefieren visitar lugares resguardados. Aquí les dejamos un listado de museos que pueden encontrar en el Valle del Loira 


Museos para todos los públicos

Museo del Circo y de la Ilusión: ubicado en Dampierre-en-Burly (al este de Orléans). Este museo centrado en el mundo del circo. Más información: www.museeducirqueetdelillusion.com 

Museo de Tintín. El Castillo de Cheverny sirvió de inspiración a Hergé, para recrear el castillo de Molinsart, residencia del capitán Haddock, amigo de Tintín. En este monumento el visitante podrá recorrer el museo de Tintín. Para más información: www.chateau-cheverny.fr 

La Maison de la Magie. Situado enfrente del Castillo Real de Blois, este museo alberga varias salas donde se muestra la historia de la magia a lo largo de los tiempos: desde la Grecia clásica, pasando por la etapa medieval y los siglos XVIII y XIX hasta nuestros días. Se puede visitar la Sala de las Ilusiones, donde se pueden ver y tocar diferentes trucos de magia, mientras se explica la técnica y los efectos visuales y sonoros. Más información: www.maisondelamagie.fr 




Museos históricos y casas de escritores

Casa de Juana de Arco: ubicada cerca de la catedral de Orléans. Aquí vivió Juana de Arco, la heroína que combatió para liberar la ciudad. Sus habitaciones muestran detalles de la vida de la doncella de Orléans. El visitante puede contemplar utensilios de la Edad Media y exposiciones temporales sobre los lugares que pisó Juana de Arco. Más información: www.jeannedarc.com.fr

Museo Balzac
: ubicado  en Saché (Touraine). Dedicado al escritor Honoré de Balzac se encuentra en el Castillo de Saché, lugar donde el escritor residió durante largas temporadas escribiendo entre 14 y 16 horas por día. Más información: www.musee-balzac.fr 





Un museo único 

Casa de la caza furtiva: en Sologne. Este museo es único en Europa por su increíble originalidad al estar consagrado a la caza furtiva; un arte antaño habitual en el Valle del Loira y retratado en los libros de Maurice Genevoix. Más información: www.maisondubraconnage.com


Más info sobre la Val de Loire:  http://www.touraineloirevalley.es/  


 

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