dijous, 5 d’abril del 2018

UNA LEYENDA DE LA DANZA INTERNACIONAL

Rudolf Xämät ulı Nuriev, también conocido como Rudolf Jamétovich Nuréyev (nótese que su nombre es Rudólf, no Rúdolf; en cirílico Рудо́льф Хаме́тович Нуре́ев; 17 de marzo de 1938-6 de enero de 1993), fue un bailarín clásico nacido en la Unión Soviética, considerado por muchos críticos como uno de los mejores bailarines del siglo XX.

Biografía

Nació en un tren cerca de Irkutsk, mientras su madre realizaba un viaje desde Siberia a Vladivostok, donde su padre, un comisario del Ejército Rojo de origen tártaro, estaba destinado. Creció en un pueblo cerca de Ufá, en la República de Bashkortostán. De niño fue alentado a bailar danzas folclóricas bashkirias, siendo un bailarín precozmente destacado.
Debido a la interrupción de la vida multicultural soviética causada por la Segunda Guerra Mundial, Nuréyev no pudo comenzar sus estudios en una buena escuela de ballet hasta 1955, cuando fue enviado a la Academia Vagánova de Ballet, dependiente del Ballet Kírov en Leningrado. Aquí fue discípulo del célebre maestro de ballet Aleksandr Pushkin. A pesar de su comienzo tardío, fue pronto reconocido como el bailarín con más talento que la escuela hubiera visto en muchos años.
Al cabo de dos años Nuréyev ya era uno de los bailarines rusos más conocidos, en un país donde el ballet era venerado y donde se convertía a los bailarines en héroes nacionales. Poco después ya gozaba del privilegio excepcional de poder viajar fuera de la Unión Soviética, como cuando bailó en Viena en el Festival Internacional de la Juventud. No mucho después, debido a su conducta, no se le volvió a permitir viajar al extranjero, limitando sus actuaciones a giras por las provincias rusas.


En 1961.
 
 
En 1961 su vida cambió. El principal bailarín del Kírov, Konstantín Serguéyev, sufrió un accidente y Nuréyev fue elegido para sustituirlo en París. Allí, su actuación impresionó al público y a la crítica. Pero Nuréyev rompió las reglas en cuanto a asociarse con extranjeros. Al darse cuenta de que probablemente no se le volvería a permitir viajar fuera de la Unión Soviética después de esta ocasión, el 17 de junio de dicho año pidió asilo político estando en el aeropuerto de París-Le Bourget.
Una semana más tarde, Nuréyev ya había sido contratado por el Grand Ballet du Marquis de Cuevas y se encontraba actuando en La bella durmiente con Nina Vyroubova. Nuréyev se convirtió en una celebridad instantáneamente en Occidente. Su dramática deserción y su talento excepcional lo convirtieron en una estrella internacional. Esto le dio el poder de decidir dónde y con quién bailar.
Su deserción también le dio la libertad personal que le había sido negada en la Unión Soviética. Durante una gira en Dinamarca conoció a Erik Bruhn, un bailarín diez años mayor que él, que se convertiría en su amante, su mejor amigo y su protector (principalmente de su propia locura) durante varios años. La relación fue tormentosa debido a la promiscuidad sexual de Nuréyev, pero la pareja se mantuvo unida.
Al mismo tiempo, Nuréyev conoció a Margot Fonteyn, la principal bailarina británica de su época, con la que tuvo una relación profesional y amistosa. Ella lo introdujo en el Royal Ballet de Londres, que se convertiría en su base de operaciones durante el resto de su carrera artística.
Nuréyev fue inmediatamente solicitado por cineastas, y en 1962 hizo su debut cinematográfico en una versión de Las Sílfides. En 1976 representó a Rodolfo Valentino en la película de Ken Russell, pero Nuréyev no tenía ni el talento ni el temperamento para dedicarse al cine. Comenzó con danza moderna en el ballet nacional de los Países Bajos en 1968 y en 1972, Robert Helpmann lo invitó a una gira por Australia con su propia producción de Don Quijote, haciendo allí su debut como director.
Durante la década de los 70, Nuréyev hizo aparición en varios largometrajes y viajó por los Estados Unidos en una reposición del musical de Broadway El rey y yo. Se considera que su aparición en el programa The Muppets Show, entonces en apuros, impulsó a que el programa se convirtiera en un éxito internacional. En 1983 fue nombrado director del Ballet de la Ópera de París, donde además de ejercer de director también continuó bailando. A pesar de su avanzada enfermedad hacia el final de su cargo, trabajó incansablemente produciendo algunas de las obras coreográficas más revolucionarias de su época.
El talento y encanto de Nuréyev hizo que fuera perdonado muchas veces, pero la fama no mejoró su temperamento. Era notablemente impulsivo, temperamental, poco fiable y grosero con quienes trabajaba. Entre quienes frecuentaba, se encuentran personajes tales como Jacqueline Kennedy Onassis, Mick Jagger, Freddie Mercury y Andy Warhol, y tenía poco tiempo para el resto. Al final de la década de los 70, ya pasados sus 40 años de edad, estos altibajos de carácter se acentuaron, probablemente al darse cuenta del declive de sus fuerzas físicas.
Cuando el sida apareció en Francia alrededor de 1982, Nuréyev, al igual que muchos otros homosexuales franceses, ignoró la seriedad de la enfermedad. Supuestamente contrajo el VIH durante el comienzo de los años 1980. Durante varios años simplemente negó que tuviese ningún problema con su salud. Cuando, alrededor de 1990, su enfermedad era evidente, lo achacó a otros problemas de salud y se negó a aceptar los tratamientos entonces disponibles.
Finalmente, debió aceptar el hecho de que estaba muriendo. Ganó la admiración de muchos de sus detractores por su coraje durante este período, y continuó apareciendo públicamente a pesar de su empeoramiento físico. En su última aparición, en 1992 en el Palacio Garnier de París, Nuréyev recibió una emocionante ovación del público. El ministro francés de cultura, Jack Lang, le hizo entrega del mayor trofeo cultural de Francia, el de Caballero de la Orden de las Artes y Letras. Murió meses más tarde, a la edad de 54 años, en la ciudad de París.
Recibió sepultura días más tarde en el cementerio de Sainte-Geneviève-des-Bois, el día 13 de enero, a tan sólo una veintena de metros de la tumba del coreógrafo Serge Lifar. Estos dos bailarines y coreógrafos han sido los únicos artistas de la llamada escuela de ballet rusa en dirigir el ballet de la prestigiosa Ópera de París.


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