Nettie Maria Stevens (Cavendish (Vermont), 7 de julio de 1861 – Baltimore, 4 de mayo de 1912) fue una genetista estadounidense. Ella y Edmund Beecher Wilson fueron los primeros investigadores en describir las bases cromosómicas del genero. Amplió exitosamente los campos de la embriología y la citogenética.
Biografía
Nettie Stevens nació en Cavendish (Vermont)
el 7 de julio de 1861 hija de Julia Adams y Efraïm Stevens. Fue la
tercera de cuatro hermanos: dos chicos, que murieron siendo muy
pequeños, antes de su nacimiento, y una chica, Emma. En 1865 murió su
madre, y al cabo de poco tiempo su padre se volvió a casar, y la familia se trasladó a Westford (Vermont).
En Westford, Nettie asistió a una escuela pública donde descubrió
rápidamente sus capacidades intelectuales. Completó en dos años un curso
de cuatro en la Westfield Normal School (hoy Westfield State College)
de Massachusetts. Se graduó como primera de su clase. Tanto Nettie como
su hermana Emma obtuvieron calificaciones excelentes y fueron dos de las
tres primeras mujeres que se graduaron, en 1880, en Westford en un periodo de once años.
Después de graduarse, se vio obligada a trabajar para ganarse la vida como maestra de escuela y bibliotecaria,
y como tenía interés en continuar estudiando para poder dedicarse a la
investigación, estuvo esos años ahorrando dinero para poder ingresar a
la Universidad.
No pudo volver a estudiar hasta 1896 cuando, con 35 años se matriculó en la Universidad de Stanford, donde completó su licenciatura en 1899, en el año 1900 completó los estudios de maestría y redactó su tesis doctoral Studies on Ciliate Infusoria, que fue su primer trabajo publicado y apareció en los Proceedings of the California Academy of Science.
En 1903, se doctoró en el Bryn Mawr College de Filadelfia, Pennsylvania, en la misma facultad en la que se encontraban dos de los grandes biólogos de la época Edmund B. Wilson y Thomas H. Morgan.
La influencia de estos dos biólogos fue decisiva en la carrera de
Stevens. Morgan la incorporó a su equipo de investigación y dirigió
personalmente su trabajo.
Sus excelentes resultados propiciaron que la científica obtuviera una
beca para estudiar en el extranjero. Viajó a Europa en el periodo
comprendido entre 1901 y 1902, para ampliar su experiencia investigadora. Trabajó intensamente en la Estación de Zoología de Nápoles y, además, pasó un tiempo en el Instituto de Zoología de la Universidad de Würzburg, en el laboratorio de Theodor Boveri; centro al que volvió en 1908
y permaneció durante un año. Boveri estaba investigando el problema del
papel de los cromosomas en la herencia y probablemente fue allí donde
Stevens desarrolló un profundo interés en la materia.
Sus investigaciones
Según la historiadora de la biología Jane Maienschein, a principios del siglo XIX los biólogos evolucionistas y filósofos habían propuesto cientos de teorías sobre la determinación del sexo.
En la época de las investigaciones de Nettie Stevens, tres eran las
hipótesis principales para describir la forma en que un individuo se
convierte en macho o hembra:
- que dependía de los factores externos durante el desarrollo,
- que el sexo se determinaba internamente, específicamente a través del huevo,
- o bien que eran los factores hereditarios lo que influían en su determinación.
Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, los investigadores estaban explorando la relación existente entre los cromosomas y la herencia. Aunque el comportamiento de los cromosomas ya se había descrito y explicado, las especulaciones sobre su vínculo con la herencia mendeliana
todavía permanecían sin confirmación experimental. Existían sospechas
de que la herencia del sexo podría estar relacionada con cromosomas
morfológicamente diferentes, lo que insinuaba la posibilidad de conectar
un rasgo particular con un cromosoma específico.
El interés de Stevens por el problema de cómo se determina el sexo y
su relación con los cromosomas había empezado a cobrar forma en su mente
alrededor de 1903. Prueba de ello es que en este año pidió una beca de
investigación y en la solicitud indicaba su interés en los problemas
citológicos de la herencia y sus relaciones con la genética mendeliana.
De hecho, la beca le fue concedida para investigar en concreto problemas
relacionados con la determinación del sexo.
En 1905 publicó su trascendental trabajo titulado Studies in spermatogenesis with special reference to the "accessory chromosome", resultado de una investigación sobre el escarabajo Tenebrio molitor. Sus pesquisas la llevaron a estudiar la diferenciación celular en embriones
y luego el análisis de los cromosomas. Observando estos últimos, la
científica constató, en primer lugar, que los cromosomas existen como
estructuras parejas en las células, en vez de largos bucles o hilos como
muchos todavía sostenían, dando fin así a un largo debate.
Stevens comprobó que las células somáticas de la hembra contenían
veinte cromosomas grandes, es decir, diez parejas mayores, mientras que
las masculinas tenían diecinueve grandes y una pequeña, es decir, nueve
parejas de cromosomas grandes y otra constituida por un cromosoma grande
y otro pequeño. La investigadora llegó a la conclusión de que los espermatozoides
que poseían un cromosoma pequeño eran los que determinaban el sexo
masculino, y aquellos que tenían los diez cromosomas del mismo tamaño
determinaban el sexo femenino. En otras palabras, considerando que en la
terminología moderna el cromosoma pequeño se llama Y, mientras que su pareja homóloga grande se llama X.
Nettie Stevens descubrió que el sexo está determinado por una única
diferencia entre dos clases de espermatozoides: los que poseen el cromosoma X y los que poseen el cromosoma Y.
En sus artículos, dos monografías de 75 páginas, Stevens concluía
correctamente que un óvulo fecundado por un espermatozoide portador de X
producía una hembra y, por el contrario, si el espermatozoide llevaba
el cromosoma Y, daría lugar a un macho.
El ya prestigioso biólogo E. B. Wilson, estaba realizando sus propias
investigaciones sobre la determinación del sexo, al tiempo que lo hacía
Stevens, y publicó en 1905 sus resultados, que coincidían con los
obtenidos por la científica.
El impacto de ambos trabajos fue muy fuerte, ya que no solamente se
terminaba con un largo debate sobre si el sexo era el resultado de la
herencia o de la influencia del ambiente en que se desarrollaba el
embrión, sino que se ponía de manifiesto el primer vínculo real e
indiscutible entre los caracteres hereditarios y los cromosomas.
Con frecuencia se ha otorgado a Wilson el mérito de este
descubrimiento, pero son numerosos los expertos en el tema que ponen en
duda actualmente que así fuera.
Si bien Wilson publicó resultados similares a los de Stevens, aunque
obtenidos con otros insectos, en el artículo de dos páginas escrito a la
revista Science, el autor dice que sus hallazgos «concuerdan con
las observaciones de Stevens en el escarabajo Tenebrio». Esto refleja
que Wilson era conocedor del trabajo de Stevens y que reconocía su
prioridad. Parece pues innegable que los dos científicos llegaron a la
misma conclusión de forma casi simultánea pero con total independencia.
A pesar de ello siempre se le atribuye a Stevens un papel secundario,
como asistente de Wilson, y por eso muchos libros de texto le atribuyen a
él los resultados, tan solo por el hecho de que era un investigador más
reconocido. Incluso se ha llegado a atribuir el descubrimiento a Thomas Hunt Morgan, sobre todo después de que fuera reconocido con el Premio Nobel.
En 1905 Nettie Stevens consiguió un puesto en el Bryn Mawr como profesora asociada de morfología
experimental y el mismo año recibió el Premio Ellen Richards por su
artículo «A study of the hermano cells of Aphis rosae and Aphis
œnotheræ».
Últimos años
Tras
su monografía de 1905 Nettie Stevens continuó con sus investigaciones
sobre los cromosomas de otras especies de insectos. En esta línea, en 1908 publicó un artículo sobre las células germinales de los dípteros que estableció los fundamentos de la futura citogenética de Drosophila.
Además, continuó añadiendo nueva información a su teoría a lo largo de
los años siguientes. Su carrera profesional fue muy corta: tan solo
nueve años, durante los cuales publicó cerca de cuarenta artículos, la
mayoría de valor irrefutable.
Murió el 4 de mayo de 1912 en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore
a causa de un cáncer de mama, antes de que pudiera beneficiarse de la
cátedra de investigadora creada expresamente para ella con el fin de que
se dedicara tan solo a investigar en el Byrnes Mawr College y trabajar
en el Cold Spring Harbor Laboratory. Está enterrada en el cementerio de Westfield, Massachusetts, junto a su padre Ephraim y de su hermana Emma.
Después de su muerte, Thomas H. Morgan publicó en la revista Science una extensa necrológica, donde repasaba su trayectoria y las contribuciones más importantes y concluía:
Fue una competente experta en el sentido moderno de la palabra, en el sentido en que la biología ha dejado de ser un parque infantil para el aficionado y un juguete para el místico. Su notable éxito tiene que ver, en parte, con su razonamiento único y su dedicación, combinados con un agudo sentido de la observación, junto con su amabilidad y paciencia, unidos a un juicio equilibrado.
En 1994 se la incluyó en la National Women's Hall of Fame.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada