Lluïsa Vidal (Barcelona, 2 de abril de 1876 - Barcelona, 22 de octubre de 1918) fue una pintora catalana. Pertenecía a una familia acomodada y culta, que se relacionaba con el ambiente modernista de la época. Eran doce hermanos, nueve chicas y dos chicos, una de sus hermanas fue
la primera esposa de Pau Casals y otra se casó con el filólogo y
escritor Manuel de Montoliu.Su padre era Francisco Vidal y Jevellí, ebanista, decorador y fundidor, dedicado al arte y los negocios. Luisa creció en un ambiente propicio a las creaciones artísticas. Educó
con su padre, recibió lecciones de Juan González (hermano del escultor
Julio González), de Arcadi Mas y Fontdevila, del xilógrafo Gómez Polo y
en París, de Eugène Carrière. Influirán en ella artistas como Rusiñol y Casas, Casas en el retrato y Rusiñol todo en cuanto a soluciones compositivas.Luisa fue la única mujer de su época que se dedicó profesionalmente a la pintura y la única que fue a París a estudiar. Cuando vuelve de París se afilia al grupo de feministas católicas lideradas por Carme Karr. En este círculo se movió desde entonces y muchos de sus retratos
fueron de las mujeres de este entorno, de su familia y de amigos.Mujer
activa y comprometida socialmente vivió de la pintura y de las clases
particulares que impartía en su taller de la calle Salmerón, hoy Gran de
Gracia, que antes había ocupado Nonell, y de las colaboraciones en
revistas. Entró en contacto con todo el grupo de artistas europeos, fugitivos de
la guerra y establecidos en Cataluña, se convirtió en una activa
pacifista formando parte del Comité Femenino Pacifista de Cataluña.Su participación en el mundo artístico se inició en los Cuatro Gatos, donde fue la única mujer que expuso. Colabora
en la revista Feminal, en ella ilustró cuentos de las mejores
escritoras catalanas del momento (Dolores Monserdà, Caterina Albert,
Carme Karr, etc.). En
1910 se incorporó al Instituto de Cultura y Biblioteca Popular para la
Mujer, creado por Francesca Bonnemaison, del que fue presidenta del
Tribunal de exámenes y jurado de la sección de arte. También participó en el Patronato de Obreras de la Aguja, fundado por
Dolores Monserdà, y en El Hogar, la residencia para estudiantes y
profesores fundada por Carme Karr.Pintó
muchos retratos a la sanguina y al aceite, una técnica que siempre
dominó excelentemente, también escenas íntimas de género, así como
paisajes y fiestas populares. Su
pintura ha sido considerada como modernista por los tonos de su paleta,
por el uso de la transparencia luminosa en los colores de fondo y
también para la elección de los temas. Junto
con Joaquim Mir, Oleguer Junyent, Julio González, Xavier Gosé, Ricard
Canals, José María Sert, Ramón Pichot y el joven Picasso ha sido
incluida dentro de la segunda generación de los modernistas. Alguna de sus obras, como el retrato de la mujer de Miquel Utrillo, fue atribuida a Ramón Casas. Siempre
disfrutó de buenas críticas, aunque su obra se calificara de viril,
calificativo positivo por los críticos de la época. Murió joven debido a la pandemia de gripe española en Barcelona.
Biografía
Lluïsa Vidal i Puig nació el dos de abril de 1876
en el domicilio de Trafalgar, número trece, siendo la segunda hija de
doce hermanos, diez niñas y dos varones. Su nacimiento coincidió con la
exhibición del primer mueble de estilo Art Nouveau en la Gran Exposición de París.
En aquellos años había problemas con la colonia de Cuba, se leía a Zola y a Dostoievski, se escuchaba a Richard Wagner, ya se había inventado el teléfono, el nacionalismo catalán crecía, y la Renaixença catalana estaba en plena fiebre neogótica ecléctica en Barcelona. Josep Vilaseca, Antoni Gaudí, Lluís Domènech i Montaner eran la vanguardia y comenzaban a construir edificios. En aquellos momentos el resto de Cataluña contrastaba enormemente con el resto de España. Respecto a Cataluña impusieron una política restrictiva y autoritaria. El movimiento anarquista adquiría en Europa, una fuerza sin precedentes.
Los padres de Lluïsa se casaron en mayo de 1873 en la iglesia de Santa Anna
de Barcelona, instalándose en un edificio nueve de la calle de
Trafalgar, tercera planta, cerca del obrador de Francisco y de los
padres de la Merced.
Francesc Vidal i Javellí, pintado por Simó Gómez Polo.
Francesc Vidal i Jevellí, padre de Lluïsa, era un exquisito mueblista que mejoró y consolidó su posición social después de su matrimonio. Estudió en París
y abrió una tienda en el Pasaje del Crèdit, de muebles y objetos
decorativos de su propio obrador y también de objetos de arte de
importación. Francesc trabajaba con materiales de primerísima clase, con
una artesanía
impecable y perfeccionista en técnicas. Escogía personalmente a los
trabajadores para su obrador. La apertura de esta tienda fue un
acontecimiento importante en la vida cultural de Barcelona,
sus ideas de decoración de interiores era nueva. Era hijo de Lluís
Vidal, un artesano exigente que tenía su ebanistería en la calle de
Argenteria, 22. Considerado como el mejor ebanista de la península ibérica,
tenía un gran prestigio nacional y estaba especializado en la
fabricación de pequeños objetos de madera exquisitamente trabajados.
Francesc Vidal tenía una demanda creciente de diseño de lujosos
interiores, le encargaban tanto la realeza, el gobierno, las
instituciones y clientes particulares. Cuando Lluisa tenía cuatro años,
su padre ya había redecorado dos de los principales salones del Gran Teatro del Liceo (el Liceu). Detestaba ir y hacer negocios con Madrid, a 600 km de distancia. El rey Alfonso XII le pidió que proyectara los nuevos dormitorios reales. Cuando nació Alfonso XIII la reina le pidió que le hiciera la cuna. Era miembro del Colegio de Ebanistas y del Ateneo Barcelonés y también participó en la "Fundación de Fomento de las Artes Decorativas". Era miembro también del Real Club Náutico de Barcelona, le agradaba el mar, y navegar. Se asociaría con Frederic Masriera i Manovens y van a abrir sucursales en Madrid, y en París,
adoptando el nombre de "Industries Francesc Vidal i companyia". Vidal
destruía los bocetos y los dibujos originales para demostrar que sus
modelos eran únicos, pero conservaba modelos fotográficos de sus obras.
Fue un participante clave en la Exposición Universal de 1888, fabricando los tronos de los cuales la reina regente Maria Cristina y la infanta Alfonso XIII
habrían de presidir los solemnes actos. También, haría la decoración de
los interiores de la residencia privada de la familia real, mientras
estaba en Barcelona. En junio se inauguró el monumento a Colón, donde Vidal colaboraría. Ese éxito de la Exposición de Barcelona, animaría a Vidal a participar en la Exposición Universal de París (1889). Gaspar Homar colaborará en su taller.
La madre de Lluïsa, Mercè Puig i Buscó, fue una incondicional
admiradora de los logros de su marido, compañera ejemplar, dulce,
sensible, refinada, virtuosa, bien educada y mejor instruida de lo
habitual. Estaba dotada para la música, y era hábil en todas las tareas
domésticas; dominaba además el alemán, el francés, el italiano, el castellano y el catalán.
Se crió en una familia muy religiosa. Era también una ávida lectora,
inteligente e imaginativa. En los primeros veinte años de matrimonio
tuvo doce hijos. El padre de Mercè era un reputado músico y compositor
de música sacra. Mercè inculcó a su prole virtudes como la obediencia,
la cortesía, la modestia, la elegancia, el sentido del deber, la
sociabilidad, el espíritu de sacrificio, la humildad y una profunda fe
religiosa y supo crear un cálido clima de convivencia. Era una familia
cariñosa. Los Vidal hicieron varios cambios de domicilio, el primero en 1882, trasladándose a la parte alta del Paseo de Gracia, a la planta noble del número 149.
Francesc Vidal inculcaría los valores propios de un artista que vive
por su arte a sus hijos y también el afán de independencia, destreza e
ideales elevados. La estimulación intelectual femenina se consideraba
inadecuada y una pérdida de tiempo en aquellos momentos. Vidal rompe
esquemas, tomando fama de artista excéntrico que presume del talento de
sus hijas. La norma de mantener a la mujer y los hijos en casa, y
apartados de la vida cultural de la ciudad no se cumplía en la casa de
los Vidal-Puig. Inculcó a sus hijos el amor a lo que él consideraba los
más elevados ideales: arte, belleza y música. Los hijos procuraron
complacerle. El perfeccionismo de Vidal provocaba diferentes respuestas
entre sus hijos y un cierto grado de competición entre sí.
Lluïsa Vidal era dormilona, enérgica, generosa, cariñosa,
independiente, y a veces bastante extremista, sus hermanos pequeños le
decían “mamita”. Tenía problemas de la vista. Francesc Vidal i Jevellí,
después de tener sus primeros hijos, todos ellos fueron mujeres, quizás
no tenía muchas expectativas de tener un varón, y así depositó todas
sus expectativas de grandeza en Lluisa, a la que veía como su heredera
artística. Desde muy jovencita iba con su padre al obrador, donde había
ambiente de trabajo creativo y laborioso, donde los artistas y artesanos
se ganaban la vida mediante un trabajo creativo. Francesc llevará a
Lluïsa a la Exposición Universal de Barcelona, en aquel momento tenía
doce años.
Sus primeros años de formación en Barcelona
La familia Vidal era miembro de la sociedad filarmónica local, y tenían un palco en el Liceu.
Iban a todos los conciertos que podían y también a los privados. Las
chicas empezaron muy pronto a estudiar piano e instrumentos de cuerda,
cantaban bien y sabían de memoria todas las arias de las óperas italianas. Sus maestros fueron, con el tiempo, los más importantes músicos que daría Cataluña, como Enrique Granados, e Isaac Albéniz. Merceditas se destacaba en piano, Júlia en violín, Carlota y Rosina cantaban en el coro de la iglesia, y tenían voces de soprano. La más dotada para la música era Frasquita. Pau Casals
entró a sus 19 años, como profesor en casa de los Vidal, más adelante
se casaría con ella. Frasquita, Júlia, y Merceditas formaron un trío
musical, haciendo conciertos en casa, pero a veces también en otras
casas particulares. Carlota se dedicaba a realizar esculturas de mármol
con su maestro el escultor Manuel Fuxà, y Maria se dedicaría a la literatura.
Vidal procuró a sus vástagos los mejores profesores posibles, eso no
era lo más normal en la época. Las hijas mayores aprendieron idiomas:
francés, alemán, italiano, castellano, y catalán. También historia y
literatura; y el capellán de la familia se encargó de la educación
religiosa. Las pequeñas fueron a la escuela parroquial de las Cortes, y
luego a la de San Gervasio, donde estudiaron con monjas irlandesas.
Debemos tener en cuenta que el ochenta por ciento de las mujeres de la
época eran analfabetas. Los varones también fueron a la escuela
parroquial, pero se escapaban y se educaron en el obrador de su padre.
Federico, el heredero, tenía gran habilidad para el dibujo, Claudio, el
pequeño, creció mimado en un hogar de mujeres y nunca estuvo a la altura
de Federico.
Francesc Vidal confió la preparación artística de Lluisa a los que
consideraba los maestros más interesantes y dotados. Pidió al xilógrafo Enric Gómez,
hermano de Simó, que le diera clases de dibujo. Lluisa descubrió que lo
que quería hacer era pintar; y así Vidal recurrió al pintor Joan
González, considerado un dibujante extraordinario. Lluisa se destacó
siempre en la pintura, pero también tocaba muy bien el violín y cantaba.
A los diecisiete años estudiará pintura con Mas y Fontdevila,
considerado uno de los mejores pintores del periodo.
Lluïsa vivió en un ambiente conservador donde la dominación masculina
era absoluta y la inferioridad de la mujer era intrínseca; la
obediencia era un deber sagrado de la mujer que no tenía autonomía y su
máxima aspiración era la maternidad. Todo esto con el apoyo ideológico
de la iglesia católica.
Lluïsa conoce al padre Jaume Collell, en Els Dachs, una masía situada en las afueras de Vich,
ciudad natal del abuelo Puig, donde iban a veranear. Jaume Collell era
un enérgico promotor catalanista a través de la prensa. Hizo amistad con
Lluisa y sería su confidente, alentador y corresponsal durante más de
veinte años. También lo sería de Merceditas, de Frasquita y de María,
pero en menor grado.
La familia pasaba los meses más calurosos en San Gervasio, en su torre y en agosto se trasladaban a Sitges,
hasta mediados de octubre y participaban en la vida artística de Sitges
y de las amistades de las mejores familias. En aquellos momentos se
hacían las fiestas modernistas en Sitges que serían iniciadas por Santiago Rusiñol en 1892. Enric Morera i Viura estrenó la ópera La Fada y también dirigiría la orquestra de un nuevo poema sinfónico, interpretado y compuesto por Merceditas al piano.
En 1898, Lluïsa preparaba en Sitges
su primera exposición en compañía de su madre, su abuela materna y
algunas de las hermanas pequeñas. Mientras Merceditas, Frasquita, y
Júlia con el padre, en los Pirineos, participaban en los conciertos
anuales celebrados en la casa de campo que el Dr. Salvador Andreu,
empresario y farmacéutico, tenía en Puigcerdà, y que hizo su fortuna gracias al desarrollo urbanístico del Tibidabo, y las famosas y universales pastillas para la tos del Dr. Andreu. El Dr. Andreu era amigo de los Vidals, también uno de los benefactores de Enrique Granados y un protector y mecenas de las artes.
Eran frecuentes los viajes a Vich, y a Alsacia, país natal de la abuela Buscó, la madre de Mercè. Cuando tenía dieciséis años, Lluisa acompañó a su padre a Madrid, al Escorial para realizar el marco del retrato de Felipe II, en aquel momento atribuido a Sánchez Coello, sino hecho por la gran pintora italiana Sofonisba Anguissola, mujer del siglo XVI, que el Duque de Alba había llevado a Madrid
para que fuese pintora de la Corte. Esa historia se repetiría con
Lluisa, cuando algunas de sus obras fueron firmadas y vendidas como si
fueran de otro artista, Ramón Casas. Para Lluïsa, la única razón de su viaje era el Museo del Prado. Así fue su primer contacto con la obra de los maestros españoles. Lluisa siempre remarcó los méritos fundamentales de Goya y de Diego Velázquez,
quizás esas primeras visitas inspiraron su desarrollo de interesarse
por el retrato, pero también desde el punto de vista profesional
consciente de las perspectivas económicas del género retratístico. El director del Museo del Prado, Federico de Madrazo, autorizó tanto a la hija y al padre, a permanecer en el Museo todo el tiempo que quisieran.
Inicios de la carrera profesional
En el año 1898, Lluïsa hizo su primera exposición en los Quatre Gats,
teniendo veintidós años, una de las pocas mujeres exponentes a lo largo
de la historia del local. Seguramente formó parte de una de las
exposiciones colectivas. Algunos autores dudan de que haya expuesto en "Els Quatre Gats",
ya que en sus primeros años de profesión, estaba muy dirigida por los
puntos de vista estéticos y sociales de su padre. Y se refuerza tal
conjetura, por la línea de los Masriera, o de su maestro Mas i Fontdevila, que se movían en un ambiente más refinado y no en el marco bohemio en el que se enmarcarían los Quatre Gats.
Su carrera artística profesional la comenzó en 1898, con tres
exposiciones, dos de ellas exclusivamente de retratos. En abril, colgó
tres retratos al óleo en la IV Exposición de Bellas Artes e Industrias
Artísticas de Barcelona. En esa exposición, había más de 2.000 obras,
entre otras de Casas, Rusiñol, Brull, Joaquim Mir i Trinxet, Ramón Pichot, y Mas i Fontdevila.
En la ceremonia de clausura fue galardonada con una Mención honorífica
por su cuadro de Mossèn Collell. El retrato, así como las cartas y todos
los dibujos que a Lluisa le solían regalar por su santo,
desaparecieron, seguramente quemados en la guerra civil española.
A partir del éxito de aquella primera exposición oficial, los críticos comenzaron a reseñar en serio su trabajo. Raimon Casellas, prestigioso crítico de la época, en una breve reseña de la Exposición, publicada en La Vanguardia incluía a Lluïsa entre los artistas consagrados. Decía que el retrato de la Noia de Sitges
“era tan desembarazado y simple de factura, tan sugestivo por carácter y
la expresión que ya lo quisieran para los días de fiesta muchísimos
pintores retratistas del otro sexo”.
El crítico del Diari de Barcelona Miguel y Badia afirmaba que “ejecutados
con una severidad y una sobriedad nada comunes hoy día, son los
retratos de Lluisa Vidal, que recomendamos a nuestros lectores por ser
testimonio fehaciente del talento de la joven artista”.
En noviembre de 1898, realizó su primera exposición en la Sala Parés, que preparó en el verano, bajo la dirección crítica de su padre y de Mas i Fontdevila.
La acogida que recibió fue excepcional, por el hecho de ser una mujer.
Lluisa guardaba recortes de periódicos, premios, diplomas, etc.
Estadía en París
Lluïsa fue la única pintora española de la época, que completó sus estudios en París. Viajó sola, en una época donde jamás viajaban solas. Se instalaría en París, a principios de junio de 1901, en la pensión Durand, sobre el Boulevard Haussmann.
Primero visitó el Louvre, y la exposición del Salón de París,
se sentía sola, aunque el hecho de conocer artistas y visitar sus
talleres le estimulaba la ambición artística, pero también le socavaba
la confianza en su propio talento.
Un amigo común le presentó a Henri Léopold Lévy,
un pintor académico, y entre ellos se estableció una estrecha y cordial
relación. Lévy se convierte así, en el primer mentor de Lluïsa en París. Lévy conocía muy bien las reglas del juego, mientras ella se sentía perdida entre tantos artistas ambiciosos y con talento.
Se matricula en la popular "Académie Julian" que tenía fama de ser la única escuela de artes para mujeres de todo París,
y la más cosmopolita de las Escueles alternativas. La academia basaba
su exitosa estrategia en talleres separados para hombres y mujeres, pero
regidos por los mismos principios, utilizando modelos vivos. Estaba
cerca de Montmartre. Era una Escuela privada, fundada en el año 1873 preparando a artistas para las exposiciones del Salón o entrar en la École des Beaux-Arts, patrocinada por el Estado.
Las correcciones eran semanales a cargo de dos profesores de Bellas
Artes, Henri Royer y Jean-Paul Laurens. Los alumnos de la Escuela de
Julian solían ser extranjeros, la tarifa de inscripción era dos veces
más cara en mujeres que en hombres, también la obra de las mujeres se
solía vender mucho más barata. El taller de mujeres era dirigido por
Amèlie Beaury-Saurel, coetánea del padre de Lluïsa, principalmente era
retratista, y Lluïsa encontraba su obra inteligentemente ejecutada, pero
fría y exagerada.
Lluïsa estando acostumbrada a la eficiencia del obrador de su padre, y
al funcionamiento regular del hogar, quedó sorprendida por la
ineficacia del taller. Había desigualdades entre las habilidades y el
talento de los alumnos, y se encontró rodeada de principiantes.
Baschet revisó el primer trabajo de Lluïsa, y encontró que su color
era frío, pero le dijo que tenía cualidades y que se veía que conocía el
oficio. Lluïsa trabajaba en el taller ocho horas al día y esperaba la
corrección de Laurens, pero él la descalificaba sin miramientos. Duró un mes más y luego comenzó a buscar una alternativa.
Benjamin-Constant era una posibilidad, pero no tenía un taller, y como en aquel momento estaba en Inglaterra,
fue al estudio de Henri Lévy, el cual le aconsejó que hiciera estudios y
que hasta dentro de un tiempo no hiciera obras terminadas.
En agosto de 1902, se trasladó a Inglaterra con los Durand, donde se decidió a pintar al aire libre. Visitó los museos más importantes, Joseph Mallord William Turner la semblantearía como exquisita, y Millet magistral. Londres la impresionaría mucho.
Una vez de nuevo en París Lluïsa se dedicó a copiar obras en el Louvre,
y por las tardes copiaba del natural, en un estudio que había alquilado
para completar su formación. Más adelante vuelve a la Academia Julian,
sin entusiasmo, y pide una reducción de tarifa que no conseguirá.
Después de eso, Lluïsa decidió estudiar con Georges Picard y Eugène Carrière en la Academia particular de Georges Humbert, director de los estudios femeninos de la Escuela de Bellas Artes. Los maestros de esa Academia eran conocidos por su disposición a la crítica constructiva.
Esta academia le gustó mucho más que la de Julian. El ambiente de
aquella escuela era más apropiado para Lluïsa, aquí se exigía un uso más
vivo del color que en la Academia Julian. Además, a Lluïsa le
interesaba tal Academia para estudiar con Carrière. Ignacio Zuloaga, Santiago Rusiñol, Ramón Casas, y Miguel Utrillo habían pasado por su estudio.
Lluïsa sucumbió como muchos otros, al encanto de Carrière, y éste le recomendaba sobre todo sencillez y le parecía que Lluïsa era demasiado habilidosa.
En París, además entra en contacto con el incipiente movimiento feminista europeo, gracias a su amistad con los editores de La Fronde, un diario avanzado para la época, escrito e impreso exclusivamente por mujeres profesionales en acción.
Lluïsa pudo vender obras a la Galería Daunon, con una compañera
chilena de la Academia Julian, soliendo hacer bocetos las dos juntas a
orillas del Sena, aunque a veces también trabajaba sola.
Eugène Carrière se marchó de París, hacia finales de noviembre de 1901,
y enviaría a Georges Picard a la Academia para sustituirlo. Picard le
gustaba, era discípulo de Gérôme, y pintor intimista con preferencia por
los desnudos. Picard demostró un gran interés por el desarrollo
artístico de Lluïsa, y que le llevó a su estudio; habiendo una
considerable compenetración entre ellos.
Su falta de aprendizaje formal previo, la obligaba a realizar un
esfuerzo importante durante las clases para así recuperar el tiempo
perdido. Por primera vez estudió los valores, la relación dentro de la
pintura entre la luz y las sombras.
Conocedora de sus carencias trabajó intensamente. Picard la animaba.
Lluïsa informaba a su padre de sus actividades, aunque ella ya se había
forjado sus opiniones, se hacía cargo de sus estudios, había alquilado
un puesto de trabajo y controlaba sus finanzas. A medida que pasaba el
tiempo, Lluisa cada vez era más independiente.
Terminó su curso de tres meses en la Academia Humbert, hacia fines de 1901. Mientras esperaba la decisión del padre, visitaba museos, y trabajaba copiando en el Louvre, y también en su estudio con un modelo.
A partir de 1902, asistía cada sábado a conferencias sobre historia del arte que daba, en la École del Louvre, Lafênestre, el antiguo director del museo.
Lluïsa retorna a Barcelona
llamada por su madre, ya que tres de sus hermanas estaban enfermas, y
María estaba trabajando en Alemania. En aquellos momentos, Barcelona
estaba sacudida por las huelgas y los conflictos sociales.
Más adelante volverá a París,
pero su padre le sugiere que continúe trabajando por su cuenta y que no
vuelva a la Académie, ya que en ese momento están pasando dificultades
económicas.
Por suerte, Picard se brindó a continuar corrigiendo sus obras. Lluïsa
fue la única que no tuvo dificultades para obtener dinero cuando estaba
en el extranjero, no pasando lo mismo con sus hermanos, ni con Frederic,
ni con María, ni después con Claudi.
Cuando se inauguraró el Saló, Lluïsa fue a verlo, y los cuadros de Joaquín Sorolla la abrumaron. Aquella primavera recibió cartas, de su padre y de Manuel Fuxà, desaprobando el cambio que tomaba su pintura, lo que le desagradó mucho. Pero Picard la seguía alentando.
De nuevo en Barcelona
Al año de su estancia la llamaron para que volviera a Barcelona. Volvió con un montón de obras. Los Vidals, aquel verano alquilaron una casa en Blanes, querían un lugar más tranquilo y Lluisa estaba deseando pintar al mar. Julia había intentado casarse con Manuel de Montoliu
tres veces, pero su padre se negó las tres a darle su consentimiento.
También la familia Montoliu se oponía. Júlia se casará de todas maneras,
y Francesc Vidal le prohibió volver a casa.
Poco después que Lluïsa retornó de París, la familia Vidal se instalará en San Gervasio, pero conservaron el piso de Paseo de Gracia. María se decidirá quedarse en Alemania,
y Frederic en aquellos momentos hacía jornadas de doce y catorce horas
en el obrador, lo que demostraba el indiscutible éxito de sus proyectos
de vidrio alveolado que había estudiado en Inglaterra.
Lluïsa volvió con ideología feminista a Barcelona. El incipiente
movimiento feminista se había dividido en dos ramas, la obrera y la
burguesa, pero coincidían en lo fundamental. El líder de las
trabajadoras era Teresa Claramunt, y el de las burguesas era Carme Karr. Las diversas colaboraciones de Lluïsa con las destacadas y enérgicas intelectuales Dolors Monserdà, Carme Karr, y Francesca Bonnemaison constituirían un aspecto importante y enriquidor en la vida de Lluïsa.
A partir de 1903, se dedicó a preparar una exposición tras otra. Pèl & Ploma le publicará cuatro pinturas, y diversos estudios y dibujos; y retornará a exponer en la Sala Parés, ocupando el espacio central. A septiembre de 1903 Pèl & Ploma
publicó ocho reproducciones de sus obras más recientes. La influencia
parisina en las obras reproducidas era evidente por la diversidad de
tendencias.
Momentos difíciles
Profesión y familia
En 1905, Carlota muere de viruela,
quedando la familia hundida por la tragedia, sobre todo el padre de
Lluïsa que se siente enormemente culpable, por no haber dejado vacunar a
su familia. Ese mismo año envía un cuadro al Salón de París que es rechazado. Aquel verano irán a Blanes,
y Lluïsa aprovechará para preparar la próxima exposición. El padre
Francesc comenzaría a comportarse de una manera irracional, reduciendo
gastos en el hogar y el obrador, volviéndose reservado y acusador. Para
principios de 1906 se desmorona física y mentalmente. En marzo de ese año, Lluïsa participará en otra exposición colectiva de la Sala Parés
en la que expuso trece obras, pinturas, y estudios hechos al aire
libre. La exposición levantó controversia debido al retrato que le hizo a
María Pella, la cual se disgusta por el modo como la había plasmado, y
le pide que la retire de la exposición, mas Lluïsa no accederá a esa
petición.
El periodista Roviralta se refería a Lluïsa como ejemplo de la lucha de la mujer, en el diario republicano catalanista El Poble Català, con el permiso de Lluïsa.
Para finales de primavera, exhibirá dos óleos de grandes dimensiones en la Exposición general de Bellas Artes de Madrid. Les mestresses de casa, y también un retrato idealizado de Carlota (la fallecida por viruela, en 1905).
A principios de otoño, su padre Francesc desaparecerá, y lo encontrarían en una vieja masía en Olot, febril, incoherente y muy cerca del suicidio. Las hijas van a cuidarlo, ya que no querían que su madre lo hiciera. Cuando Maria retorna a Alemania,
Lluïsa la substituirá; de nuevo su profesión debe ceder a los
condicionamientos familiares. Mientras dura esa situación Frederic
procuró dirigir el obrador, para mantener en secreto el estado estragado
de su padre. Francesc Vidal
pondrá todas las culpas a la madre de las desgracias de la familia. Mas
Lluïsa defenderá a su madre, y Francesc no le perdonará y la apartará
de su vida.
Lluïsa ayudará a sostener la familia, consiguiendo muchos encargos de retratos, y además se hace ilustradora de la nueva revista Feminal.
La familia alquiló un piso en la tercera planta de la casa Ferrer-Vidal, un nuevo edificio modernista de Enric Sagnier,
al 269 de la calle de Provenza. Lluïsa pasaba mucho tiempo en Blanes
preparando exposiciones. La familia trataba de mantener una apariencia
burguesa próspera, aunque pasaban auténticas necesidades económicas.
Aquel cambio de circunstancias contribuyó a acentuar su sensibilidad
feminista, y la empujó a la acción social, dentro de los límites de su
posición y de sus creencias religiosas.
(Autorretrato) Poniéndose la chaqueta
Hacia el fin de 1907,
el Círculo Artístico organizó en la Sala Reina Regente, una exposición
de autorretratos patrocinada por la casa real. Lluïsa, la única pintora
representada, colgó el óleo intitulado Posant-se la jaqueta (Poniéndose la chaqueta), valorado en 1.000 pesetas.
Francesc Vidal retorna a Olot
y vivirá en San Gervasio con sus hermanas. Mercè intentó reconciliarse
con él sin éxito. Vidal continuó recluido, ignorando a su mujer, pero
manteniendo el dominio sobre los hijos. Cuando se sintió de nuevo fuerte
para volver al obrador, lo primero que hizo fue despachar a Federic,
que en enero de 1908
se embarcará a Buenos Aires, donde allá conseguirá triunfar como piloto
de coches. Claudi en aquellos momentos se encuentra en Londres pasando
hambre, ya que su padre no le envía dinero. Júlia estaba en Alemania, y
Maria en Mannheim también con graves problemas económicos.
Como con lo que hacía no tenía suficiente para cubrir las necesidades
de la familia, Lluïsa decidirá dar clases particulares de arte en su
estudio de la calle de Provenza. Debido a ello, su producción creativa
se resintió.
Frasquita se casa en mayo de 1909 con Felip Capdevila, y su padre le niega la dote.
Lluïsa retorna a exponer en la Sala Parés, en mayo de 1909 junto con Pepita Teixidor, exponiendo doce cuadros. Feminal dedicó varias páginas a alabar la exposición.
Activa y comprometida
La Semana Trágica sembró en el corazón de los barceloneses un sentimiento de división de clases muy profundo. Lluïsa se incorporó al Instituto de Cultura y Biblioteca Popular para la Mujer, proyecto de Francesca Bonnemaison de Verdaguer, fundado en febrero de 1909
para ayudar a jóvenes solteras de la clase obrera, o de la clase media
baja sin medios, para estudiar o adquirir una formación profesional.
Se pagaban cuotas proporcionales a los ingresos. El crecimiento que
tuvo fue extraordinario. En el primer curso, Lluïsa fue presidenta de
los Tribunales de exámenes, y jurado de la sección de arte, y además
actuó como consejera, crítica y jueza. Hizo amistad con Bonnemaison.
Lluïsa y su familia eran cada vez eran más autosuficientes. Después de cinco años de enfermedad y comportamiento disfuncional, Francesc Vidal
reapareció con un nuevo taller en la Casa Fuster, con capacidad para
cien trabajadores. Comenzó a anunciarse en los periódicos y en los
catálogos de las exposiciones. Pero las relaciones con la familia
seguían siendo difíciles. Claudi retornaría de Londres,
y fue a trabajar con su cuñado Felip Capdevila. Lluïsa en aquellos
momentos participó en la Tómbola del Trabajo de la Mujer Catalana, donó
un cuadro, y también participó con la Tómbola, que se hizo por Raimon
Caselles, donando un desnudo a la sanguina, esa última Tómbola la
organizó la galería de arte de Faianç Català para recoger dinero para la
viuda de Casellas, y para hacerle un monumento al difunto.
Una nueva faceta profesional: educadora
Este año abrió una Academia en la Calle Grande de Gracia, en el antiguo estudio de Isidre Nonell. Así, impartía cursos de modelado en yeso, decoración, acuarela,
dibujo y pintura con modelos vivos. Eran cursos de tres horas diarias, y
costaban cincuenta pesetas. Corregía tres veces por semana los trabajos
de sus alumnos. También hacía cursos de dos horas, de ocho y media a
diez y media tres días a la semana, que solo costaban quince pesetas,
pensados para principiantes. En las clases de once a una, se doblaba
el precio, pues Lluïsa contrataba modelos para las sesiones de esas
horas. También daba clases individuales un domingo si, y otro no. Y,
generalmente en julio hacía exposiciones de obras de las alumnas de su
estudio. En el estudio tenía colgados sus cuadros, dibujos, estudios,
abanicos pintados, máscaras... Lluïsa continuaba activamente pintando
retratos.
Cartelería del Curso de dibujo y pintura de Lluïsa Vidal
Como ilustradora
Lluïsa ilustrará el relato mensual de la revista Feminal durante los años 1907 al 1915,
con ello conseguirá un ingreso regular, aunque insignificante. También
participó en el incipiente movimiento feminista catalán y colaboró en
eventos culturales y sociales. También diseñó la bandera de la
Federación Sindical de Obreras, que se fundaría en 1912, como un favor personal a la fundadora y amiga de Lluïsa, Maria Domènech de Cañellas.
En enero de 1913,
Frederic después de cinco años retornará a la casa, habiendo triunfado
como piloto automovilístico en Sudamérica. Ocupó el lugar del padre en
el trabajo, no sin que éste intentara hacerle la vida imposible. Lluisa
se sintió aliviada por el hecho de poder compartir una parte de
responsabilidad familiar con Frederic. Marta trabajaba de secretaria, y
Rosina de bibliotecaria en la Biblioteca de Cataluña, con ello se cubrían sus gastos.
En reconocimiento a su contribución al nacimiento del modernismo, el Colegio de Ebanistas le realiza un homenaje público a Francesc Vidal, que él no valoró en ese momento.
Después de mucha polémica, el Ayuntamiento le encargará un retrato al óleo de Josepa Massanés.
Y por aquel encargo cobró 1.500 pessetes. Fue el primer retrato
femenino que se incorporó a la Galería de Catalanes Ilustres de 1914.
Retrato de Josepa Massanés
En la primavera de 1914, hizo una exposición en la Sala Parés, donde la prensa de Barcelona en aquellos momentos la trata de ”ilustre dama” y “celebrada artista”. La exposición fue considerada un gran éxito. Y Carme Karr, bajo el pseudónimo de Joana Romeu, con el cual escribía en la revista Feminal, manifestaba su indignación por el tratamiento tan sexista que recibía de la premsa.
El 30 de octubre de 1914 muere Francesc Vidal, de una obstrucción intestinal, a los sesenta y seis años. La herencia se dividiría en catorce partes iguales.
Lluïsa se suscribió a la revista de arte de Folch y Torres Vell, y Nou, y concurre a la moderna galería de arte de Josep Dalmau i Rafel. En la primavera de 1915 envió a Madrid para la Exposición Nacional de Pintura, Escultura y Arquitectura dos óleos titulados Otoño y primavera, y A pleno sol.
Colaboradora en la causa pacifista
Durante la primera guerra mundial apoyó la causa pacifista. En 1915, en una reunión del Ateneo Barcelonés
las feministas católicas fundaron el Comité Femenino Pacifista de
Cataluña, y Lluïsa se incorporó como una de las vocales de esa
organización.
En octubre de 1916 se hace la Tómbola para el monumento de Pepita Teixidor, donde Lluïsa brinda una obra de la Sala Parés. El monumento se erigiría en el Parque de la Ciudadela.
En la primavera boreal de 1918, la gripe causará millones de muertos en todo el planeta,
sin haber tratamiento alguno contra la dolencia; siendo el 12 de
octubre que haría testamento dejando su patrimonio y sus posesiones a
sus hermanas solteras. No pudo hacer constar su profesión, ya que los
documentos legales españoles no permitían la figuración de la profesión
de las mujeres.